DOMINGO 32 ORDINARIO, CICLO A
Estando bien con Dios. Aunque los santos se enojen
Edgardo Eugenio y
Fabian quedaron como encargados de dos equipos
que representarían a su estado en las competencias nacionales en la capital de
la república. Fabian
sabiendo la importancia de la competencia a la que se iban a enfrentar, arregló
con tiempo los uniformes de su equipo, consiguió el vehículo en el que se
trasladaría y consiguió de paso el hotel al que llegarían a hospedarse. Edgardo
Eugenio en cambio, confundió las fechas del encuentro, hizo concha, y cuando se
acordó, ya se había llegado la fecha, de manera que apresuradamente consiguió cómo
trasladarse, pero como ya era tarde, él y sus muchachos tuvieron que viajar en
un camión de línea, porque no consiguieron nada especial. El primer grupo llegó
a tiempo, se hospedaron cómodamente, y participaron exitosamente en su
competencia. El grupo de Edgardo, se perdió en la ciudad de México, no estaban
enterados de la dirección correcta de la competencia, llegaron tarde y al final
no participaron en la justa deportiva, haciendo quedar mal a nuestro Estado.
Con esto será más fácil entender lo que Cristo nos
expresa con el ejemplo de una boda a la que fueron invitadas diez muchachas.
Conforme a las costumbres de la época, la boda se celebraba de noche, haciendo
el traslado de la novia, ataviada son sus mejores arreos, a la casa del esposo,
para comenzar la fiesta que podría durar uno o varios días, según las
condiciones de los novios. Cristo dice
que de las diez muchachas, cinco iban preparadas, con aceite en sus lámparas y
cinco de ellas, pensando que la espera sería corta, no llevaron provisiones. El
novio tardó más de la cuenta, de manera que en cuanto estuvo preparado, se oyó un grito: “¡ya viene el esposo! Salgan
a su encuentro”. En el apresuramiento por entrar a la fiesta, las que fueron
previsoras, entraron sin ninguna dificultad y participaron plenamente de la
alegría, de la música y del baile. Las
descuidadas, mientras iban a conseguir aceite para sus lámparas,
encontraron la puesta cerrada y aunque
tocaron y tocaron, el mensaje fue claro para ellas: No se molesten en tocar más,
“pues no las conozco”, a pesar de sus súplicas:
“Señor, Señor, ábrenos”-
El mensaje para nosotros los cristianos es claro:
otra vez el Reino de los cielos en labios de Cristo es comparado a un banquete
de bodas. Cristo es el novio, el esposo, que invita a un banquete preparado
para todos sus invitados, en donde el manjar será su propio Cuerpo y su propia
Sangre. Y queda claro que todos los
hombres están invitados el banquete. ¿Quiénes
participarán? Los que voluntariamente quieran, no tanto los que son
invitados, sino los que voluntariamente quieran participar. Hay que notar que desgraciadamente muy pocas
veces pensamos que el momento llegará, pero de que llega, llega y sería muy
penoso quedarse fuera como aquellas desafortunadas muchachas del ejemplo de
Cristo. Es significativo que ponemos mucho cuidado en la atención a los
difuntos. En los panteones, el día de los fieles difuntos, cuentan con cerros,
montañas enormes de flores para los difuntitos, a lo mejor significativas de
tantas y tantas acciones que pudimos hacer en atención a los vivos y que se
quedaron tan solo en buenos deseos. Al día siguiente, las calles aledañas al panteón, amanecen con toneladas y
toneladas de basura, y el lugar vuelve a ser tan apacible como en los días
anteriores, haciendo sido sencillamente un paréntesis muy significativo. Que la
respuesta a la invitación de Cristo sea correspondida con una preparación
justa, buena, formal, porque tenemos los elementos necesarios, el Señor nos ha provisto de
aceite que aguante que nos permita esperar con ansias, con ilusión, el momento
de comenzar la fiesta de bodas del Cristo, el Hijo de Dios vivo.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda
espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx