FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR, CICLO B

EL ESFUERZO NO ES CAMINO RADICAL DE RENOVACIÓN.

 

La Iglesia no tiene grandes preocupaciones biográficas con respecto a Jesús. El mensaje fundamental es como Dios apareció en la condición humana revelándose en Jesucristo.

 

Antiguamente el bautismo de Jesús se celebraba en la fiesta de la Epifanía porque la tradición veía la manifestación de Jesús como Hijo de Dios en el bautismo. La Liturgia occidental separó las dos fiestas por considerarlas dos énfasis distintos.

La escena del bautismo de Jesús en el Jordán es otra imagen, pero no tan distante de los magos porque es el cielo quien toca la tierra y lo humano en Cristo asciende hasta el cielo. De un lado esta Juan Bautista el mayor que ha traído la humanidad y de otro, Jesús la mayor verdad de Dios. El relato de Marcos del bautismo de Jesús no es solo un rito sino una experiencia mística. Más que un signo de Jesús es la escucha viva de la palabra en la voz del Padre y la fuerza del Espíritu Santo. Juan representaba el esfuerzo de todo hombre de purificarse y renovarse por el agua del Jordán. Pero el camino radical de la renovación del hombre nunca llega por el esfuerzo.

 

HAY OTRA INICIACIÓN DE VIDA.

 

El hombre requiere de otra iniciación a la vida, otra clase de bautismo para encontrarse y descubrir a Dios. Esto lo sabía Juan muy bien, tanto que se sentía servidor, insignificante y sin poder; “Tras de mi vendrá quien realmente tiene poder y fortaleza. Él os bautizará en espíritu y fuego”.

 

TOCAR LO QUE HEMOS SOÑADO.

 

Ya no tenemos que preocuparnos más por limpiar lo que en nosotros está sucio; mejor podemos vivir con la alegría y dignidad de lo que somos: hijos de Dios Padre en Jesucristo con la fuerza del Espíritu Santo. Si los cielos se abren en el bautismo de Jesús es para creer en Jesucristo y en bautismo que nos da por medio de la Iglesia. Con Jesús termina el bautismo de agua e inaugura el del “Espíritu” que es el mismo de la Iglesia. En el Jordán no fue el agua la que santificó a Jesús sino Jesús quien santificó el agua; y no sólo la del Jordán sino la de todos los baptisterios del mundo.

 

Cuando se nos sumerge en el agua por tres veces se nos une a Cristo quien por tres días fue sepultado bajo tierra y al tercer día resucitó. Pablo comprendía este misterio así: “¿No sabéis que cuando somos bautizados en Cristo estamos siendo bautizados en su muerte?... como Cristo resucitó también nosotros podremos caminar en una vida nueva” (Rm 6,3-4).

Al gesto de sumergirnos y sacarnos del agua para evocar la muerte y resurrección de Jesús corresponde las palabras: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Que medios tan simples para resultados tan grandiosos, que signo tan pequeño para una realidad tan profunda; así es todo lo de Dios.

 

Después del rito cuando levantemos los niños(as) para presentarnos a la comunidad como nuevos hijos de Dios el aplauso de ésta es primero para Jesucristo porque el bautizado es su trofeo. Jesucristo ha vencido en el bautizado y para él, la muerte.

 

EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS.

 

El don de Dios que se entrega a los niños(as) en el bautismo pasa también por un tercero que es la comunidad de creyentes y particularmente los padres y padrinos del(la) niño(a) quienes participan de su fe a los hijos hasta que ellos tengan la madurez de asumirlo en su total dimensión y profundidad.

 

La familia es el terreno correcto y preciso para que la semilla de la vida nueva y eterna que ha sido sembrada en el(la) niño(a) crezca y madure adecuadamente.

 

Si el problema es de madurez en la vida porque no dejar al niño que aprenda idiomas más tarde o que aprenda a nadar cuando este viejo o hacer otros deportes cuando no tenga reflejos. Si somos tan respetuosos de la vida de nuestros hijos porque nuestros padres no nos pidieron permiso para nacer.

 

Nuestros padres sabían que la vida era un don y que, por la fe, un día daríamos como de hecho lo hacemos, gracias por el don de la vida y habernos hecho hijos de Dios. Todo agradecimiento se queda corto ante el don de la vida y la fe por el bautismo.

No es necesario pedirle permiso a una persona para hacerle el bien o regalarle algo. Ahora bien, con el bautismo se trata de la vida de Dios que se nos da gratuitamente. Tampoco Dios y los padres de familia no violentan la libertad al darle su propia vida a un(a) hijo(a); y con mayor razón al inicio de vida que se llama la Fe.

 

Lo anterior supone que los padres del(la) niño(a) sean creyentes y quieran ayudarles a desarrollar el don de la fe a sus hijos. Todo cuanto dicen los padres y padrinos por nosotros en el bautismo llega el momento cuando podemos ratificarlo desde nuestra propia libertad sin habernos sentido “acosados” en la fe; por el contrario, agradecidos con nuestros padres y padrinos, parroquia y sacerdotes por el don admirable de la fe cristiana.