1ª semana del tiempo ordinario. Jueves: Mc 1, 40-45

Hoy nos trae el evangelio de san Marcos la primera curación de Jesús a un leproso. Podemos decir que el desarrollo de esta narración nos da el esquema de lo que serán otras curaciones que Jesús realiza sobre éstos y otros enfermos: El enfermo se acerca a Jesús con fe, Jesús siente compasión y le estimula a que tenga más fe, realiza el milagro, soluciona los problemas sociales por causa de la enfermedad y quiere que el milagro pase desapercibido.

La lepra en aquel tiempo no sólo era tenida como tal la enfermedad como hoy se considera, sino diversas enfermedades de la piel que, por no conocer su origen ni su curación, los enfermos eran tenidos contaminosos y eran apartados de la sociedad. Este desprecio y alejamiento era algo que le hacía sufrir a Jesús y que le hace tener hacia esos enfermos una gran compasión. El evangelio, que no suele describir sentimientos concretos en Jesús, hoy nos dice que Jesús, al ver al leproso “sintió lástima”, se enterneció o sintió compasión. Esta es una llamada para nosotros que, por ser cristianos, como decía san Pablo, debemos “tener los sentimientos de Cristo”.

Tener compasión es “padecer con”. Es la capacidad de sentir en nuestra carne lo que el prójimo está sintiendo en la suya; es saber entrar en la sensibilidad de nuestros semejantes para hacerla nuestra; es incorporar a nuestra experiencia el dolor del otro, sea pequeño o grande, con lo cual nuestra comunicación humana será más auténtica; y es comprender al otro, aunque comprendamos que merece castigo. Por eso no seamos duros ni siquiera en las cosas justas: oigamos con respeto a quienes tenemos que corregir, pues comprendamos que quien se equivoca, sufre por ello. Debemos amar a quien toma decisiones equivocadas en épocas malas de su vida. Precisamente por ello necesita de compasión y comprensión para que pueda reorientar su vida. Y esto lo debemos hacer como hermanos y amigos cristianos.

Jesús se acerca al leproso y le toca para curarle. Quizá con ello quiere manifestar que no está de acuerdo con aquellas normas de segregación social. En varios momentos de su vida Jesús nos enseña que las leyes no pueden estar por encima de la caridad o del valor humano. Las leyes no se pueden considerar absolutas, si no son para ayudar a la humanidad. Sin embargo, por el bien común, tendremos que seguir muchas normas sociales, aunque quizá no estemos de acuerdo. Una de aquellas leyes era el que los leprosos, si eran curados, debían obtener una certificación de los sacerdotes para incorporarse a la sociedad. Como esto era un gran bien para aquel enfermo, Jesús aprovecha la ley y se lo manda hacer a aquel leproso.

En nuestras sociedades también encontramos gente excluida de alguna manera: pueden ser enfermos de SIDA, encarcelados, etc. Tener compasión no es sólo sentir, sino hacer algo que esté en nuestras manos para dar soluciones. Nosotros también, de una u otra manera, estamos enfermos en el cuerpo y más en el alma. Acudamos a Jesús con fe y le digamos: “Señor, si quieres, puedes curarme”.

Jesús le dijo muy seriamente al que había sido enfermo que no lo dijera a nadie. No se trataba de pasar desconocido ni era una falsa modestia. Se trataba de que aquella sociedad no estaba preparada aún para comprender lo que era el verdadero espíritu de Jesús, ni lo que significaba para Él el ser Mesías. La gente, como muchos hoy, sólo piensa en cosas espectaculares que puede haber en la religión. Ser Mesías, o ser cristiano hoy, es sobre todo sentirnos hermanos todos, especialmente con los enfermos, con los marginados y los pobres, con los que sufren, y tener los sentimientos de Cristo, que son la compasión, la misericordia y el perdón. Pero, si hemos sentido en nuestro ser, la purificación y la gracia del Señor, no temamos publicar su misericordia, para que otros muchos puedan acercarse a la fuente de la gracia, que es Cristo, que nos espera a todos, especialmente en la Eucaristía.