COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Cuarto
durante el año, Ciclo B
Evangelio
según San Marcos 1,21-28 (ciclo B)
Jesús
entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó
a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como
quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre
poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: "¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién
eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y
sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando
un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se
preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva,
llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le
obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la
región de Galilea.
LA
PRESENCIA DE CRISTO
La presencia de Cristo muchas veces
incomoda; otras veces hace pensar, otras veces cuestiona, otras veces purifica,
otras veces poda. La presencia del Señor -que nunca lo podemos acomodar a
nuestros conceptos, a nuestros criterios, a nuestros caprichos o modalidades-
siempre hay algo más, ¿qué cosa quiere el Señor de nosotros?, ¿qué cosas nos
pide?
Esto es importante porque siempre la
presencia de Cristo -y del Evangelio- incomoda, cuestiona, purifica y nos hace
pensar en aquellas cosas que son verdad; pensar y discernir en un verdadero
juicio crítico: ¿qué cosa tiene verdad y qué cosa no la tiene?, ¿qué cosa tiene
hipocresía?, ¿qué cosa es injusta?
Siempre la presencia de Cristo en
nosotros es un elemento que nos lleva, nos moviliza, nos cuestiona, nos
ilumina, nos poda; una presencia que nunca nos conforma, pero ciertamente somos
nosotros los peregrinos en lo absoluto que es Dios. Lo buscamos permanentemente
y ninguno puede decir que ya llegó o ya tiene todo consigo. Viene muy bien la
frase de San Agustín “dices que tienes a Dios y no lo buscas, búscalo porque no
lo tienes; dices que no lo tienes y lo estás buscando, búscalo porque ya lo has
encontrado.”
Siempre el dinamismo es movimiento
hacia arriba y hacia nuestra interioridad, hacia lo más profundo de nuestro
ser. Aquél que no repite, que es original, que nos enseña, que habla con
autoridad -una autoridad no impuesta- es la presencia de Cristo que, con su
enseñanza, con su criterio, con su Palabra, también cura, también sana y
expulsa al demonio de este hombre. Cristo hace el milagro.
¡Cuántas enfermedades hay hoy en día
en nuestra sociedad, en nuestra vida personal, en nuestras familias, en la política,
en la Iglesia! Todos tenemos que pasar por el crisol de la prueba y la
purificación. Pidamos al Señor tener buen criterio, de crítica, para analizar,
para pensar. También es importante el discernimiento: ¿qué cosa tiene verdad?,
¿qué cosa en nuestra vida no tiene verdad?
Que el Espíritu de Cristo nos siga
iluminando, fortaleciendo y ayudando a seguir dando la vida por Él, buscando y
haciendo la voluntad de Dios y no el capricho de los hombres.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén