DOMINGO
2º. ADVIENTO, CICLO B
SIN
CRUZ EN EL SLUELO, NADIE VA AL CIELO.
Imagina por un momento que no existe
nada de lo que conocemos como medios de comunicación social, radio, teléfono,
periódico, y menos internet ni Tablet ni nada que se le parezca y tienes un
mensaje importante que comunicar. ¿Cómo lo harías? Pues sólo a través de un
mensajero que fuera preparando los corazones para dar tu mensaje. Y ese fue el
camino que Cristo escogió para dar su mensaje de salvación. Tuvo muchos
enviados a través de los siglos, que
mantuvieron la esperanza de que un día se presentaría entre ellos, pero el que
mejor cumplió su cometido fue Juan el Bautista , un hombre sincero, fiel,
generoso, pero además, leal y entregado
a la misión que se le había confiado, a
tal grado que llegaron a confundirlo con el enviado, sin embargo fue tan sincero como para decir: “no, yo no soy, yo sólo soy un mensajero , un
enviado, y ya viene detrás de mí uno que
es más poderoso que yo, uno ante quién no merezco ni siquiera inclinarme para
desatarle la correa de sus sandalias”.
El Bautista cumplió a la perfección su
misión, preparar el camino para la llegada del Salvador. Su aspecto no era de
lo mejor, ni algo para ser imitado, algo extravagante, vestido muy
extraño, pero la sinceridad de su vida,
convencía a las gentes, que dejaban la comodidad de Jerusalén, para ir al desierto, como la
incomodidad que eso suponía, para escuchar la palabra del Bautista que animaba a una conversión sincera, a cambiar de vida y a vivir preparados para un
encuentro muy especial con el que
traería palabras de vida eterna. Esa
palabra ya tenía inspiración de siglos, cuando Isaías levantaba su voz
diciendo: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablan al
corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tempo de su servidumbre y que ya ha
satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha
recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados.
Y como si Isaías hubiera vivido en
tiempos de Cristo, se oía la voz del Bautista: “Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una
calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se
rebajan, que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane, Entonces se
revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. Los grandes de la tierra, disponían de
embajadores que prepararan los caminos y preparaban la mansión del señor que
llegaba a visitar a los suyos.
Ese fue el cometido del Bautista, que
se desgañitaba en las márgenes del Jordán, y a las gentes que convertían su
corazón, les bautizaba sumergiéndoles en las aguas del río.
Pero tenemos que volver a la
sinceridad del Bautista, que bautizaba, sí, a todos cuantos lo desearan, pero
con un bautismo que era un anticipo del verdadero bautismo, el de Cristo Jesús:
“yo les he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu
Santo.
Ya así queda despejando el camino para
que el evangelista San Marcos pueda presentarnos a Jesús, pero no de cualquier
manera sino como el Cristo, el enviado del Padre, el Mesías, el Salvador: “Este
es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del
poeta Isaías está escrito: “he aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,
a preparar tu camino: Voz del que clama en el desierto: “Prepararen el camino
del Señor, enderecen sus senderos.
Y ahí podría quedarse la mirada, con el
advenimiento del Salvador, pero visto como un acortamiento del pasado, pero
todo lo contrario, Cristo preparará nuestra mirada, para el advenimiento de la
nueva vida que nos describe el apóstol San Pedro: “puesto que todo va a ser
destruido, piensen con cuanta santidad y
entrega deben vivir ustedes, esperando y
apresurando el advenimiento del Señor,
cuando desaparecerán los cielos,
consumidos por el fuego y se derritan los elementos. Pero nosotros confiamos en
la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en la que
habite la justicia. Por lo tanto queridos, hermanos, apoyados en esta
esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz, con él, sin
mancha ni reproche”
Con esta mirada en esos cielos nuevos
y en esa tierra nueva que nos anuncia San Pedro, comencemos en la esperanza y
en el amor a nuestros semejantes, este nuevo ciclo del año litúrgico que el
Señor nos concede comenzar, recordando que nosotros hoy tenemos que hacer las
veces del Bautista, anunciado a todas las gentes que el Señor ya está con
nosotros.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda
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