HOMILÍA DOMINGO XXXIV JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO -  CICLO A

PARA GANAR EL EXAMEN FINAL. CRISTO REY.

REY DESDE LA CRUZ.

La historia de la fiesta de Cristo rey del universo data de 1925 instituida por Pío XI, una respuesta a los regímenes ateos y totalitarios que negaban a Dios y los derechos de la Iglesia. Es más antiguo el contenido de la fiesta que su institución.

Cuando la fe cristiana pudo expresarse en el arte sus imágenes preferidas fueron el Buen pastor y el Pantocrátor (rey del universo que acoge la asamblea litúrgica), quizás esa era la razón para que presidiera en el ábside central toda liturgia y reunión de la comunidad.

Durante mucho tiempo la cruz se pintaba sin el crucificado; éste era representado con la corona en la cabeza, los vestidos y el talante real; regnavit a ligno Deus (Dios reina desde el leño - cruz).

En el momento de la muerte sobre la cabeza de Jesús estaba escrito: “Este es el rey de los judíos. Quienes lo acampaban lo retaban a mostrar su realeza “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.

VIVIR PARA SI MISMOS ES NEGAR A DIOS.

Es costumbre que todos los pueblos hagan fiesta a sus soberanos. Hoy el pueblo cristiano hace fiesta a su rey y señor. Un reino que el prefacio define como “de verdad y de vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz” (Prefacio).

En este reino, según el pensamiento de Pablo, segunda lectura, encontramos la redención y el perdón de los pecados; y el salmo nos define el rey con la imagen del pastor: “Si el señor es mi pastor nada me falta, en verdes praderas me hace reposar. y hacia fuente tranquilas me conduce (son fuentes no estanques).

¿Quién acompaña nuestra vida? Tú verdad y tu misericordia acompañan todos los días de mi vida; viviré en la casa, (la comunidad del Señor), por años sin término” (sal 22)

Para Ezequiel el rey seguía siendo el pastor. Las imágenes de unas ovejas descarriadas y perdidas una tras otra en un día de tiniebla y oscuridad hicieron eco en el corazón del profeta Ezequiel para pensar que Yahveh era el rey de Israel luego de haber perdido sus reyes y estar en el exilio de Babilonia, “día nebuloso y oscuro”. El profeta sabía la fidelidad del Dios a la Alianza: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas a todos los lugares por donde se dispersaron” “Yo mismo apacentaré, buscaré, curaré, cuidaré y juzgaré entre las ovejas, entre carneros y machos cabríos” (primera lectura). El anuncio novedoso del texto es que Yahvé sigue siendo el rey de Israel que los hará rebaño retornar del exilio.

El exilio de babilonia significó también el fracaso sucesivo de los reyes que se comportaron como pésimos pastores. Dios, por el contrario, tendría como cetro de rey un bastón de pastor.

Cuando Ezequiel escribió este texto ya no había más reyes en Israel, Dios los había relevado para retomar el liderazgo de Israel.

La separación entre ovejas y cabritos Dios la hará con sentimientos de pastor; quienes sean bendecidos serán tratados como hermanos y a los de la izquierda, lugar desfavorable, sinister-siniestro, los llamará maldecidos.

Los benditos de mi Padre, es decir la familia de Dios se reunirá en un reino preparado desde antiguo para entregarles allí la herencia de la vida eterna por haber dado de comer a los hambrientos, de beber a los sedientos, hospedar a los forasteros, vestir a los desnudos, visitar a los enfermos y quienes han perdido la libertad. Jesús se idéntica con los pobres de Antioquía donde vivía Mateo: “Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos conmigo lo hicieron” (evangelio). Jesús juzga en razón de los comportamientos con el mismo Jesús sufriente. En los pobres sabemos quién es el Dios nuestro.

“Quienes no lo hicieron con uno de estos más insignificantes tampoco lo hicieron conmigo” el Jesús sufriente; entonces irán al castigo eterno y los justos, el grupo de sus hermanos los pobres, a la vida eterna”

CÓMO RESPONDER LAS PREGUNTAS.

La vida eterna es una práctica permanente de solidaridad hasta convertirse en herencia de Dios como recompensa a nuestra ética de la compasión, llamada por el evangelio “obras de misericordia” La compasión requiere un trato con los pobres en su “corporeidad”, es decir, en su condición más vulnerable. Dios ha puesto en nuestros corazones su sentido de compasión para poder responder no como yo quiero sino como el hermano necesita; es una relación íntima con el sufrimiento del pobre que va más allá de crearles falsas expectativas, las que son siempre irrespetuosas con los sentimientos de quienes no pueden hacerse respetar por no tener con quien hablar.

Los maldecidos son los que se castigan así mismos por no responder a la palabra y misión de los discípulos de Jesús; son ellos mismos quienes se han excluido negando por su comportamiento con respecto a los hermanos la condición de hijos del Padre y hermanos de los otros. Así y todo, el Rey no niega la condición de hijos a los que están a la izquierda.

Ser bendecidos y maldecidos depende de nosotros. Si nos sabemos los puntos del examen final no buscados con trampas sino dados por el mismo Maestro, Jesús, como vamos a perder el examen final de la vida; más aún el único que no se gana por mérito sino por un reconocimiento gratuito.

Sin fe en el juicio final la historia personal y social y todo cuando nos rodea se convierte en un caos indescifrable.

Es providencial esta fiesta de Cristo-Rey con una Palabra de Dios propia de la navidad, para llenar este país de puentes de solidaridad, reconciliación y paz primordialmente los hermanos del Jesús sufriente, que son también hermanos nuestros.

NINGUNO PUEDE VIVIR PARA SI…

Lo más importante no es la realeza externa de Jesús o si los gobiernos lo aceptan o no como rey sino ¿Jesucristo reina en mi vida y el evangelio es el sentido de la misma? “porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco nadie muere para sí mismo. Si vivimos para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos. Así que ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos” ( Rm 14,7-11).

Vivir para sí mismo es hacerse uno fuente y principio de vida, es decir, reemplazar a Dios es cerrar la vida en uno mismo, buscar el reconocimiento de todo lo que uno hace, es tener la última palabra en lo que uno habla, es creerse dueño de la verdad; es sentirse fuerte por el dinero o por las armas.

LO QUE MAS NOS PERTENECE DE JESÚS ES SU PASCUA.

El letrero en escritura griega, latina y hebrea que había sobre la cruz de Jesús muestra la realeza que celebramos hoy: Jesús es rey porque nos salva. Nos salva, renunciando a salvarse a sí mismo.

Esta salvación que nos incluye a todos, nos permite decir y advertir “Jesús acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino”. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

A lo largo de todo el año litúrgico hemos reflexionado y celebrado nuestra experiencia humana a la luz del hombre - Jesús en quien creemos como hijo de Dios. Sus múltiples facetas de salvador, amigo, pobre, misericordioso. Pero lo que más nos pertenece de Él es su muerte y resurrección. Por eso San Pablo decía: “todo subsiste en Él”.

A la luz de la vida de Jesús un creyente toma conciencia del sentido de su vida. Por eso su reinado no tiene nada que ver con el dominio de un jefe temporal “Mi reino no es de este mundo” le dijo a Pilatos; este es un reino que está dentro del corazón del hombre: Dios ha querido conquistar el corazón del hombre por la humildad de Jesús en la cruz.

El hombre para sentirse rey, necesita ser elevado, pero la paradoja de Jesús es que es elevado en una cruz. ¿Cómo puede subsistir un reino desde la cruz? Porque es un reinado que se ejerce desde el amor; y ese amor que se niega y otras veces se ridiculiza, es lo único que subsiste en lo más profundo del hombre.

Si Jesús reina en el corazón del hombre, reinará también en la sociedad.

Nuestra manera de vivir en la casa, en la empresa, el estudio, el campo o la ciudad, es el momento y el lugar de dar testimonio de la presencia del Reino de Cristo, desde la cruz.  Este es un reinado desde la cruz porque no se sirve de nosotros, sino que nos sirve y nos libera.

No somos dueños de este reino sino herederos, es decir, llamados a reinar con Cristo. En la cruz estamos llamados a dominar todo aquello que nos esclaviza y que, finalmente, nos conduce a la muerte. Entre lo que más nos domina está el orgullo y el egoísmo. Jesús, en la cruz, los vence; y finalmente vence la muerte, nuestro último enemigo, el último fruto de nuestro mal, como síntesis de todas nuestras esclavitudes.