III
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
La
llamada al Reinado de Dios
La
palabra de Dios de este domingo proclama la cercanía inminente del
tiempo de Dios presente en la historia humana que apela urgentemente a
la conversión del corazón, al cambio de vida y de mentalidad
para experimentar la alegría del Reinado de Dios.
Esto
es lo que hace Jonás con su llamada a la conversión de los ninivitas (Jon 3,1-
10) amenazados por Dios con la destrucción de la gran ciudad. Pero el cambio de
vida y de conducta por creer en Dios hizo que los ninivitas se salvaran.
También Pablo se hace eco del carácter definitivo, irreversible e inminente
del tiempo (en griego kairós)
de Dios en nuestra vida para urgir a la conversión de los corintios (1Cor
7,29-31). Ese mismo tiempo de Dios, oportuno, de gracia y de salvación, se
identifica con el Reino de Dios y se ha acercado definitivamente
a los seres humanos en la persona de Jesús, tal como proclama el Evangelio de
Marcos (Mc 1,14-20).
Al
comienzo de su obra Marcos presenta claves fundamentales para la lectura de su
obra: "Jesús fue predicando el Evangelio de Dios y diciendo: Se
ha cumplido el plazo y se ha acercado el Reino de Dios; convertíos y creed en
el Evangelio" (Mc 1,14-15). Este mensaje inicial de Jesús es
el Evangelio de Dios y tiene un doble contenido: Un anuncio y un
mandato.
Primeramente
su predicación consiste en el anuncio de una realidad inminente y gratuita,
la cercanía del Reino de Dios, cuya llegada próxima es un hecho
irreversible y definitivo. En segundo lugar, su predicación insta a todos sus
seguidores, tanto a los oyentes contemporáneos suyos como a los lectores del
evangelio a lo largo de la historia, a la auténtica conversión, especificando
que ésta consiste en un cambio de mentalidad para orientar la vida y la
conducta según el Evangelio.
El anuncio del Reino, como don imparable de parte de Dios, es una realidad viva y
dinámica, que nada ni nadie puede detener. Su definitiva proximidad es
una propuesta abierta y universal para que la humanidad participe en la
salvación que Dios le ofrece.
Ese dinamismo liberador del hombre respecto a cualquier estructura opresora fue
iniciado con la actuación de Jesús y es la fuerza imparable del Reino
de Dios, que, como una semilla diminuta, va creciendo y desarrollándose en la
historia sin que nadie sepa cómo.
La llamada
a la conversión conlleva principalmente un cambio de mentalidad, una
visión nueva de la vida, del hombre y de la sociedad. El verbo griego
subyacente refleja esa transformación total de la mente. Es la metanoia que implica creer en el
evangelio como Buena Noticia. Pero la invitación que hace el texto de Mc 1,15
no es sólo a creer en Dios, sino a creer en ese Evangelio, es
decir, creer en Jesús, en su mensaje y en su obra de liberación, reconociendo
que su misión profética conflictiva y su destino de muerte violenta e
injusta constituyen paradójicamente la Buena Noticia de la salvación para
los seres humanos, pues en la acogida de su palabra, en la percepción de su
presencia y en el seguimiento radical de sus pasos se vive ya en el dinamismo
del Reinado de Dios.
Así
pues, el Reino de Dios es el misterio del amor de Dios que
establece una relación nueva, personal y dinámica con los seres humanos, y, al
ser acogido por ellos, toda la vida humana queda trastocada, impregnada y
regenerada por Dios. El Reino de Dios es Dios mismo que ama a todo ser humano y
se acerca a toda persona para establecer una relación personal de amor, que
conduzca a la más profunda alegría. Por eso la interpretación del Reino de Dios
como "Reinado de Dios" en el corazón humano evoca el
carácterpersonal y plenificante del
amor de Dios, que viene dado en Jesús, el cual se ha acercado definitivamente
al hombre y consumará su amor en la entrega de la cruz, en
su muerte y resurrección. Acoger este misterio de gracia es clave
para que el reinar de Dios se vaya manifestando a través de la conducta de cada
persona con todas las consecuencias que conlleva en la interioridad humana,
tanto en la espiritualidad, como en la mentalidad y en las relaciones sociales.
Este Reinado
de Dios tiene una dimensión social indiscutible, que
anuncia la justicia y la paz como grandes valores divinos que están llegando
con todo aquél que defiende a los humildes, que socorre y libera a los pobres y
quebranta al explotador. Éste es el Reino cuya cercanía anuncia Jesús y
por cuya causa vivió y fue crucificado. La conversión o metanoia consiste en transformar nuestra mentalidad al
acoger el amor irrevocable de Dios, que se ha hecho patente en Jesús de
Nazaret, para seguir a Jesús en solidaridad con los pobres e indigentes y en
los esfuerzos por la liberación y el desarrollo de los países y sectores más
oprimidos del mundo. Pero el paso decisivo para entrar en el Reinado de
Dios es seguir a Jesús, convertirse en discípulo suyo y
reconocer en él al Hijo de Dios, cuando, como el centurión (Mc 15,39) sepamos
contemplar a Dios en su muerte en la cruz. Sólo con esta reorientación
de la mirada hacia Jesús en la cruz y, con él, hacia todas las
víctimas de la injusticia y los sufrientes de este mundo se producirá en
nosotros la auténtica metanoia o conversión
que pide el Evangelio de hoy.
La
estrecha vinculación de los discípulos con Jesús constituye
desde la primera página del evangelio una realidad primordial para el anuncio
de la cercanía inminente del Reino de Dios y su presencia en
esta tierra. Tal vez por ello a la proclamación inicial de Jesús sigue el
relato de la llamada a los primeros discípulos, en el cual se
cuenta que Jesús, junto al lago de Galilea, vio a dos parejas de hermanos y los
llamó para seguirle (Mc 1,16-20). La singularidad de esta llamada de Jesús
tiene aspectos muy significativos que marcaron la importancia del discipulado
inicial en su seguimiento radical de Jesús. Es Jesús quien tiene la iniciativa de
llamar a aquellos discípulos y en él se percibe en él un cierto criterio de
elección al escoger a personas capaces de ayudarle en la misión de proclamar
y hacer presente el reinado de Dios.
El
hecho de que la vocación de los discípulos sea la primera acción de Jesús en
orden a mostrar la cercanía del Reinado de Dios significa que Jesús quiso
contar desde el principio y para siempre con un grupo personas especialmente
llamadas para compartir su mismo estilo de vida, marcado por la
ruptura con todo tipo de lazos familiares y por una gran libertad en el
comportamiento contracultural frente a los valores e instituciones dominantes.
Unidos
a todos los que en Bolivia y en España viven consciente y
abiertamente su fe como seguidores de Cristo y de su Evangelio, esperemos que
en estos países, a pesar de las hostilidades institucionales (agudizadas
probablemente en Bolivia por el Nuevo Código Penal) y ambientales, que
prohíben, dificultan, impiden o sancionan la actividad del apostolado, se
pueda continuar invitando a otras personas a seguir a Jesús,
llamándolas a entrar en el dinamismo del Reinado de Dios, y por tanto se pueda
seguir realizando una pastoral misionera abierta desde la
Iglesia y una pastoral vocacional que permita a hombres y
mujeres, jóvenes y mayores, orientar la vida personal como seguidores de Jesús
crucificado y con la alegría, la prontitud y la entrega propia del primer
discipulado.
El
próximo V Congreso Americano Misionero (V CAM), en el cual Bolivia
es el país anfitrión, pues se celebrará en Santa Cruz de la Sierra
(Bolivia) el próximo mes de Julio, será una oportunidad extraordinaria para
asumir, consolidar y avanzar en la identidad misionera de nuestra
Iglesia Católica por las tierras de América, y contribuya a que sus
gentes echen raíces más profundas en los grandes valores del Reino de Dios,
como son la alegría del Evangelio, la reconciliación y el
perdón entre las personas, etnias y pueblos, la comunión
solidaria con los que sufren y con los pobres y el profetismo comprometido
con la verdad y con la justicia.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.