COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Vigésimo
séptimo durante el año, Ciclo A.
Evangelio
según San Mateo 21,33-43 (ciclo A)
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y
allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de
vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando
llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los
frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro
lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros
servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma
manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi
hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el
heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose
de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué
les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con
esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su
debido tiempo.» Jesús agregó: « ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra
que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la
obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de
Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará
producir sus frutos.» Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas
parábolas, comprendieron que se refería a ellos, entonces buscaron el modo de
detenerlo pero temían a la multitud que lo consideraba un profeta.
DAR
FRUTOS
Antiguamente este Evangelio se llamaba
“la parábola de los viñadores homicidas”. Los dirigentes de aquella comunidad
hebrea no supieron recibir y por eso es el reproche de la parábola, no dieron
frutos, no lo aceptaron a Jesús, al propio Hijo de Dios no lo aceptaron. Se
quisieron quedar con la herencia. Es muy duro este Evangelio pero es una
expresión de la realidad.
Volviendo a nuestra historia actual,
la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios y
el Señor ha enviado al Espíritu Santo para consolidarla como Pueblo de Dios.
Resulta también que nosotros, que somos los destinatarios, no podemos
apoderarnos de los frutos o de los dones que Dios nos permite cosechar. El don
y la apropiación, donde la apropiación impide reconocer que Dios esté obrando.
Es así que también nosotros podemos
secarnos, podemos esterilizar nuestra vida, porque no estamos dando frutos.
Aquí es importante reconocer el llamado
a una verdadera conversión; a una Iglesia que tiene que ser más creíble, más
creyente, que tiene que dar más frutos, que salga a buscar a los hombres, que
sepamos que -lo que se nos ha confiado como discípulos- tenemos que
testimoniarlo y llevarlo a los demás. No podemos hacer todo pero no podemos
cerrarnos ante este todo.
Pidamos al Señor que nos de fuerzas
para que, reconociendo el don, cumplamos con la misión. Que podamos entregar
los frutos al Señor, a nuestros hermanos y así acrecentar el Reino.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén