1 de Noviembre.
Todos los santos: Mt 5, 1-12ª
Hoy celebra la Iglesia la fiesta de todos
los santos. Esta palabra “santo” en la Biblia se aplicaba sólo a Dios, pues significa:
sagrado o separado. Pero luego se fue diciendo de todo lo que se acercaba más a
Dios. Así ya san Pablo llama santos a los cristianos por el hecho de estar
unidos a Dios por el bautismo. Después ya sólo se aplicó a aquellas personas
que por su comportamiento están más cerca de Dios. Especialmente los mártires
que, por su muerte gloriosa, se unen para siempre con Dios.
La Iglesia desde el principio comenzó a honrar a los mártires en su
día propio del martirio; pero ya por el siglo III eran tantos los mártires que
tuvieron que celebrar su fiesta en un día todos juntos, aunque no tenían un día
fijo. El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el panteón romano, que había
sido templo pagano de todos los dioses, para que fuese templo de la Virgen María y
de todos los santos. Unos cien años después la fiesta de todos los santos quedó
fijada para el día 1 de Noviembre.
Hay muchos santos, cuyos
nombres conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir declarados santos
solemnemente por el papa, después de haber examinado minuciosamente su vida y
sus escritos y normalmente después de que Dios ha ratificado esa santidad por
uno o más milagros. Pero santos hay muchos más que no conocemos, quizá porque
han vivido una vida muy oculta, pero que gozan con Dios con una gloria
semejante. Entre estos santos habrá familiares y conocidos nuestros. Hoy es el
día para festejar a todos y también para alzar nuestra mirada al cielo para
pedir su protección y sobre todo para desear imitarles y un día poder estar con
ellos en el cielo.
Todos estamos llamados a la
santidad. Nos lo ha dicho muchas veces la Iglesia. De una manera
especial lo recalcó el concilio Vaticano II. No es que haya que tener una vida
externa diferente a los demás, aunque la verdad es que hay situaciones que
ayudan y hay situaciones que pueden estorbar. Tenemos que esforzarnos por
conseguir siempre ser mejores y tender a un ideal grande. No es fácil, pero
tampoco es imposible. Para ello Jesucristo nos enseñó el camino. El principal
es la caridad. Sin amor no puede haber verdadera vida cristiana: Amor dirigido
hacia Dios, que es nuestro Padre y nos acompaña, amor que se expresa
especialmente en la oración, y amor hacia los demás, porque todos somos
hermanos.
Hoy en el evangelio se nos
propone este ideal por medio de las bienaventuranzas. Son actitudes o maneras
de ser. Son las condiciones para el
seguimiento en el camino del Reino de Dios trazado por Jesús. Con ellas podemos
imitar su misma vida.
La santidad no es un camino
triste, sino muy gozoso. Si queremos ser felices de verdad debemos ser “pobres
de espíritu”, que significa ser desprendidos de los bienes materiales, tenga
uno algo de dinero o no tenga nada. Va en contra de la codicia, procurando
llevar una vida sencilla y humilde. Se trata de tener una vida de confianza
filial en Dios, que es nuestro Padre. La 2ª nos dice que hay que ser manso, ser
suave con los demás en juicios, palabras y hechos. Para ello uno tiene que
saber dominarse a sí para no violentar a los demás. La 3ª habla del llorar, no
porque el santo tenga que ser triste, sino porque hay que sufrir por los
propios pecados y por los males ajenos. En la 4ª nos habla de tener “hambre y
sed de justicia”. Es un gran deseo en la perfección moral y religiosa. En la Biblia se llama justo al
que se esfuerza sinceramente por cumplir la voluntad de Dios. Quien se esfuerza
lo consigue, porque Dios nos ayuda. En la 5ª alaba a los misericordiosos. Se
trata de compartir las desdichas del prójimo, materiales y espirituales. Dios
nos medirá al final según nuestro grado de misericordia. En la 6ª alaba a los
limpios de corazón. Un corazón sucio ofusca la visión para las cosas de Dios.
En la 7ª se alaba a los pacíficos: No sólo los que eliminan las discusiones,
sino los que trabajan por unir en la paz, que sale del amor. Por fin, aquel que
es santo será objeto de persecuciones, porque el bien perturba a los malos.