VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
“Misericordear”, un nuevo
verbo para Evangelizar
Cada año se van introduciendo nuevos términos en el
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, unos procedentes de
España y otros procedentes de América. Me gustaría proponer un nuevo término,
un verbo, “misericordear”, cuyo
uso y puesta en práctica puede contribuir sobremanera a la transformación de
nuestro mundo y de nuestra civilización. La palabra “misericordear”ha
sido admirablemente rescatada de la semántica y del rico vocabulario del Nuevo
Testamento por el Papa Francisco para mostrar activamente la misericordia de
Dios.
Este verbo aparece en el Evangelio de este domingo.
El relato de la curación del leproso por parte de Jesús es un signo revelador
de la cercanía del Reino de Dios que él ha anunciado e inaugurado
(Mc 1,39-45). La enfermedad maldita de la lepra era
motivo deexclusión de la comunidad
israelita por razones de impureza y de prevención de su transmisión. Así
aparece legislada la actuación con los enfermos de lepra en el libro
bíblico del Levítico (Lv 13) y así fue desarrollada
posteriormente en las legislaciones rabínicas de la Misná.
El leproso era, de hecho, como un muerto en vida. En ese contexto social
y religioso de exclusión de los enfermos de lepra por razones de
seguridad y de prevención, interviene Jesús de manera provocadora: "Misericordeando".
Un leproso no podía acercarse a nadie y todo lo que
tocaba quedaba impuro. Por eso tenía que vivir fuera de los poblados y
advertir de su presencia por dondequiera que pasaba. En cambio para Jesús
el leproso es, sobre todo, un marginado y excluido de
la comunidad que necesita ayuda. El amor de Jesús hacia el leproso
le conmociona profundamente, le remueve sus entrañas de
misericordia. Entonces extiende su mano, lo toca y le devuelve la salud.
Sin embargo más importante incluso que la recuperación de la salud fue
la recuperación de la dignidad como persona liberada de la marginación a
la que estaba sometido por la legislación vigente. El que había sido
leproso quedó limpio y reincorporado a la sociedad. Jesús
desobedeció la ley y quebrantó todas las medidas preventivas. La reacción
de Jesús merece gran atención. En vez de temer al contagio y a
contaminarse con la impureza del leproso, él sintió una gran convulsión
interior al ver el sufrimiento cruel del enfermo marginado. En lugar de
velar por su propia seguridad y de protegerse ante la presencia de una
supuesta amenaza a la salud pública y al control social de la misma,
Jesús se mueve en otro sentido y tiende su mano al excluido. Había visto
en el leproso al ser humano sufriente, indigente y necesitado de ayuda,
maltratado y oprimido por la ley. La intervención de Jesús es
digna de admiración en toda su extensión.
Tan admirable como el efecto de
la curación
es la acción sorprendente y extraordinaria de tocar al leproso. El
prodigio de Jesús ha consistido en romper con una ley de exclusión
y marginación del ser humano y saltarse las medidas
preventivas de seguridad para poner al necesitado en el centro de mira de
su amor. Tal actuación de Jesús es una señal inequívoca de la cercanía
del Reino de Dios a este mundo. Por aquí va el cambio de
mentalidad que el evangelio reclama.
Esa nueva mentalidad es la que deriva de la misericordia
entrañable y compasiva de Jesús, que como tantas
veces en los evangelios, va desvelando el amor de Dios en él y su
concentración en los últimos de la sociedad, en los marginados y en los
pobres. El Evangelio expresa ese amor con un término específico como
primera reacción de Jesús ante un marginado: Es la que podemos traducir
como “misericordear”.
En algunas traducciones se pueden perder
algunos matices, pues no sólo se trata sólo de la emoción pasajera de
conmoverse, ni de un mero sentimiento de lástima o pena, ni sólo de una
actitud interior de compasión hacia otro, sino de todo un movimiento
espiritual personal, interior y físico que impulsa desde el amor más
profundo y desde la indignación por el mal que aniquila a la persona a la
acción curativa de la enfermedad y liberadora de la marginación. Yo lo
traducía habitualmente hasta ahora como “Conmocionarse”. Sin
embargo desde la novedad introducida por el papa Francisco creo que es mucho
mejor usar el términomisericordear. Splanjnizomai es un verbo griego
que implica un movimiento intenso, corporal, íntimo, desde las entrañas,
como cuando decimos "me da un vuelco el corazón".
Este verbo se puede traducir ya, siguiendo al papa Francisco en su
sabiduría y en su testimonio, como "misericordear". Es
un amor apasionado, profundamente espiritual, que
conmociona las vísceras, afecta a toda la persona y la pone en
movimiento hacia la persona amada. Es un amor que atiende con la fuerza
del espíritu la miseria humana presente en el prójimo y se
verifica en múltiples acciones que nacen del corazón.
Ese tipo de amor rompe todas las barreras con tal de
atender a la persona sumida en la miseria. Tocar al leproso es romper con
la barrera de lo puro y lo impuro. El mismo verbo "misericordear" lo encontramos también en las
parábolas del hijo pródigo, donde el padre viejo rompe la barrera de la
limitación física hasta salir corriendo hacia su hijo, y también en la
del prójimo samaritano, donde éste rompe las barreras de las diferencias
étnicas, nacionales y religiosas. Lo mismo ocurre en la reacción de Jesús
ante la multitud hambrienta y ante la multitud abandonada como ovejas sin
pastor, cuando Jesús desborda lo imaginable superando por amor las leyes
de la naturaleza y capacitando a los suyos para llevar a cabo el milagro
sorprendente y maravilloso del pan compartido que sacia a todos. Ese mismo
amor es el protagonista en el corazón de Jesús, que muestra la
misericordia entrañable y liberadora de Dios, curando y
restableciendo a la vida y a la sociedad al leproso marginado.
Hagamos nosotros lo mismo que Jesús ante cualquier tipo
de marginación de nuestros hermanos y seamos capaces de romper
todo tipo de barreras, también las de las ideas,
para poder afrontar la situación crítica de un mundo en el que los
marginados, sumidos en las miserias de la desigualdad y de la injusticia,
del hambre y de tantas otras barbaries, constituyen la inmensa mayoría de los
seres humanos. Seamos capaces de misericordear
no sólo incluyendo a los excluidos sino reconciliándonos con
ellos y entonces podremos crear una nueva cultura en la civilización
del amor.
En la apasionante misión de evangelizar la cultura
también tiene gran importancia la incorporación de nuevos lenguajes. Por eso
ante el próximo V Congreso Americano Misionero (V CAM) que ya
se ha convocado para el mes de Julio de 2018 nos hacemos eco del enorme valor
de este verbo “misericordear”, presente
en el Evangelio dominical, tal como aparece en los números 117,141,142 y 144, del Instrumentum
Laboris, Documento de preparación de
dicho Congreso.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y
profesor de Sagrada Escritura