DOMINGO
XXIX TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
EL
CORAZÓN DEL HOMBRE ES DE DIOS.
No olvidemos algo que tiene la máxima
importancia en la predicación para el crecimiento de la fe pero casi siempre
pasa inadvertido: Los evangelios son posteriores a las cartas de San Pablo;
razón para que nuestros lectores hayan caído en cuenta que los comentarios
dominicales empiezan siempre por la segunda lectura cuando es de Pablo Así la
segunda lectura, Pablo no exclusiva pero sí primordialmente, es la base
hermenéutica, de interpretación, para la predicación kerigmática de los
evangelios. En este orden de ideas la primera lectura es de fácil, amplia y
agradable ubicación en el contexto. En la predicación de la Palabra para que
sea pastoral no se puede suponer el kerigma. En general para nada de la
pastoral de iglesia se puede suponer la fe. De lo contrario leemos y predicamos
los evangelios como histórico - cronológicos desligados del kerigma paulino, y
ahí sí que se complica la predicación y la pastoral de la iglesia por falta de
kerigma. “padre ustedes porque repiten lo que leen, le preguntaba un fiel a su
párroco”.
EL
KERIGMA HACE LA COMUNIDAD
La primera lectura a los
tesalonicenses es el primer escrito cristiano del nuevo testamento, unos veinte
(20) años después de la muerte y resurrección de Jesús. Es la primera vez que
se confirma por escrito el Misterio Pascual. Hacia el año cincuenta (50) ya el
evangelio se había extendido en forma de comunidades. Por los Hechos de los
Apóstoles conocemos detalles de cómo ocurrieron las cosas. (Hecho 16,1).
Después de las dificultades de Filopos llegaron a Tesalónica, comunidad ya
formada, con un saludo: “Pablo, Silvano (Isla), y Timoteo deseamos las gracias
y la paz a la comunidad cristiana de los Tesalonicenses, congregada por Dios
Padre y por Jesucristo el Señor (resucitado). Una comunidad tan pequeña, por su
fe, ya se llamaba Iglesia. Por las obras que manifiesta la comunidad, en la que
no importaban tanto los pecados como la acción de Dios; “los trabajos fatigosos
que han emprendido; su amor pervivencia, fe y esperanza (en el resucitado) Es
el Espíritu Santo quien inspira, por el bautismo, la acción de la comunidad
creyente. “Nuestra predicación del evangelio entre ustedes no se llevó a cabo
sólo con palabras; sino también con la fuerza del Espíritu Santo, que produjo
en ustedes abundantes frutos (segunda lectura).
UNA
ELECCIÓN PECULIAR
“Nunca hemos perdido de vista,
hermanos muy amados de Dios, que Él es quien nos ha elegido” (segunda lectura).
Hay algo inaudito en la historia de salvación de Israel; el hecho de que Yahveh
elija a un rey extranjero, laico y político, para salvar a Israel y lo llame
“ungido” por la misión que le confía. Ciro supo responder a Dios en sus
acciones políticas para procurar el retorno a la tierra prometida. “Por Jacob
mi siervo y a Israel, te llamé por tu nombre y te di un título de amor, aunque
tú no me conocieras… para que todos sepan que, de oriente a occidente que no
hay otro Dios fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro” (Primera lectura)
La figura de Ciro, como escogido de
Dios, responde a una suspicaz lectura del evangelio de hoy a partir del cual se
le quiere separar a Dios de la vida pública, dejando la sociedad civil al
margen de la fe; en manos del Estado y la política. No es que lo religioso sea
el tema de Dios y lo político un asunto único del Estado; tampoco se trata de
dos poderes en lucha porque Dios es Dios y el Cesar la política y el Estado, no
son Dios; pero “hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César.
Dios escogió a un extranjero, laico y
político para la misión de estar al servicio de Israel en su retorno del exilio
hacia la tierra prometida. El primer éxodo estuvo bajo la guía de Moisés que no
era judío; el segundo bajo la orientación de Ciro; y el tercero bajo la
inspiración de Jesús que era laico. Este fue lo definitivo, la pascua, el paso
de la muerte a la resurrección, obrado por su padre Dios que lo resucitó, y en
su Espíritu a nosotros para llevarnos a la tierra prometida, el cielo.
LOS
IMPUESTOS SON UN SIGNO.
Un signo de nuestra situación de
extranjeros pasando por la tierra son los impuestos que son más que los
servicios que nos retribuyen, sobre todo cuando media la corrupción
Los partidarios de Herodes, los
herodianos, no podían estar en contra de los impuestos a su emperador romano
por tratarse del mayor signo al sometimiento, todo lo contrario, sería
someterse a la voluntad del Dios de Israel. El solo uso de la moneda con la
efigie del emperador, llena de símbolos políticos y religiosos ya denotaba una
dependencia de Roma; Jesús no tenía monedas romanas por ser pobre.
Lo fariseos, por no encontrarse con
Jesús, enviaron a unos seguidores para hacerle una pregunta capciosa: “Maestro
sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te
arredra, porque no buscas el favor de nadie, dinos pues que piensas: ¿Es lícito
pagar o no pagar tributo al Cesar? (evangelio). Conociendo Jesús la malicia de
sus intenciones, les contestó: “hipócritas, ¿Por qué tratan de sorprenderme?,
muéstrenme la moneda del tributo”. Lo lícito para Jesús es dar al Cesar lo que
es del Cesar, es decir, lo que le pertenece y se le debe; y a Dios lo que es de
Dios, la obediencia en la fe para seguirlo.
SOMOS
IMÁGENES DE DIOS
El Cesar podía imprimir su imagen
sobre las monedas para ganar dinero, pero no imprimirlas sobre el hombre por
ser imagen de Dios. La moneda del impuesto llevaba acuñada la efigie del
emperador a quien pertenecía; en cambio el cristiano está tatuado con el
bautismo como signo de la paternidad de Dios y la fraternidad con los demás. Si
bien es cierto que el Cesar tiene derecho a recaudar impuestos, el corazón del
hombre solo pertenece a Dios no es cierto que el Cesar y Dios se compartan
derechos sobre el hombre, sino que el único dueño del hombre es Dios. Esta
convicción la confirma Pablo en la carta a los Tesalonicenses cuando dice:
“Nunca perdemos de vista, hermanos muy amados de Dios que Él es quien nos ha
elegido” (Segunda lectura).