4ª semana del tiempo ordinario. Lunes: Mc 5, 1-20

Hoy se nos narra en el evangelio un hecho un tanto desconcertante y en parte enigmático. Les tuvo que impactar bastante a los apóstoles, pues lo narran tres evangelistas, aunque san Mateo cambia algunos elementos, quizá por acomodarse a la catequesis de judíos. Jesús va a tierra de paganos, como eran los gerasenos.

Una primera anotación es que Jesús iba sólo con los apóstoles, pues habían cruzado el lago en barca. No estaban en medio de una gran muchedumbre, como en otros milagros. Esto nos quiere decir que Jesús va a enseñar a los apóstoles su doctrina con mayor profundidad y que usará, como acababa de hacerlo con la tempestad, hechos reales como si fuesen parábolas vivientes de mensajes especiales de la doctrina del reino de Dios.

Se da aquí un encuentro entre la mayor miseria posible y la misericordia de Jesús, que muchas veces no es comprendida en toda su grandeza. La mayor miseria estaba en aquel hombre enfermo en el cuerpo, en el alma y respecto a la sociedad civil y religiosa. Estaba loco con una vehemencia tal que rompía las cadenas que le ponían, enfermo en el alma, significado con la posesión de demonios y apartado de la sociedad. Para la mentalidad judía impuro legalmente pues vivía entre sepulcros.

Extraña la actitud de ese loco que pide a Jesús que se retire llamándole “Hijo del Dios altísimo”. Quizá simbolice la actitud del demonio, que se creía dueño del paganismo ante el temor de ser evangelizado, porque Jesús ya había dicho al espíritu impuro que saliese de aquel hombre. En verdad que para misionar o evangelizar hace falta valentía y mucha confianza en la gracia de Dios.

Cuando Jesús le pregunta a aquel hombre, o al demonio, cuál es su nombre, pensando en la mentalidad de aquel tiempo, debemos entender que conocer el nombre del otro es tener ya un cierto dominio sobre él. El poseso responde “legión”. Dicen los comentaristas que este nombre también es parabólico o símbolo, pues es el nombre del ejército romano dominador. Es como decir que todo ser humano debe ser libre para ir hacia Dios sin ser dominado por fuerzas materiales.

Y viene otra parte que sólo puede entenderse conociendo las mentalidades populares de aquel entorno. Creían entonces que los demonios, que en verdad son espíritus, no pueden vagar por el aire, sino que deben estar habitando en algún cuerpo, sea de un ser humano o de animal. Por eso suplican que les permitan poder estar en los cuerpos de aquellos cerdos. Son dos mil, otro número que tiene mucho de simbólico para decir que eran muchos.

Y aquellos cerdos se arrojan en el mar. Dicen algunos que por entonces había ocurrido algún grave accidente por el que muchos cerdos habían sido ahogados en aquel gran lago y los primitivos cristianos lo unieron con todo este suceso. Pero la pérdida, en todo caso, para la mentalidad israelita no era mucha, ya que para ellos los cerdos no servían, ya que no los podían comer.

Entre los habitantes de aquella región hay dos sentimientos encontrados: Por una parte sienten admiración por Jesús; pero por otra sienten un tal temor, al ver las pérdidas materiales, que prefieren que Jesús se vaya de sus tierras. El mensaje más importante es que la salvación de una persona, su liberación, vale inmensamente más que todos los bienes materiales.

Aquel que había sido loco y ahora está sano quiere acompañar a Jesús; pero Jesús no se lo permite, sino que le dice que vaya a su casa y a los suyos y les cuente estas maravillas del Señor. Lo bueno es que así lo hizo. Todos debemos dar cuenta de las maravillas de Dios, muchas experimentadas en nuestra propia vida. Pero hay muchas clases de evangelizar. A unos les pedirá Jesús seguirle desde muy cerca, entregando todo. Otros darán cuenta con su vida fiel entre los suyos y en su oficio.