33ª semana del tiempo
ordinario. Martes: Lc 19, 1-10
Esta escena de Jesús con
Zaqueo suele ser de las más preferidas al narrar el evangelio a los niños; pero
contiene una gran enseñanza para los mayores. Está en el evangelio de san Lucas,
cuya tónica especial es la misericordia y el perdón. Es decir que se fija
especialmente, más que otros evangelios, en los hechos y palabras de Jesús que
nos enseñan su gran misericordia o su corazón lleno de bondad.
Zaqueo era “jefe de
recaudadores”, lo cual para los judíos significaba ser pecador como por oficio.
Para los fariseos era “impuro” porque estaba constantemente en contacto con los
extranjeros y con monedas profanas. Esto le hacía estar considerado muy bajo en
la moral. Quizá esto un poco también lo quería expresar el apóstol con que “era
bajo de estatura”, pues se escribía mucho en símbolos. El caso es que eso era
lo que parecía al exterior, pero Dios ve el corazón y las actitudes. Y Zaqueo
“quería ver a Jesús”. El evangelio parece que se alegra ante esta actitud de
querer ver a Jesús.
Hay muchas maneras de
querer ver a Jesús. También Herodes quería ver a Jesús. Quiere que se lo
lleven, pues le tiene un poco de miedo (piensa que puede ser Juan Bautista
resucitado); pero tiene curiosidad y quiere divertirse. Zaqueo quiere ver a
Jesús porque ha oído hablar de El y de sus enseñanzas. Quizá había oído sobre
el milagro realizado con el ciego allí mismo en Jericó. Entonces hace algo
dificultoso, que nos parece casi ridículo, sin importarle lo que diga la gente.
Algo bueno tendría en su corazón en este querer ver a Jesús cuando Jesús quiere
ir a su casa a comer. El ir a comer significaba conversar, compartir la
amistad. Y esto es lo que veía mal la gente.
Jesús nos enseña aquí el
respeto hacia las personas, aunque las creamos llenas de males. Muchas veces
debajo de una mala fama se encierra un buen corazón y valores que permanecen
ocultos. Debemos dar más confianza a las personas y hacer más fácil la
rehabilitación de aquellos que han tenido momentos malos en su vida. Algunos de
éstos también quieren ver a Jesús. Quizá ni sepan expresarlo y quizá sólo sea
como una puerta abierta hacia la paz y los valores positivos. No les cerremos
la puerta, sino que seamos conductores hacia el bien. Nosotros mismos, que
creemos conocer a Jesús, debemos tener estos continuos deseos de verle más y
más. No sólo de verle por el conocimiento, sino de sentirle vivo por la fe y
experimentar su presencia.
Para Zaqueo este ir de
Jesús a su casa fue motivo de salvación. Algunas veces hemos pensado que la
conversión de Zaqueo fue instantánea por el hecho de estar Jesús en su casa.
Mucho tuvieron que hablar y mucho le diría Jesús sobre el respeto a las
personas y sobre la misericordia de Dios. El hecho es que Zaqueo tiene una decisión,
que es efectiva, mucho más de lo que decían los entendidos en leyes. Devuelve
lo robado en exceso, como la salvación de Dios, que es en abundancia, de modo
que esa salvación no es sólo para él, sino que repercute en “toda su casa”.
Cuando uno se une a Jesús por la gracia, esa gracia y la alegría que conlleva
se debe transmitir un poco hacia otros, comenzando por la propia familia.
Parece ser que Jesús no le
pidió a Zaqueo renunciar a todos sus bienes y hacerse discípulo suyo, como lo
había hecho con el joven rico con resultado negativo, o con Leví Mateo con
resultado positivo. Pero Jesús subraya que allí ha venido la salvación y le
restituye el honor de ser del linaje de Abrahán, algo que los fariseos le
negaban.
También nosotros podemos
tener esta salvación si respondemos a la llamada de Jesús que sale a nuestro
encuentro. Lo primero debemos renovar siempre las ganas de ver a Jesús. Después
debemos ser consecuentes con la visita de Jesús. Cuando recibimos la comunión,
Jesús está en nuestra casa. ¿Somos consecuentes con esa venida? Lo primero
debemos prepararnos deseando estar con Jesús. Después debemos escuchar su voz
callada en nuestro corazón, que nos pide mayor conversión a su amor y ser más
solidarios con los demás.