DOMINGO II TIEMPO ADVIENTO -  CICLO B-  

LO QUE DEJO Y PRONOSTICÓ JUAN

¿Qué pudo no gustarle a Juan para que dejara el templo de su padre Zacarías y la casa de madre, Isabel? Quizás que comprendía su misión más en la línea de Isaías (reparador de brechas (Is 58,12) que la herencia litúrgica de su padre en el servicio exclusivo de Dios. Pudo haber ocurrido también que al sentirse tan encerrado en la ley religiosa judía quería tomar distancia de la mentalidad de los sacerdotes de su tiempo normativos y moralistas a más no poder. En el desierto lo encontró el espiritado Dios, la palabra que lo iría orientando hacia una conversión que implicaba lo siguiente: No esperar al Mesías en enmarcado la ley y el pecado como transgresión. Tener compasión al sufrimiento de la gente, antes que al pecado cometido que debía ser castigado estaba la compasión. Dejar de pensar tanto en los pecados que en la compasión que requería la gente. Esto requería un lenguaje distinto al de; “raza de víboras, el hacha está puesta a la raíz de los árboles y el árbol que no de fruto será cortado” En este sentido Juan nos refleja a todos como personas u opciones religiosas que mantenemos más preocupación por el pecado que por el sufrimiento que este produce. Juan es asceta en su forma de vestir y de comer; su religión era muy problemática porque se centraba en el mal moral, el pecado de las personas; dejando por fuera el mal físico y el sufrimiento. Juan entendía el pecado como una ofensa que irritaba a Dios provocando su castigo. Para Juan el pecado era una violación de la ley que escandalizaba; una mancha que ensuciaba a los pecadores. Su predicación y bautismo era para quienes ofendían a Dios y se oponían a la ley. Lo que a Juan Bautista le interesaba era luchar contra los pecados que ofendían a Dios. En este contexto ubicaba Juan el bautismo de penitencia para el perdón de los pecados; y tener así una Nación pura. Así cumplía lo escrito por el profeta Isaías (evangelio). Las religiones han centrado más sus preocupaciones en el pecado que en el sufrimiento que produce el pecado.

LO QUE INICIÓ JESÚS  

La misión de esa erra humana y no exclusivamente moral Lo original de Juan fue que aun siendo su conducta judía proclamaba un evangelio (buena noticia). “Ya viene detrás de mi uno que es más poderoso que yo, uno a quien yo no merezco siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo le he bautizado a ustedes con agua, pero El los bautizará con el espíritu Santo” (evangelio).

Es de simple lógica decir que los bautismos de Juan y Jesús eran totalmente distintos: y las imágenes dios absolutamente disimiles.

¡EN DONDE ESTAMOS!

Una pregunta: ¿En cuál Dios creemos y cual bautismo hemos recibido: el de Juan o el de Jesús? La conversión se inicia, o es, el cambio de imagen de Dios. No es otra cosa diferente al cambio de Dios justiciero y vengativo al Dios compasivo y misericordioso. Se trata de reconocer a un Dios encarnado, que vive en nuestro interior, y que se llama el Espíritu Santo que nos transforma desde nuestro interior para impulsarnos a servir a los demás.

El hombre requiere de otra iniciación a la vida, otra clase de bautismo para encontrarse y descubrir a Dios. Esto lo sabía Juan muy bien, tanto que se sentía servidor, insinuante y sin poder; tras de mi vendrá quien realmente tiene poder y fortaleza. Él os bautizará en espíritu y fuego. Hasta Juan llegaron la ley y los profetas y ahí comienza Jesús con el anuncio del Reino.

Juan bautista marca el final de una etapa mientras Jesús es el inicio de una nueva; como indica Pedro a su comunidad: “Queridos hermanos; apoyados en esta esperanza, el evangelio, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Por tanto, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con El, sin mancha ni reproche (Segunda lectura)

“La misericordia y la paz se encontraron, la justicia y la paz se besaron; la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo (Sal 84).