21 de Diciembre: Lc 1, 39-45

La primera lectura de la misa de hoy es del Cantar de los Cantares. Es un libro en que muestra en primer lugar el ideal de amor en un matrimonio. Este ideal de amor se aplica de una manera eminente al amor de Dios por la humanidad. En estos próximos días de Navidad debemos contemplar ese amor de Dios hecho visible en Jesús, Hijo de Dios, que nace pobre en Belén para mejor salvarnos. En este día también se aplica al amor de la Virgen María. Ella ha oído del ángel que su prima Isabel, que es bastante mayor, va a tener un hijo y ya está en el sexto mes. Por eso María va a ayudarla; pero no sólo va, sino que corre presurosa por aquellos montes para llegar cuanto antes a realizar el bien, corre para ayudar, como el “esposo” que va saltando, según el Cantar.

En esta semana de preparación para la Navidad en que se nos presentan los sucesos antes del nacimiento de Jesús, hoy se nos expone la Visitación de María a su prima Isabel. Hay grandes virtudes que nos deben servir para prepararnos mejor a la Navidad. Lo primero, que ya hemos dicho algo, es la caridad. María no va para decir con orgullo lo que el ángel le ha dicho. Ella se hubiera quedado tranquilamente en casa alabando a Dios y dándole gracias por tan gran bondad. María va porque se da cuenta que su prima, siendo mayor y estando en el sexto mes, necesitaría alguna persona joven con ella, como ayuda. Ayuda para todo, no sólo para la persona, sino para las faenas de la casa, limpiar, cocinar, etc. Eso es lo que haría María en aquellos tres meses. Pero haciendo esas labores sencillas con amor, estaba glorificando a Dios. 

Así es la Navidad. Siempre se nos habla en estos días de compartir. No sería una verdadera Navidad para aquel que no sepa dar algo. A veces nos quedamos sólo en las cosas materiales, que también hay que compartir; pero luego hay muchos otros bienes espirituales. María e Isabel, con la ayuda del Espíritu Santo, compartieron sus maternidades, porque Isabel sintió que la que entraba en su casa era la Madre del Señor; compartieron las bendiciones de Dios y la buena noticia de la presencia de Dios entre nosotros. Que en esta Navidad nosotros seamos también portadores de buenas noticias a nuestros hermanos, la buena noticia de Jesús. Y compartieron la alegría.

La alegría es algo esencial en este suceso de la visitación. María va con alegría; pero Isabel igualmente siente la alegría al ver a María; y alegría siente el niño Juan, aún en el vientre de su madre Isabel. María es proclamada “dichosa” por Isabel: “porque ha creído”. Quizá con esa expresión estaba describiendo la diferencia con Zacarías que no creyó. También nosotros seremos mucho más felices si creemos en la Navidad. Hay muchas personas que en estos días se gastan mucho dinero, buscan muchas maneras de alegrarse; pero será muy pasajera esta alegría si no creen en la Navidad. Creer en la Navidad es tener la vivencia de que Cristo nació entre nosotros; pero que vuelve a nacer cuando hacemos una obra buena, cuando compartimos, cuando buscamos hacer alegres a los pobres y sencillos, a todos cuantos nos rodeen.

En el saludo de Isabel a María hay referencias de textos del Antiguo Testamento referentes a mujeres importantes, como Judith, Ester o Rut. María lleva a plenitud toda la revelación y todas las virtudes del Ant. Testamento. A las palabras congratulatorias de Isabel, María responde con el “Magnificat”, que se leerá en el evangelio de mañana. Es como la proclamación de la nueva Revelación del amor de Dios en el Nuevo Testamento. Lleva la salvación en su seno y lleva la gran noticia al pueblo. Con este espíritu de hacer el bien debemos entrar en la Navidad: Comunicar alegría y dar esperanza a un mundo, que en gran parte sólo siente el frío del metal. Estar al servicio del necesitado es una consecuencia normal de llevar a Dios en el corazón. Habrá acontecimientos de la vida donde nos cueste contemplar a Dios; pero nuestra fe nos dice que también ahí está Dios y en cualquier momento podemos sentir que Dios nace con su pleno amor en medio de nosotros.