«el misterio del amor»

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,

para el cuarto Domingo de Adviento

[24 de diciembre de 2017]

 

Este es el último domingo de adviento. Por la noche celebraremos con gozo el gran acontecimiento del Nacimiento de Jesús.

La espera y expectativa de los contemporáneos de Jesús en la llegada del Mesías, es actualizada por la liturgia del adviento, que nos prepara para este nacimiento. El Evangelio de este fin de semana (Lc. 1,26-38), nos sitúa ante «la Encarnación», el anuncio del Ángel a María, este gran «Misterio de Amor» que Dios ha tenido con la humanidad. El haberse hecho uno de nosotros. Jesucristo es el Dios con nosotros, el Emmanuel. Y es en este misterio de amor que el «» de María permite la Encarnación. Ese «» es el «» de la esperanza que debemos renovar los cristianos ante el pesebre de Belén.

Nuestro tiempo nos presenta situaciones exigentes. El documento del Episcopado argentino, «Navega mar adentro», nos señala los desafíos que debemos enfrentar para la Evangelización en la Argentina. La crisis de la civilización, la búsqueda de Dios, el escándalo de la pobreza y la exclusión social, la crisis del matrimonio y la familia, la necesidad de mayor comunión. En medio de estas situaciones la Navidad nos enseña a no olvidar lo importante. En Belén celebramos el nacimiento del «Dios hecho hombre», nacido en la marginalidad de un pesebre. Esto nos permite comprender el lenguaje de Dios. Las grandes respuestas las podremos dar desde la sencillez, desde lo pequeño y humilde.

Es cierto que nuestro tiempo tan consumista nos puede jugar en contra. Lamentablemente vemos como las fiestas fundamentales como la Navidad se van vaciando de su sentido. ¿Cuántas familias se reúnen, festejan y se olvidan el sentido y el porqué del festejo? ¿Cuántos saludos de fin de año y deseos de felicidad siguen marginando a Jesús?

Es cierto que hay quienes no creen en Dios y otros que pertenecen a grupos religiosos que no creen en Cristo, pero son muchos los que se dicen cristianos. Sin embargo, son muchísimos los que diciéndose tales, no practican su fe. Nuestra cultura, de profunda raíz católica, conserva en su acervo, mucho de esta religiosidad cristiana que, no obstante, se va diluyendo en prácticas que desconocen u olvidan los contenidos de la fe que la fundaron.

La fe necesita ser compartida y requiere nuestro compromiso y búsqueda de comunión con otros hermanos que están en el mismo camino. La fe tiene una necesaria dimensión comunitaria, por eso el Señor fundó su Iglesia. Nuestro tiempo caracterizado por el consumismo tiende al individualismo y por lo tanto es subjetivista. Hay una fuerte tendencia en los cristianos influidos por la época a ir acomodando la fe al propio parecer, a los propios criterios y afectos.

El pesebre nos ayuda a convertirnos, nos permite comprender que no necesitamos mucho para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos la pequeñez, la necesidad de la humildad, la grandeza y la esperanza. La Navidad es un tiempo apropiado para «volver a la Casa del Padre» sabiendo que el camino que Él nos propone es el que nos permitirá ser realmente felices

Ya próximos a la Navidad es importante señalar que solamente podremos volver a Dios revisando nuestra vida y cambiándola a través de actos concretos en las realidades que nos tocan transitar.

En esta Navidad participemos de las distintas celebraciones litúrgicas, coloquemos un pesebre en nuestros hogares y recemos juntos, en familia. ¿Rezar? Sí, rezar juntos. Seguramente la oración nos permitirá descubrir un nuevo sentido al encuentro familiar y con nuestros amigos. El colocar a Jesús en el pesebre de nuestro corazón y de nuestras familias nos permitirá augurar tiempos mejores. Ante la proximidad de la Navidad pido a cada familia e invito a todos, especialmente a los que están solos, presos o enfermos, a que preparemos nuestro corazón en la esperanza, porque el «Niño Dios» está por nacer.

¡Feliz Navidad!

Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.