COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Segundo
de Adviento, Ciclo B
Evangelio
según San Marcos 1, 1-8 (ciclo B)
Comienzo
de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el
libro del profeta Isaías: ‘Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para
prepararte el camino.’ Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto,
proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la
gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían
bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido
con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y
miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar
la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo".
ADVIENTO
2: NECESIDAD DE UNA CONVERSION
PROFUNDA
La presencia de Dios en los pueblos,
en la historia de la humanidad; cómo Dios fue eligiendo al pueblo de Israel, su
pueblo, para manifestarse, para acercarse, para ser reconocido; ese Dios que ha
hecho una alianza con este pueblo y que en un momento le dijo: “a partir de
este momento tú serás mi pueblo, pero yo para ti seré tu Dios”; esa alianza que
no la quebranta jamás. Nosotros nos podemos apartar, alejar, ser indiferentes,
pero Dios no se alejará jamás.
Hay mediadores, que son los enviados
para llevar un mensaje, un contenido. Juan el Bautista, el último de los Profetas,
es el que tiene la misión de anunciar la llegada de Jesucristo. Él ha sido
enviado y, obediente, está preparando el camino para el encuentro con
Jesucristo.
Allana el camino, como cuando uno
tiene que hacer un pavimento, o construir una pared, mide bien los cimientos,
luego los ladrillos, el encofrado grueso y para terminar hace el encofrado
fino; hay un proceso, hay tiempos. Así mismo, la presencia de Juan el Bautista,
el enviado, es para que nos preparemos bien al encuentro con Jesucristo. Él nos
invita a tener un proceso de conversión.
A veces uno puede decir “¡uy, siempre
la Iglesia con lo mismo!, nos pide conversión, nos pide penitencia”, es que es
así. Somos frágiles, somos pecadores, somos cambiantes, somos inestables;
tenemos una grandísima humanidad pero otras veces, y al mismo tiempo, somos tan
pequeños y tan inhumanos; la contradicción está.
Esa contradicción está en los demás
pero también está en cada uno de nosotros. Juan el Bautista nos invita a un
proceso de conversión, cambio del corazón. Y frente a este cambio de época, en
el que todos estamos insertos, tenemos que tener una conversión profunda: a los
valores, a las enseñanzas del Evangelio, a la doctrina de la Iglesia, al
respeto por el otro, por los otros; el camino de conversión es importante.
¡Quien lo niega y dice que no necesita de la conversión, diciendo que ya está
como acabado, resuelto, como si todo estuviera bien, se engaña!
Uno de los reglamentos más grandes, de
los mecanismos que existe en sicología me parece que es el mecanismo de
negación: para no cambiar, se niega el problema, se niega la situación y, como
se niega, no habrá cambio ni transformación. El mecanismo de defensa es la
decisión de querer seguir permaneciendo en la misma situación. Conversión
pastoral, en los Obispo; conversión del corazón, conversión personal y cada uno
de nosotros estamos llamados a esto.
Que nos preparemos para ese encuentro
poniendo en concreto, en el presente, cosas claras para que estos medios nos
permitan alcanzar el fin.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén