2ª semana del tiempo
ordinario. Martes: Mc 2, 23-28
Hoy nos da Jesús una enseñanza, que es básica entre todos sus mensajes:
Que la caridad y el atender a las necesidades vitales del ser humano está por
encima de todas las leyes externas. Se trataba de la ley del sábado. Dios les
había dado una ley, que en el día del sábado (que significa “día de descanso”)
debían honrar a Dios. La ley era un poco general y era para favorecer no sólo
al culto a Dios, sino para dar descanso a las personas y poder seguir la vida
con mayor alegría. El hecho es que las escuelas farisaicas iban interpretando
Todo estaba más o menos
tranquilo hasta que algunos fariseos, que siempre andaban espiando, advirtieron
que los discípulos de Jesús, un sábado que pasaban entre espigas ya maduras,
cogían algunas para comer. Se ve que tenían hambre. Enseguida vino la
acusación: eso estaba prohibido. Pero Jesús, el hombre bueno, defiende a sus
discípulos. Y al defenderlos nos da una gran lección.
Una cosa es obedecer la ley
de Dios y otra es que se pase por encima de las necesidades principales del ser
humano. La ley del sábado había sido dada a favor de la libertad y de la
alegría del hombre; pero si esa ley le quita la verdadera alegría al hombre, es
que algo falla en el pronunciamiento de esa ley. Y no era sólo la ley del
descanso, sino que pasaba también con otras. Por eso Jesús, para defenderse,
les recuerda a los fariseos lo que había hecho el rey David, que era ejemplo de
lo bueno, y los suyos: Como tenían hambre y no tenían otra cosa para comer,
tomaron los panes que por estar en el templo como
panes sagrados, eran sólo para los sacerdotes.
El sábado (para nosotros el
domingo, día del Señor) está pensado para el bien del hombre: Primero para que
tengamos tiempo de encontrarnos más tranquilamente con Dios; pero también con
la comunidad, con la naturaleza y con nosotros mismos. El descanso es un bien
necesario. Nosotros los católicos tenemos la ley del cumplimiento de
¡Cuántas injusticias se han
cometido en nombre de las cosas santas! Y ¡Cuánto se ha faltado al amor y la
misericordia en nombre de la justicia! Jesús nos dice hoy que el hombre no ha
sido creado para las leyes, sino que las leyes deben ser hechas para el bien
del hombre. Nuestra tarea, de parte de Jesús, es sobre todo el amor y la
misericordia, que van más allá de la justicia. Aquellos fariseos se
consideraban como los guardianes oficiales de la ley, y la ley era para ellos
la última referencia para saber si algo era pecado o no. Pero Jesús, que se
preocupaba, siempre que podía, en cumplir las leyes israelitas, nos dice que
por encima está el amor. De hecho el amor es mucho más exigente que las
prescripciones sobre el culto. Nos enseña que la vida del ser humano es más
preciosa para Dios que las mismas leyes, y que respetar la vida y estar a favor
de la vida humana es el mejor acto de culto en honor a Dios.