XXVI
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Si,
que si, pero no
Padre
Pedrojosé Ynaraja
1.- Habréis comprobado, mis queridos
jóvenes lectores, que siempre hay alguno, o algunos, que cuando surge un
proyecto o iniciativa de un superior o líder y pregunta quien quiere colaborar
de inmediato siempre se ofrecen, dicen que están de acuerdo entusiasmados,
quedan ante los demás muy bien, pero cuando llega la hora de actuar, surgen por
dentro sus dudas: ya les gustaría, piensan, pero no tiene tiempo, acostumbran a
decir. En una palabra no hacen nada. “del dicho al hecho hay un gran trecho”
dicta el refrán. Algo de esto se dice en la primera lectura de este domingo.
2.- Algunos, o muchos, viven al margen
de Dios. Es una cuestión que a ellos no les incumbe. Van a lo suyo. Ahora bien,
cuando una situación adversa encajona su mente, emplazan a Dios. Si existiera,
debería hacer esto. Si existe debe ser justo y comportarse así. Se atreven a
dar lecciones a Dios. Se trata de la primera lectura de la misa de hoy. Si
nuestra pequeñez corporal es suma, menos que microscópica, comparada con la
inmensidad el universo, la mente es de semejantes proporciones, respecto a la
de Dios. Pero a nadie le gusta que se le recuerde su menudencia. Piensa tal vez
entonces en el tamaño de los microbios, en la falta de dimensiones de una
simple carga del complejo ser del átomo. Hay gente que solo se siente a gusto
cuando se relacionan con sus semejantes, a muchos de los cuales los considera
inferiores. Están dispuestos a pregonar sus poderes, su fortuna, sus
conocimientos. Y que nadie les lleve la contraria.
3.- Cambio de tercio. Jesús ha entrado
en Jerusalén y penetrado en el Templo. Según parece, la escena se desarrolla en
los inmensos espacios que rodeaban el Santuario, allí donde los rabís impartían
enseñanzas, los mercaderes vendían reses para el sacrificio o cambiaban
monedas. Los que se creían superiores al indocto vulgo, discutían de lo que se
presentara, fuera cuestión política, religiosa o cultural. Este ámbito que
generalmente se le llama atrio, era algo así como hasta hace un tiempo, lo era
el Hyde Park de Londres, o en la antigüedad el areópago de Atenas, donde se
expresó el apóstol Pablo. El Maestro se sentía más a gusto entre las gentes
sencillas de Galilea, pero no rehusaba el contacto con ilustrados. Recuérdese
el encuentro nocturno con Nicodemo.
4.- Está el Señor entre sumos
sacerdotes y ancianos, la flor y nata de la intelligentsia, de su tiempo, que
ninguna simpatía sentían por Él. El Maestro no los ignoraba, aunque tampoco
huyera de ellos. No sabemos cómo se inició de la discusión, Mateo va al núcleo
de la cuestión y narra la intervención del Maestro. Pese a la categoría de los
interlocutores, también en esta ocasión acude una parábola para desarrollar su
doctrina.
5.- Se trata de dos hermanos de
diferente idiosincrasia. En esta temporada las vides maduran y es preciso
vendimiar antes de que los granos se pierdan. En Israel, en esta época del año,
el tiempo a veces es lunático y corre prisa ir a la viña. El padre da órdenes.
El primero responde de inmediato: allá voy, ahora mismito. Pero se aleja y
piensa: si te he visto no me acuerdo, como dicta el refrán. Se siente
satisfecho de sí mismo, porque siempre está de acuerdo con su padre, pero no es
capaz de examinar con rigor su comportamiento. Dice, pero no hace. En la vida
familiar, es vana su aportación. Arruinaría el patrimonio.
6.- El otro hijo es de temperamento
díscolo, tendiente siempre a llevar la contraria y rebelarse, queriendo ser
libre, independiente. Pero en el fondo es un buen chico. Alardea de rebeldía
pero su corazón le inclina al respeto y al deber. Pese a haber dicho que no,
parte al majuelo y se incorpora a la faena. El primero sin duda será más
apreciado públicamente. Los contertulios del padre le creerán el mejor y él se
lo tendrá muy bien sabido. En el seno de la familia, tal vez el criterio de los
abuelos será muy otro. En la sociedad gozan de buena fama, quienes no se lo
merecen, pese a que alardeen de ello.
El Señor menciona a personas
marginadas de los corrillos de la clase alta: publicanos y prostitutas.
Nosotros tal vez deberíamos cambiarlo por emigrantes, jornaleros parados, o a
acogidos en una residencia de la tercera edad barata. ¿a quienes consideramos
nosotros? ¿con quienes nos gusta relacionarnos?
Al atardecer del día, preparando el
atardecer de la vida, mis queridos jóvenes lectores, nosotros debemos
examinarnos ¿Qué hemos hecho bueno hoy? No de qué hemos hablado o en qué nos
hemos lucido.