TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXIX A
(22-octubre-2017)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Elocuente
lección de Ética política
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 45, 1. 4-6
o I
Carta de san Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5b
o Mateo
22, 15-21
ü Desde
las primeras etapas de la vida apostólica de Jesús, fue evidente el conflicto
con los fariseos por la total incompatibilidad en los principios y valores.
Toda la vida de Jesús estaba en función de la misión que le había confiado el
Padre de proclamar el Reino y redimir a la humanidad. Por su parte, la
principal motivación de los fariseos era la consolidación de su poder, y para
ello utilizaban la ley y los profetas.
ü Esta
tensión, que fue aumentando con el paso de los días, se desarrolló en los
escenarios más diversos. Monitoreaban cada una de las palabras y acciones del
Maestro, las personas con las que compartía, etc. Y todo lo interpretaban de manera
torcida, y así fueron acumulando las acusaciones contra Jesús a base de
mentiras: oposición a las tradiciones religiosas de Israel, violación del
sábado, glotón y bebedor, frecuentaba malas compañías, blasfemaba… Ningún comportamiento
de Jesús escapaba a su maledicencia.
ü La
mentira y la calumnia han sido, desde los comienzos de la humanidad,
herramientas terriblemente dañinas de la honra de las personas. “Calumnia que
algo quedará” dice el antiguo refrán popular de los romanos que llegó hasta
nosotros a través del filósofo Francis Bacon. Su capacidad destructiva se ha
potenciado mediante las redes sociales, donde cualquier personaje anónimo pone
en circulación acusaciones, posverdades y mentiras con total impunidad. Las
redes sociales se han convertido en alcantarilla que recoge las aguas negras de
la agresividad humana. Nadie responde por lo que allí se publica; y los seguidores
van replicando estos mensajes causando un enorme daño.
ü En
el relato evangélico que acabamos de escuchar, el enfrentamiento entre Jesús y los
fariseos explota a propósito de una moneda que tenía la efigie del emperador
romano. Sus enemigos le preguntan maliciosamente: “¿Es lícito pagar o no pagar
el tributo al César?”. Era una pregunta venenosa porque cualquier respuesta que
diera sería usada en su contra.
ü Esta
pregunta, formulada a propósito de una moneda, plantea un asunto muy antiguo
que nunca ha sido resuelto de manera definitiva y que suscita intensos debates.
La discusión se puede plantear de muchas maneras: el rol social que juegan la
religión y la política; el enfrentamiento de poderes; la separación entre la
Iglesia y el Estado; el Estado confesional vs. el Estado laico, etc.
ü Esta
problemática se vive de diversas maneras, dependiendo del momento histórico y el
contexto cultural. La interrelación entre el orden político y el orden religioso
da lugar a diversos modelos:
o En
primer lugar, podríamos hablar de un modelo
de subordinación. Unas veces, el poder dominante es la religión, que gobierna
todos los aspectos de la vida ciudadana; pensemos, por ejemplo, en el enorme
poder político que tienen los dirigentes religiosos en los países en los que se
ha impuesto el fundamentalismo islámico. Otras veces, el poder dominante es el
político que, a través de privilegios y regalos, compra la obediencia de los dirigentes
religiosos; esta fue la norma en el Imperio Bizantino y en la Rusia de los
Zares, donde los emperadores imponían su voluntad a los Patriarcas ortodoxos.
o En
segundo lugar, podemos hablar de un modelo
de separación, que puede ser más o menos radical. Hay países en los que se
afirma de manera vehemente la naturaleza laica del Estado, de manera que las
convicciones y valores religiosos quedan relegados al ámbito estrictamente privado.
En otros países, esta separación reconoce los respectivos ámbitos de
competencia y es posible encontrar mecanismos de cooperación para promover el
bien común.
ü Los
fariseos creyeron que habían arrinconado a Jesús. Volvamos a leer el texto
evangélico para ver cómo sorteó el Maestro esta difícil situación: “¿De quién
es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: del César. Y Jesús
concluyó: Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Esta penetrante lección de Ética política dada por Jesús fue recogida por el
Concilio Vaticano II, que afirmó la autonomía
de las realidades terrenas, reconociendo así el estatuto propio del discurso
científico y de los procesos sociales, que tienen sus metodologías propias y
sus lógicas internas, independientes de la Teología, y que, como todo lo
humano, deben tener en cuenta los valores básicos de la Ética que se construye
sobre la dignidad sagrada de la persona, la promoción del bien común y el cuidado
de la casa común.
ü La
Iglesia tuvo que recorrer un largo camino para poder formular este reconocimiento.
Hay bochornosos capítulos en los que la Iglesia descuidó su misión
evangelizadora porque sucumbió a los halagos del poder y del dinero. Ahora bien,
este llamado a concentrarse en lo que es propio como Iglesia, no significa proclamar
un mensaje desconectado de los problemas reales de la sociedad. El mensaje de
salvación se dirige a la totalidad del ser humano y, en consecuencia, la promoción
de la justicia es inseparable del anuncio de la persona de Jesucristo. Hay
quienes acusan a la Iglesia de intervenir en política cuando Ésta defiende los
Derechos Humanos.
ü En
este pasaje evangélico que hemos meditado, Jesús nos ofrece una elocuente lección
de Ética política. La acción evangelizadora de la Iglesia debe estar por encima
de los debates e intereses de los grupos políticos; las homilías y sermones no
son para hacer campañas partidistas ni para discutir teorías económicas o
planes de desarrollo. La Iglesia debe anunciar la buena nueva de la salvación
en profunda comunión con las alegrías y esperanzas, los dolores y búsquedas de
las personas y comunidades, particularmente de los más vulnerables