26ª semana del tiempo
ordinario. Viernes: Lc 10, 13-16
Jesús estaba instruyendo a sus discípulos para enviarles a predicar. En
una ocasión había enviado a los doce; pero ahora está dando unos consejos para
enviar a 72 de sus discípulos. El último consejo es que, si alguna ciudad no
les recibe, se sacudan los pies al marchar. Es una señal que indica el hecho de
que ellos no tienen culpa de que esa ciudad no haya querido recibir dignamente
la palabra de Dios. Termina Jesús diciendo que esa ciudad será juzgada con más
rigor que Sodoma.
Quizá a propósito de estas
palabras recuerda el evangelista otras palabras duras dichas contra ciudades,
como Corozaín, Betsaida y Cafarnaún. O quizá Jesús en ese momento añadió estos “Ay”
contra estas tres ciudades, que se portaron mal con la palabra de Dios, pues no
correspondieron a tantas gracias divinas.
Eran estas tres ciudades
muy queridas para Jesús. De hecho eran como el centro de su actividad
apostólica, principalmente Cafarnaún donde residía san
Pedro. Éste, como algunos otros apóstoles, era de Betsaida.
Por eso no todos estaban en la perdición, sino que algunos habían respondido;
pero, mirando al conjunto de la población y especialmente a sus autoridades,
estaban muy lejos de corresponder a tantas gracias recibidas por medio de la
predicación y milagros de Jesús.
Estas amenazas contra estas ciudades y la comparación con ciudades
paganas, como Tiro y Sidón, nos hace Jesús pensar de nuevo que no tenemos
derecho a juzgar a los demás. Nosotros vemos sólo una mínima manifestación
externa que puede o no puede corresponder con el grado interno de
espiritualidad de esa persona o ciudad. Muchas veces podemos preguntarnos, al
ver acciones ajenas: Si aquel hubiera tenido la cantidad de gracias que Dios nos
ha dado ¿cómo sería? Es posible que fuera mucho mejor que nosotros.
Nosotros sólo debemos
decir: “somos siervos inútiles”, y ofrecernos en las manos de Dios, para que
disponga de nuestras personas y nos transforme según su Espíritu. ¿Quién conoce
la mente de Dios y quién sabe la correspondencia de cada uno a las gracias
recibidas? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar el juicio de Dios? Y si es tan
difícil juzgar a una persona, lo será mucho más cuando creemos poder juzgar a
un grupo o a una nación.
Esta palabra “Ay”, dicha
por Jesús, no significa una maldición, sino un sentimiento de tristeza, que es
también una nueva llamada a la conversión. También nosotros, si no hemos
correspondido como Él lo desea, estemos prontos para el arrepentimiento y
recibamos con alegría las nuevas gracias de Dios.
Las últimas palabras de
este evangelio pueden ser el verdadero colofón del envío de aquellos
misioneros. Escuchar al misionero es escuchar al mismo Jesucristo, ya que la
tarea del misionero es una participación de la misma misión de Jesús.
Dios ha querido hacerse
hombre en la persona de Jesús, no un superhombre. Por eso, después de subir a
los cielos, sigue actuando; pero necesita los pies, las manos, la voz del
misionero, para que su palabra pueda ser escuchada por la humanidad.
No se necesita que el
misionero sea un santo –si lo es, mucho mejor-; pero, si es enviado por
Quien se cree más
favorecido tiene una responsabilidad mayor y según esa responsabilidad será
juzgado. ¡Qué grande es la libertad que Dios nos ha dado! Jesús no impone,
Estemos atentos a Jesús
cuando pase, y lo hace a menudo, para poder ver sus verdaderos dones y aceptar
esas gracias. Jesús nos ofrece continuamente el bien. Sepamos realizarlo y él
nos juzgará con amor y con alegría.