2ª semana de Adviento. Sábado: MT 17, 10-13

En esta parte central del Adviento la Iglesia nos pone delante el mensaje y la figura de san Juan bautista. Especialmente se refiere a él en los domingos 2 y 3 de Adviento para ayudarnos a preparar los caminos al Señor. Hoy Jesús mismo le compara al gran profeta Elías.

Bajaba Jesús del monte de la Transfiguración, junto con sus tres apóstoles predilectos. Ellos habían visto hablando con Jesús transfigurado a dos de los más excelsos personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías. En ese momento de la bajada alguno de ellos, recordando algunos aspectos externos de lo sucedido, comienza a hablar de Elías. Recuerdan lo que se decía sobre que Elías iba a volver a predicar antes de que llegase el Mesías.

 La creencia popular era tan grande, y también entre los escribas o entendidos en la Ley, que los enemigos de Jesús se basaban en ello para declarar que Jesús no era el Mesías, ya que Elías no había venido. Es que tomaban en sentido demasiado material las palabras del profeta Malaquías (3,23) cuando proclamaba: “He aquí que envío mi profeta Elías antes de que venga el gran y terrible día del Señor”.

Así pues, cuando los apóstoles le recordaron a Jesús esta creencia de los mismos escribas o intérpretes de la Ley, les dijo que “Elías ha venido ya”. Los apóstoles no estaban entonces con ánimos de hacer muchas preguntas, demasiado impresionados por lo sucedido. Quizá no se atrevieron a preguntarle más. El hecho es que, sin responder directamente, los apóstoles se quedaron con la persuasión de que Jesús se estaba refiriendo a Juan el Bautista. Él era quien, antes de venir el Mesías, había estado predicando con el “fuego” del profeta Elías.

Hoy Jesús nos enseña una verdad importante en la interpretación de la Biblia. Para algunos la Biblia, al ser palabra de Dios, no puede ser corregida ni ver otro sentido que lo que dicen materialmente las palabras. Es decir, leen la Biblia al pie de la letra. La Iglesia, depositaria de las verdades de Jesús para interpretar sus palabras, nos enseña que, al escribir los autores materiales la palabra de Dios, lo hacen con su estilo y sus motivaciones particulares. Es decir, que debemos atender, al leer la Biblia, a los géneros literarios. No se dice lo mismo una verdad como narración o como epopeya cargada de imágenes laudatorias.

Por eso hay que mirar en muchos textos el aspecto figurativo. Esto es lo que Jesús nos quiere decir hoy al proclamar que ha vuelto Elías, del que se decía que debía venir a proclamar al Mesías. Era Juan Bautista. De hecho, en torno al Bautista había una creencia de que era algún gran profeta que había vuelto a la vida para predicar con ese entusiasmo y vigor. Así algunos le llamaban un segundo Elías.

Hoy, en la primera lectura, el libro del Eclesiástico describe, de modo sintético, el valor del profeta Elías. Dice que es “un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido”. En la Biblia la presencia del fuego es un símbolo de la presencia de Dios. Aparece muchas veces. Recordamos cómo el día de Pentecostés la presencia del Espíritu Santo se simbolizó principalmente por la presencia de llamas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles. Ser portador de “palabras de fuego” significaba ser portador de la “palabra de Dios”.

Nos dice Jesús hoy que, si los enemigos no quisieron aceptar a Juan Bautista como precursor, tampoco le querrán aceptar a él como Mesías. Nosotros, en este tiempo de Adviento, estemos prontos para aceptar el mensaje de conversión del Bautista para recibir más dignamente a Jesús en nuestro corazón.

En la Biblia no juzguemos sólo por lo que se ve por encima, sino que, partiendo de las palabras claras de Jesús sobre la salvación y el amor, sepamos ver en cada acontecimiento de la vida la salvación y el inmenso amor de Dios.