XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.
CICLOA
CONVIDADOS A UNA FIESTA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Con
sinceridad os comunico, mis queridos jóvenes lectores, que mi mensaje-homilía
de hoy, se referirá exclusivamente al del texto del evangelio. He dedicado mi
tiempo a cosas urgentes, inmediatas e importantes, y solo he podido ir pensando
en la preciosa parábola que nos ofrece el Maestro en el fragmento que se
proclama en la misa de este domingo.
2.- El
matrimonio cristiano es un estado. A él se debe llegar de acuerdo con una
vocación específica, nacida, germinada y crecida, en el ámbito de la Fe. Cualquier
otro sistema supone aceptar ya de entrada el posible fracaso. El matrimonio
cristiano es un estado en el que se vive felizmente. Se inicia discretamente.
Son pocas las palabras que lo establecen, corto el rito litúrgico. Después
llega la fiesta. El testimonio público de la alegría que se siente. Compartir
júbilo. Nacimiento, compromiso, crecimiento de la Gracia sacramental que
inundará la pareja, y la fiesta, entre nosotros son realidades inmediatas. No
lo ha sido así en todos los tiempos y lugares.
3.- No
siempre lo han sido. En el Israel en que vivió Jesús, ocurría de otra suerte.
Un día, en la intimidad del encuentro entre dos familias de idénticos ideales,
dos jóvenes se comprometían personalmente. Plantaban la semilla del amor que
empezaba a germinar, aprendían a comunicarse y proyectar juntos, preparando
simultáneamente lo indispensable para la vida en común. Cuando la espiritual
flor matrimonial había crecido, era preciso comunicarlo, celebrarlo juntos,
novios, familias mutuas y amistades. Organizar una fiesta. No una celebración
cualquiera. Requería espacios para compartir, tiempo para que los convidados se
calasen de ventura. Experiencia en común de felicidad. Los convidados no
asistían en actitud pasiva. Debían aportar su granito de felicidad, sus
símbolos de aprecio.
4.- El novio,
ya marido, se reunía con los suyos. Acudían a la casa de la esposa, que
esperaba impaciente con sus amigas. Estas habían preparado antorchas que
iluminarían a la comitiva. Se trataba de palos no muy largos, en los que se
había enredado fibras de esparto atadas, para que se mantuvieran fijas y al
elevarse, su fuego iluminara jocosamente al cortejo. Saludos, cantos, tal vez
poemas, recuérdese el Cantar de los Cantares, jolgorio. Este encuentro, sin ser
furtivo, debía ser breve, esperaba el campus, donde se iniciaría la fiesta
alegremente y recibirían de los invitados, el reconocimiento de su doctorado en
amor. Uno o una, tiene amigos y amigas. No todos son iguales. Algunos listillos
y espabilados, otros tontillos. Unos precavidos, otros irresponsables.
5.- La
parábola que explica el Señor dice que eran diez las compañeras de ella. La
mitad prevenidas, las otras imprudentes. Llevaban todas antorchas, combustible,
aceite de mesa que era lo que se usaba para arder e iluminar, las primeras sí,
las estúpidas no se habían preocupado de traerlo. Se daban cuenta entonces ¡a
buenas horas, mangas verdes! Como se dice. Que les solucionaran su informalidad
las otras, pretendían aquellas frescas compañeras. Marcharon a comprarlo a horas
intempestivas. Les costó poder adquirirlo. Cuando llegaron al festín, la
dinámica del banquete seguía su ritmo iniciado mucho antes, nadie podía
incorporarse ya. A nadie le preocupaba aquellas atolondradas que pretendían
incorporarse a destiempo. Se hubieron de quedar a la intemperie, reducidas a
ser desconocidas personas, no admitidas, tristes, decepcionadas, afligidas.
6.- El relato
del Maestro, no me negaréis, mis queridos jóvenes lectores, es precioso. Tanto
lo es, que me temo nos quedemos encantados, sin reconocer la seriedad y
exigencia de su contenido catequético.
Mis queridos jóvenes lectores ¿os sentís invitados a la boda del
Cordero-Cristo? Si se tratara de un acontecimiento social de semejante calibre,
requeriría de vosotros un traje o un vestido adecuado. Quedarse fuera sería un
fracaso. Las ilusiones puestas en la fiesta, se tornarían ruina personal. Nos
han enviado la comunicación-invitación. No nos han señalado ni día, ni hora, ni
lugar. ¿Estamos preparados?
7.- La Eternidad, el futuro estado personal, requiere que abandonemos suciedades, preparemos generosidad, estudiemos la respuesta que deberemos dar cuando al llegar a la puerta se nos pregunte ¿Qué traes contigo? ¿Qué has abandonado? Aquí no se permite ensuciar con tanta mugre que algunos acumulan durante su vida temporal ¿podrías entrar ahora o caerías a realidades de dolor eterno?