Día 2 de
Enero: Jn 1, 19-28
En el tiempo de Adviento
veíamos en el evangelio escenas parecidas a ésta. Veíamos a san Juan Bautista
preparando el camino del Señor, que es ir preparando los corazones para recibir
dignamente al Mesías. Hoy, al comenzar este nuevo año, consideramos esta escena
especialmente para recoger el mensaje del Bautista que nos dice que entre
nosotros está uno más grande que él, que es Cristo el Salvador. Su presencia debe dominar nuestros corazones y
espíritus todo este año y toda la vida.
Los fariseos que estaban en
Jerusalén, estaban impresionados con lo que se hablaba de Juan, quien junto al
río Jordán arrastraba tras sí muchedumbres, y que con su palabra y su
comportamiento hacía que muchos se bautizasen. En Jerusalén se decía que podía
ser el Mesías. Por eso enviaron algunos para preguntarle quién era. Juan
Bautista podía haber seguido la corriente de que era el Mesías; pero fue
humilde y dijo claramente, no sólo que no era el Mesías, sino tampoco Elías ni
ningún otro profeta. Lo que sí dijo de sí mismo es que era “la voz que grita en
el desierto”.
San Agustín explica muy
bien la diferencia entre la voz y la palabra para diferenciar a Juan Bautista
de Jesús. Para que una palabra llegue a nosotros, se necesita la voz. Primero
es la palabra, que se produce en el interior de quien la va a pronunciar. Luego
la manda por medio de la voz. A nosotros nos llega primero la voz, pero la
palabra es la que penetra en la mente. Si sólo hay voz, dice el santo, pero no
palabra, llega al oído, pero no edifica el corazón. A veces es difícil
distinguir la voz de la palabra, y por eso tomaron a Juan por el Mesías; pero
la voz se reconoció a sí misma para no ofender a la palabra. A estas consideraciones de san Agustín
podemos añadir que lo importante es la palabra, aunque en muchos casos es bueno
tener altavoces para que la palabra llegue a más personas. San Juan era la voz
y era también el altavoz.
En este comienzo de año
debemos prometer ser altavoces de
Aquí “confesar” significa
no sólo aceptarle con el entendimiento, sino con las obras. Es el conocer que
nos habla el Bautista. Se trata de un conocimiento interno, que nos hace amarle
más y seguirle. Hay personas que afirman que Jesús fue un gran hombre del cual
se sirvió Dios para enseñarnos sus mensajes. Juan Evangelista va más allá para
confirmarnos que Jesús es igual al Padre.
“Confesar al Hijo” también
significa ser testigos. De san Juan Bautista dice el evangelio que no era la
luz, pero era testigo de la luz. Este es un gran mensaje para nosotros al
comienzo del año: ser testigos de
Debemos ser testigos de
Jesús que “está entre nosotros”. Este es un gran mensaje que nos deja hoy el
Bautista. Claro que sabemos que Jesús está en el
Sagrario, en la oración, en el corazón de quien le ama; pero también está en el
necesitado, en el encarcelado, en el niño, en el anciano... A veces cuesta
reconocerle, porque estamos muy metidos en tantas preocupaciones materiales de
una forma muy egoísta. Debemos ser testigos de la luz para llevar un rayo de
esperanza a tantos desilusionados; debemos iluminar el verdadero sentido de la
vida.