CICLO A
TIEMPO DE CUARESMA
IV DOMINGO
Además de
preparación para celebrar la Pascua del Señor, la cuaresma es entrenamiento
intensivo para recorrer toda nuestra existencia (todos los días) muertos al
pecado y vivos para Dios, unidos al Crucificado-Resucitado por el bautismo (Rm
6,3). Es, por tanto, la cuaresma tiempo de profundizar en esta pascua
bautismal: se nos van presentando elementos tan significativos en la Vigilia pascual y en la ceremonia de
nuestro bautismo como el agua y la luz.
A la luz, que es
Cristo, se refieren las lecturas de hoy: “levántate de entre los muertos y
Cristo será tu luz”. Una luz que llega hasta el corazón y no se queda en las
apariencias; que abre los ojos del ciego
y da la luz de la fe. “Luz de Cristo”, proclamaremos en la Vigilia pascual. Él
es la columna de fuego que esclarece las tinieblas del pecado: por ella “los
que confiesan su fe en Cristo son arrancados de la oscuridad del pecado”,
cantaremos en el Pregón pascual.
Ahora los que
creemos en Cristo somos luz en el Señor, hijos de la luz, nos dice la segunda
lectura. Y no esclavos de las tinieblas del mal, del pecado y la muerte. Por
tanto, todos los días, hasta que lleguemos a la Pascua que no acaba, hemos de
caminar como hijos de la luz, dando frutos de buenas obras: la bondad, la
justicia y la verdad, que son “fruto de la luz”. Hemos de pasar por la vida
haciendo el bien, dando a cada cual lo suyo, que esto es la justicia, buscando
en todo la verdad, que nos hace libres y que se demuestra en el amor. “Quien me
sigue -dice el Señor- tendrá la luz de la vida”, cantamos antes del evangelio
de este domingo.
MARIANO ESTEBAN CARO