«el compromiso social de los
laicos»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el primer Domingo de Adviento
[3 de diciembre de 2017]
El Evangelio de este domingo (Mc
13,33-37), nos dice que estemos atentos y prevenidos en la esperanza: «Tengan cuidado y estén
prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento… No sea que llegue de
improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a
todos: ¡Estén prevenidos!». Este texto y la liturgia
del adviento, también nos recuerdan la esperanza de los cristianos en la
segunda venida del Señor. Es el reclamo esperanzador del Apocalipsis, hecho en
medio de dificultades y signos de muerte y que la liturgia retoma en el
adviento: «Ven Señor Jesús».
El tiempo del adviento nos prepara
para celebrar bien la Navidad. Esto debe llevarnos a revisar cómo vivimos
nuestra condición de cristianos tanto en una dimensión personal, como social. A
veces los cristianos hemos planteado casi excesivamente nuestro examen de
conciencia como algo individual y no lo hemos relacionado suficientemente con
nuestra vocación y misión. Sobre todo, los laicos que representan la gran
mayoría del pueblo de Dios, necesariamente deben revisar su rol de transformar
las realidades temporales y su condición de ciudadanos. En lo más propio de su
misión se juega el camino de la santidad.
El adviento que nos propone revisar cómo
vivimos nuestra condición de cristianos, discípulos y misioneros, debe
llevarnos especialmente a plantearnos las consecuencias comunitarias y sociales
que tienen nuestras opciones cotidianas. Esto es importante sobre todo
considerando el ambiente fuertemente materialista e individualista en el que
estamos inmersos, y con el cual corremos el riesgo de mimetizarnos dañando
nuestra condición de cristianos, y la comprensión de la santidad en relación al
bien común.
En Aparecida algunos textos son
iluminadores de los problemas culturales que debemos comprender para evaluar y
revisar nuestro compromiso cristiano. Aparecida señala que «vivimos un cambio de época,
cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del
ser humano, su relación con el mundo y con Dios… quien excluye a Dios de su
horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en
caminos equivocados y con recetas destructivas. Surge hoy, con gran fuerza, una
sobrevaloración de la subjetividad individual. Independientemente de su forma,
la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. El individualismo
debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del
tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la imaginación. Los fenómenos
sociales, económicos y tecnológicos están en la base de la profunda vivencia
del tiempo, al que se concibe fijado en el propio presente, trayendo
concepciones de inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupación
por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los
individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos
individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y
la muerte». (44)
En estos contextos culturales
fuertemente animados por grandes poderes económicos y su influencia en los
medios de comunicación social, y fuertes presiones en ámbitos políticos,
legislativos y de la educación, todos, pero especialmente el laicado cristiano
deberá revisar en su examen de conciencia de adviento cómo vive su vocación y
misión.
Desde la liturgia y la espiritualidad
del adviento nos fortalecemos en la Esperanza, porque aún comprometidos
activamente en las coyunturas cotidianas, en los fracasos y alegrías dicha
esperanza trasciende la cotidianeidad por tener su certeza en Dios.
Por eso en Aparecida se vuelve a
señalar que «son los laicos de nuestro
continente, conscientes de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a
manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de
acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito
político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se
traduce en el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia…, porque la vida
cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en
las virtudes sociales y políticas”».
(505)
La fe nos anima en la esperanza. Este
tiempo de adviento, que iniciamos preparando la Navidad, puede significar
revisar nuestras vidas, estructuras y opciones. Cambiar es salir de nuestras
flaquezas y sombras personales y sociales, para abrir nuestro corazón a Jesús,
que quiere nacer…
¡Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo!
Mons. Juan
Rubén Martínez,
obispo de Posadas