LEPRA Y CONFIANZA
Domingo 6º del Tiempo Ordinario. B
“El que haya
sido declarado enfermo de lepra, andará harapiento y despeinado, con la barba
rapada y gritando: ¡Impuro, impuro!” Esa normativa del libro del Levítico, que
hoy se lee en la misa (Lev 13,1-2,44-46), se coloca nada menos que en el marco
de una orden que Dios entrega a Moisés y Aarón.
Es evidente que la norma trataba de preservar al pueblo del
contagio de la lepra. Pero también queda claro que por entonces no se tenía muy
en cuenta la dignidad del enfermo, que era dejado a su propia suerte, es decir,
a su propia desgracia.
A él se podrían aplicar las palabras de confianza que nos
invita a repetir el salmo responsorial: “Tú eres mi refugio; me rodeas de
cantos de liberación” (Sal 31).
No sería justo que, pasados los siglos, nosotros nos
comportáramos de una forma que podría escandalizar a los demás. San Pablo nos
advierte hoy contra ese peligro que siempre puede afectarnos (1 Cor 10,31-11,1).
LA CURACIÓN
La antigua norma bíblica sobre la lepra que se recuerda en
la primera lectura ha sido evocada para preparar nuestra mente y nuestro
corazón a la escucha del evangelio que hoy se proclama (Mc 1, 40-45). En este texto, se evoca la curación de un
leproso por parte de Jesús.
• En primer lugar, escuchamos la humilde súplica del
enfermo, que se limita a manifestar su fe: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Tanto en él como en nosotros es importante esa confesión del querer y del poder
de Jesucristo. Todos sabemos de qué manchas y llagas puede librarnos el Señor.
• En un segundo momento, vemos el gesto de Jesús. Contra
todas las normas en vigor, extiende su mano y toca al leproso. El papa
Francisco comenta que Jesús no se sitúa a una distancia de seguridad, sino que
se expone directamente al contagio de nuestro mal. Una buena lección para toda
la Iglesia y para cada uno de nosotros.
• En un tercer momento, escuchamos la palabra de Jesús:
“Quiero, queda limpio”. Esa declaración es la manifestación de la misericordia
de Dios y de la compasión de su Enviado. Él desea nuestra
limpieza integral. Sólo falta que nosotros reconozcamos nuestra enfermedad,
nuestra vulnerabilidad, nuestras manchas.
LA EXHORTACIÓN
Ahí podría concluir el relato. Pero el texto añade una doble
exhortación que Jesús dirige al que se ha acercado a él con tanta confianza.
• Como todos los que han sido librados de la lepra, también
él ha de presentarse a los sacerdotes y cumplir el ritual establecido. No es
una mera norma ni una penitencia. Es el
requisito para que pueda integrarse de nuevo a la sociedad. “Los hombres no son
islas”, como escribió el poeta John Donne.
• Y el curado ha de guardar discreción sobre lo que Jesús ha
hecho con él. El llamado “secreto mesiánico”, tan típico del evangelio de
Marcos, debía preservar la libertad de Jesús para anunciar el Reino de Dios.
Pero, de alguna manera, el que ha sido librado de la lepra contribuye a la
difusión del mensaje del Maestro.
- Señor Jesús, tú bien sabes que nos cuesta admitir nuestra
debilidad. Pero necesitamos acercarnos a ti con toda confianza. Sabemos que
eres compasivo y misericordioso. En ti depositamos nuestra esperanza, Señor.
Amén.
José-Román Flecha Andrés