Día 5 de Enero: Jn 1, 43-51

Desde el comienzo de su predicación Jesús busca colaboradores o más bien podemos decir que busca amigos. Según aparece en el evangelio de Juan, ya había hecho amistad con Juan y Andrés y con el hermano de éste, que era Pedro. Estos dos hermanos eran de Betsaida. Para allí se dirige Jesús. Y quizá mediante aquellos dos hermanos traba amistad con otro del pueblo de Betsaida. Era Felipe, un hombre al parecer bueno y sencillo. El caso es que Felipe queda entusiasmado con el trato de Jesús, tanto que cuando se encuentra con su amigo Natanael, empieza a contarle maravillas del tal Jesús, nada menos diciéndole que es el Mesías anunciado por la ley y los profetas. Natanael parece ser que era una especie de doctor en la ley. Por eso le habla de la ley y los profetas. Y por eso parece estar debajo de la higuera como solían hablar los pequeños doctores de pueblo. Y por eso también desprecia a los humildes, como eran los de Nazaret. Resulta que ni en todo el Ant. Testamento se hablaba una sola vez de Nazaret. ¿Cómo, pues, podía salir el Mesías de allí? Pero era hombre práctico y leal. Y como Felipe lo sabía, le dice: “Ven y verás”. Y van a ver a Jesús.

Hoy también Jesús busca amigos. Y quiere buscarlos a través de nosotros. Lo normal sería invitarlos a un encuentro con el Señor. Puede ser una invitación a un cursillo u otra clase de convivencia. Pero debería ser algo por lo cual pueda llegar a tener ese encuentro personal con Dios. No debemos tener prejuicios ante algunas personas en particular: o porque sean pobres y marginados, como lo tenía Natanael ante Jesús. Dios mira sobre todo el corazón y pueden ser personas de gran valía ante Dios. Habrá personas que tengan un gran prejuicio por la Iglesia y todo lo que sea religión. Seguramente, al tener un corazón materialista, lo ven todo a través de ese prisma, porque les falta fe. A ellos sepamos decirles, como Felipe a Natanael: “Ven y verás”. Y, como la fe es un don de Dios, que viene con nuestra cooperación, hagamos oración y demos testimonio con nuestra vida para que el amigo pueda “ver”.

El ver en el evangelio de san Juan no es sólo un ver material, sino un interior convencimiento y un creer con el espíritu. Algo muy bueno que tenía Natanael era su lealtad y sinceridad, que Jesús apreció desde el primer momento. Puede ser que encontremos personas que exteriormente hasta se burlen de nosotros, como parecía que hacía Natanael, pero es necesaria una disposición de creer lo que comprendamos ser verdadero. Ante una disposición noble y leal basta decir: “Ven y verás”.

En el encuentro se da un proceso gradual en el conocimiento que va adquiriendo Natanael acerca de Jesús. Primero le ve como un hombre normal; luego le proclama como el Mesías y termina reconociendo su divinidad. Dicen los entendidos que aquí el evangelista quiso poner en forma rápida lo que es una catequesis en el conocimiento de Jesús. De hecho Jesús le dice: “Mayores cosas verás”. No nos basta con un sencillo encuentro con el Señor. De hecho constantemente debemos aspirar al crecimiento en nuestra fe, en el conocimiento externo e interno de Dios. Para ello debemos seguir en nuevos encuentros. La misa dominical debería ser un encuentro, si se hace con viveza y mucha fe; pero necesitamos a veces apartarnos de la vida normal, que nos induce tanto a lo material, para encontrarnos de nuevo y más profundamente con el señor. Entonces será una realidad la promesa de Jesús de que “veremos” cosas mayores.

Y termina el evangelio de hoy con una proclamación de la grandeza de Jesús, que está por encima de los ángeles. Recuerda la escena que vió Jacob sobre la escala que había entre el cielo y la tierra por la que subían y bajaban los ángeles. Ellos bajaban ahora para servir al “Señor de cielo y tierra”. Es una de las pocas veces que habla el evangelio sobre los ángeles. Por medio de ellos, y sobre todo de nuestro ángel de la guarda, sabemos que nuestras oraciones y obras buenas suben hasta el trono de Dios, y desde allí bajan con sus dones para llenarnos de su gracia y su amor.