34ª semana del tiempo
ordinario. Sábado: Lc 21, 34-36
Estaba hablando Jesús sobre
el fin del templo y el fin del mundo; pero nos quiere advertir que lo
verdaderamente importante para cada uno es su propio fin, ya que es el
encuentro definitivo con Dios, nuestro Creador. Según sea ese encuentro, será
toda nuestra eternidad, ya que el alma es inmortal –hemos sido creados a imagen
y semejanza de Dios- y podemos tener la dicha de participar de las alegrías
eternas de nuestro Creador.
Para encontrarnos dignos de
ese encuentro y poder ser felices para siempre, debemos prepararnos, pues en
esta vida encontraremos muchos obstáculos que debemos saber sortear. Y los
obstáculos los tenemos tan cerca que son las mismas cosas que nos rodean, o
tenemos dentro de nosotros mismos. Son obstáculos cuando llegan a preocuparnos
demasiado y llegan hasta dominarnos.
Jesús habla de la
embriaguez, como un obstáculo. No se trata sólo de una embriaguez de vino, sino
en sentido general de todo lo material. Pues hay gente que está embriagado de
dinero, de comodidades, de poder, etc. Quien está embriagado por estas cosas
materiales tiene embotada la mente y el corazón. Jesús dijo que verán a Dios
los que estén limpios de corazón…
Por eso una manera de estar
preparado para el gran encuentro con Dios es estar desprendido de las cosas
materiales. Quien está muy atado a las cosas materiales no tiene ni tiempo ni
ganas de prepararse para un encuentro con el Creador. Porque Dios no sólo va a
venir al final de nuestra vida, que es lo principal, sino que muchas veces
quiere venir a nuestro encuentro por los sacramentos, especialmente en
Todo esto podría significar
el primer signo de preparación, de que nos habla Jesús: “VELAD”. Quien se
sienta libre de las demasiadas preocupaciones materiales, puede estar en vela,
aguardando al Señor para cuando quiera venir.
El otro consejo que nos da
es: “ORAD”. Orar es tener una relación afectiva y sentimental con Dios, que es
nuestro Padre, que nos ha de juzgar. Si por medio de la oración vamos
sintiéndonos hijos más amados de Dios, si vamos aumentando el contacto amoroso
con Quien nos ha de juzgar, el día que nos veamos de verdad, “cara a cara”,
será un encuentro realizado en el amor, un amor cercano y alegre, no frío y
alejado. Será un encuentro de un verdadero hijo con su Padre.
También el “orad” se
entiende en cuanto oración de petición. Si hay algo
que nos debe interesar de verdad es el estar preparados para ese encuentro
definitivo con Dios. Por lo tanto pidamos que cada día nos preparemos mejor.
Que sea una oración hecha con fe y con mucha intensidad.
Después de estas palabras
de Jesús viene el relato de su Pasión. Jesús sabe que va a morir; pero sabe que
nos debemos presentar todos ante Él para que seamos juzgados. Por eso cuanto
mejor participemos en su pasión y muerte, muertos a las ataduras materiales,
nuestro corazón estará más limpio y sano, y le podremos reconocer como nuestro
rey y Señor.