COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
Domingo segundo durante el año, Ciclo
B
Evangelio según San Juan 1,35-42
(ciclo B)
Estaba Juan
Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo:
"Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar
así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les
preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde
vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde
vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés,
el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano
Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido
significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le
dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas",
que traducido significa Pedro.
VOCACIÓN Y MISIÓN VAN DE LA MANO
El domingo
pasado escuchamos la voz de Dios -“este es mi Hijo muy amado en quien tengo
puesta toda mi predilección”- hoy, en esta lectura, vemos que Cristo empieza a
formar sus discípulos, acompañantes, colaboradores; elige a muchos de ellos que
eran pescadores de peces y los va a convertir en “pescadores de hombres”. Y los
llama, los sorprende, su presencia entra en la vida de ellos, provoca una
reacción, provoca un antes y un después, es una definición.
Y lo mismo
probablemente les ha pasado a todos aquellos que han seguido al Señor más de
cerca: había una preparación pero en un momento Dios irrumpe en la vida de una
persona y esa vida responde totalmente y de un modo exclusivo. Esa es la
vocación. La vocación es seguirlo a Él, pero seguirlo a Él también nos lleva al
cumplimiento de una misión, así como dijo a Simón Pedro -y a otros apóstoles-
“tú eras pescador de peces pero ahora serás pescador de hombres”, le cambia la
misión.
¡Cuántos
sacerdotes nuestros, cuántas religiosas, cuántos consagrados, venían haciendo
un estilo de vida, una habitualidad, y de repente el Señor irrumpe en sus
vidas, los sorprende, los enamora y se provoca un cambio cualitativo,
sustancial, donde la respuesta es a un seguimiento total!
Por eso
siempre digo que -simultáneamente- vocación y misión van de la mano. Dios te
llama para una misión y en la vida concreta te llama para amar más; te llama
para imitarlo, para seguirlo, para representarlo y para dar ejemplo,
testimonio, de que Jesús está vivo y no está muerto.
Que Dios siga
llamando a muchos jóvenes; que muchos jóvenes puedan seguir escuchándolo y
respondiéndole sin miedo, porque el miedo a veces paraliza; el miedo a la
responsabilidad, miedo a la entrega,
miedo a la renuncia, miedo al sufrimiento, miedo a la soledad, también pueden paralizar. Pero
la presencia de Dios nos ayuda a superar estos miedos y hacernos más libres y
más disponibles. ¡Que muchos escuchen la Voz del Buen Pastor para que lo puedan
seguir a Jesús hasta el final!
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén