5ºdomingo B

ILUSIÓN, ACEPTACIÓN Y VOCACIÓN

Padre Pedrojosé Ynaraja

1.- Lo he recordado y repetido muchas veces, el libro de Job, pese a que su estilo literario sea el narrativo, su mensaje es puramente sapiencial, dicho de otra manera: Job nunca existió, lo que creen así los entendidos. Pertenece el texto al género didáctico de salvación. Para un lector actual que con frecuencia solo lee mensajes cortos, acompañados de dibujitos muy expresivos, sean SMS o WhatsApp, la lectura de este libro bíblico, le resulta insoportable. Como se le haría inaguantable la vida en el desierto: silencio, paisaje inmenso y soledad total. Tal es la realidad del beduino. Y desde una tal situación, haciendo un esfuerzo de imaginación, debemos leerlo nosotros, beduinos de eternidad.

2.- Mi amigo Dr. Ramón Margalef, el limnólogo, oceanógrafo y ecólogo, me decía siempre que el libro del que vengo hablando, era el que él más apreciaba. Me extrañó oírselo la primera vez, después ya lo entendí. No era Margalef hombre de satisfacciones vanidosas, ni de manifiestos multitudinarios. Era un investigador sencillo y sereno, alejado de histéricos arrebatos, y así es el personaje Job, que hoy nos habla en la primera lectura de la misa de este domingo.

3.- Estáis inclinados vosotros, mis queridos jóvenes lectores, a sentiros protagonistas imaginarios de futuras aventuras y éxitos inmejorables. Chocan estos sueños con la experiencia, y os hundís interiormente. Hay que huir de fantasías, estudiar la realidad, proyectar y obrar de acuerdo con ella. Así obtendréis la serenidad que tanto precisamos.

4.- Los primeros lectores del libro de Job ignoraban la felicidad inmensa y eterna que nos espera a los que somos fieles a Dios. Tenían solo vagas nociones de supervivencia, en el sheol, lugar gris, tibio y silencioso, que así lo imaginaban. No os extrañe, pues, que acabe el texto de hoy diciendo el protagonista que sus ojos no verán más la dicha. Desde la heroica serenidad de Job, nosotros injertados de Esperanza, nunca debemos perder el equilibrio espiritual.

5.- ¡Ay de mí si no evangelizare! dice Pablo, mientras nosotros vivimos satisfechos y conformes, sin querer meternos con los demás. Que cada uno obre como quiera. Hay que respetar la idiosincrasia del prójimo. Ahora bien, los códigos jurídicos de las naciones, condenan la falta de asistencia al lesionado. Y nosotros continuamos tranquilos, abandonando a su suerte a los descalabrados espirituales. ¡ay de nosotros, si no evangelizamos!

6.- Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que en mi realidad cristiana convergen dos vectores. Por una parte la fidelidad al ministerio que acepté cuando recibí la ordenación presbiteral. De esta, a causa de mi senectud, estoy legalmente jubilado. Por otra incide la vocación, esta nunca fenece. Continúo tratando de ser siempre fiel a esta última, sin buscar paga alguna por ello. Para ser honesto respecto a ella, redacto semanalmente este mensaje que os dirijo y otros semejantes que en otros lugares añado. No podría de otra manera, vivir felizmente. Mi único pequeño mérito es que de ello no saco provecho pecuniario alguno. No cobro, dicho llanamente. Con el Señor colaboro y me siento más satisfecho, que si ahora mismo se me apareciera Él físicamente y pudiera sacarme con Él un selfie (autofoto, un autorretrato realizado con una cámara fotográfica, generalmente una cámara digital o un teléfono móvil, Wikipedia dixit).

7.- El primer párrafo del evangelio de hoy se saca a relucir siempre para demostrar que Pedro estaba casado y paralelamente, se afirma alegremente, que los demás también lo estarían. Pero el texto no se nos ofrece para sacar conclusiones respecto al celibato de los sacerdotes católicos latinos. Simplemente, debemos aprender que por importantes que seamos y ocupadísimos que estemos, no hay que olvidar la ayuda, la pequeña asistencia, a quien a nuestro lado la necesita. Aquella buena mujer, suegra de Pedro, tenía fiebre, todos la tenemos algún día, pero ella debía preparar el yantar del Maestro y acompañantes, se merecía ayuda para que su oficio lo completara tranquila. Y el Señor no la ignora y le quita su mal.

8.- Ajetreos instruyendo y curando en Cafarnaún, donde se ha establecido. Sin horarios establecidos, sin abandonar a nadie… ¿cómo lo consigue? ¿Distrayéndose? ¿Yéndose a ver pescar a sus compañeros? ¿Durmiendo mucho a pierna suelta? No es este el remedio, bien lo sabe. Se distraía sin duda observando la naturaleza, los pájaros, las flores y los chiquillos que cantan. Pero no es suficiente.

9.- “Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar…” dice el texto de hoy, y no es el único. No digáis nunca, mis queridos jóvenes lectores, que no tenéis tiempo de rezar. Vuestro móvil, o celular, como queráis llamarle, necesita enchufarlo para que se le carguen las baterías. Si están agotadas, no hay nada que hacer, ni siquiera podéis solicitar ayuda al número de urgencias. Recogerse a contemplar, implorar, agradecer y enmendar conducta, es cargar las baterías espirituales que moverán nuestra totalidad espiritual y anímica.