XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Entre la torpeza y la listeza

 

El capítulo 25 del Evangelio de Mateo contiene la segunda parte del discurso escatológico de Jesús y nos presenta tres parábolas trascendentales sobre el reinado de Dios, que nos permiten profundizar en el tema de la esperanza cristiana y descubrir cuál debe ser el talante de los creyentes en el largo tiempo de la espera con todas las crisis que lleva consigo la historia personal y colectiva. Son los textos sobre las diez vírgenes (Mt 25,1-13), sobre los talentos (Mt 25,14-30) y sobre la comparecencia de todos ante el Hijo del hombre (Mt 25,31-46), con los cuales concluiremos la gran enseńanza de Jesús, recogida por Mateo en sus cinco grandes discursos. Tenemos tres domingos para empaparnos bien de la gran lección que contienen.

La parábola de las diez vírgenes es exclusiva de Mateo y revela que el Reino de Dios tiene su momento culminante en el encuentro con el esposo, pero dicho encuentro hay que prepararlo bien. Una vez más la boda es una de las imágenes predilectas para hablar del Reino (cf. Mt 22,1-14. La imagen matrimonial, de raigambre bíblica, expresa la relación de Alianza de Dios con su pueblo y apunta a Jesús como novio de las bodas (cf. Mt 9,15). Como ocurre en la boda de Caná del evangelio de Juan, llama la atención que en esta boda tampoco aparezca la novia. Los protagonistas son el novio y las amigas de la novia. Lo normal en aquella época era que tras un ańo de noviazgo oficial se celebrara la boda. Entonces el novio, acompańado de sus amigos, se dirigía a la casa de la novia. Allí le esperaban las amigas de la novia, las cuales con lámparas o antorchas encendidas se unían al cortejo festivo, se recogía a la novia, y entre cánticos y danzas, en comitiva iban al lugar de la celebración gozosa del banquete de bodas.

En el texto hay cuatro momentos; primero, las vírgenes se describen sobre la contraposición de las listas y las torpes que preparan la venida del esposo (vv.2-4); segundo, el retraso del novio permite que todas se duerman (v.5); tercero, el grito que anuncia la llegada del esposo provoca el diálogo entre los dos grupos de vírgenes (vv. 6-9); finalmente la llegada del esposo y el inicio de la boda festiva es el momento discriminante de los dos grupos de doncellas (vv.10-12).

Hay dos temas fundamentales en la parábola: La reserva de aceite y el novio. La reserva de aceite en unas y otras es una responsabilidad personal e intransferible. La cuestión no es disponer de lámparas o no, sino de aceite suficiente. El problema no es dormirse o no, sino tener reserva de aceite. La llegada del novio es el centro del relato, pero en esa espera del novio se provoca la crisis. Y entonces se pone en evidencia la falta de preparación de las vírgenes torpes, de modo que la parábola exhorta a estar en vela siempre, con reserva de aceite.

La esperanza en la llegada del novio, la certeza de su venida, la alegría del banquete de bodas son elementos capitales de la parábola derivados del protagonismo del novio. La parábola se refiere al Reino de Dios. Por eso no debemos olvidar que con el novio viene el reinado de Dios definitivo, como una fiesta de amor y de alegría que celebra el encuentro esperado y anhelado.

Las amigas de la novia son las otras protagonistas de la parábola. El evangelio presenta dos tipos de doncellas, calificadas con dos adjetivos antitéticos, las necias y las sensatas, que nos alertan de sendos talantes y comportamientos contrapuestos en el tiempo de la espera. Creo que la parábola no sólo describe virtudes o capacidades innatas de las personas, pues todas las vírgenes pudieron encender sus lámparas adecuadamente, sino las actitudes y comportamientos forjados y conseguidos por las doncellas, que se hicieron o no de una reserva de aceite suficiente para mantener encendidas sus lámparas.

Por ese sentido práctico de las sensatas, que se manifiesta permanentemente en su conducta, previsora, prudente, atenta y siempre disponible, prefiero interpretar la sensatez como listeza y la necedad como torpeza. Esa doble imagen que contrapone al sabio sensato o listo y al necio o torpe está tomada de la literatura sapiencial y es frecuente en el primer evangelio tanto en el sermón de la montańa (Mt 7, 21-27) como en la comparación de los siervos (Mt 24,45-51). En su primer discurso Jesús ilustraba la imagen del sabio y del necio con la comparación de la casa construida sobre roca y sobre arena respectivamente (Mt 7, 21-27). Construir sobre roca era sinónimo de solidez, de consistencia, de fundamento y de firmeza. Jesús hacía una llamada a la autenticidad y a la coherencia vertebrada en torno al verbo “hacer” como puesta en práctica de la voluntad de Dios y de la escucha y realización de su palabra.

Lo mismo ocurre con las vírgenes listas y las torpes. Las listas son tales porque llevaban aceite en sus alcuzas junto con las lámparas. Era preciso ir bien provistas de reserva de aceite porque nunca se sabe el tiempo que durará la espera. La listeza es un término que recoge al mismo tiempo la inteligencia, la sabiduría, la sagacidad, la presteza, la diligencia, la preparación y disponibilidad permanentes. Eso es lo que reclama de todos nosotros la invitación de esta parábola. En castellano diferenciamos entre ser listo y estar listo. Pues ambos elementos entran dentro de la listeza. Es preciso no sólo ser listos sino estar listos permanentemente.

Disponer de aceite es disponer de un elemento esencial para la espera. Buscar y proporcionar una reserva de aceite es saber escuchar y poner en práctica la palabra de Dios y encontrar en el Evangelio la almazara de la esperanza, que nos permite estar, como reza el lema del escultismo: Siempre listos. Y en estos tiempos que corren recemos especialmente por los dirigentes políticos de nuestra tierra, para que sean y estén, al menos un poco más, listos.

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura