Domingo, 16 de Oct. de 2011; 29 ord A: Mt 22, 15-21
Eran los últimos días de la
vida de Jesús. Él había contado algunas parábolas que iban directamente contra
los jefes religiosos de Israel, que habían descuidado el conducir al pueblo de
Dios por los verdaderos caminos. Estos jefes quieren llegar a condenar a Jesús
y se les ocurre hacerle caer en una trampa: Mandan algunos de sus discípulos
juntamente con partidarios de Herodes, que es lo mismo que el régimen opresor
de los romanos, para hacerle una pregunta delante de la gente: “¿Tenemos que
dar el tributo al César o no?” Ellos creen que la trampa está bien puesta,
porque si dice que sí, se pone en contra de la gente que opina que el romano se
quiere hacer más que Dios; pero si dice que no, allí están los del gobierno,
que le acusarán.
Jesús les dio una
respuesta, ante la cual dice el evangelio que se quedaron maravillados: “Dad al
César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Es difícil saber lo que
Jesús quería afirmar a través de esta respuesta. Por de pronto Jesús les llama
“hipócritas”, porque deberían saber que Él nunca se mete en política, nunca en
nombre de Dios decía lo que hay que hacer concretamente en decisiones
políticas.
Ha habido muchos que han
interpretado estas palabras de Jesús como que hay que hacer una división entre
nuestros deberes hacia Dios y los deberes hacia el Estado. Para algunos es como
si nuestra vida privada fuera para Dios y nuestra vida social para el Estado.
Esto es terrible y desgraciadamente muchos así lo sostienen hoy. Otros se basan
en esas palabras para hacer la distinción entre
¿Y qué le corresponde a
Dios? Pues todo el amor y la adoración por todas las cosas.
Dios es Dios de toda la vida, de toda la realidad. Los políticos también están
bajo la soberanía de Dios y deben actuar bajo la ley de Dios. Toda autoridad
viene de Dios. Así le dijo Jesús a Pilato: “No tendrías ningún poder sobre mí,
si no lo hubieras recibido de lo Alto”.
Así que por encima de la ley civil está la ley de Dios.
No debería haber oposición;
pero muchas veces la hay. Y no sólo porque haya jefes políticos que no quieran
saber nada de Dios, sino también porque hay jefes religiosos que se creen
suplantar a Dios: En vez de estar a disposición de Dios y al servicio de los
hermanos, se creen disponer de Dios para sus propios intereses. Esto es lo que
les pasaba a los jefes religiosos israelitas. Por eso les quería decir Jesús
que el pueblo, que es de Dios, deben dárselo a El o conducirle hacia El. Así ha
pasado muchas veces en la historia que muchos “en nombre de Dios” han librado
batallas y se han hecho muchas guerras, que llaman “santas”, como para defender
intereses de Dios, cuando en verdad lo que defendían eran intereses muy
mundanos.. Los verdaderos intereses de Dios son el hacer desaparecer el hambre,
las lágrimas, las persecuciones, las injusticias. Los intereses de Dios no son
tanto los templos (pueden ser en parte) o los objetos religiosos, cuanto los
templos vivos que son los humanos: la dignidad, los derechos humanos, la
libertad, la recta conciencia.
Así pues la respuesta de
Jesús no explica ni concretiza en lo que hay que hacer con lo del César, sino
que acentúa con lo que hay que dar a Dios. Para ello tengamos interés en
conocer bien el Evangelio, toda la enseñanza de Jesús. Con ella se nos van
dando criterios para que en cada momento sepamos qué es lo que debemos hacer en
todas nuestras opciones políticas y sociales. No es fácil, porque nuestros
criterios personales y los de la gente los mezclamos falsamente con los
criterios de Dios.