1ª semana de Cuaresma. Martes: Mt 6, 7-15.

Entre las prácticas cuaresmales que nos indicaba el miércoles de ceniza estaba la oración. Jesús mismo nos enseña cómo debemos orar: cómo debe ser nuestra relación con Dios y sobre qué cosas debemos hablar con El. Lo primero que nos dice es que con Dios no es necesario hablar mucho, porque son más importantes los sentimientos.  Nos dice que no seamos como los paganos que tienen miedo a Dios y temen no ser atendidos; y por eso dicen muchas palabras como para forzarle. En la oración no se trata de informar a Dios sobre algo que no sabe ni de convencerle con argumentos de algo que no esté seguro en concederlo. Nos invita a la simplicidad. Lo importante es sentir la presencia de Dios, estando ante El. Para orar nos propone el “padrenuestro”:

“Padre”: Es el nombre de Dios para la comunidad cristiana. En el Ant. Testamento también se usaba, pero en sentido autoritario. Jesús usa la palabra hebrea “Abba”, que es la expresión amorosa de un niño al echarse en brazos de su padre. Jesús en su vida insistirá mucho sobre la bondad de Dios Padre “que hace salir el sol sobre todos”, etc. El “padre” va unido a “nuestro”, porque no es sólo una plegaria individual, aunque filial, sino que es una plegaria de la comunidad, es una plegaria fraternal. Por eso insistirá  tanto en el perdón. Ese Padre “está en el cielo”. Indica transcendencia e invisibilidad; pero no separación. Es como repetir de nuevo su nombre. Esta proximidad a Dios no quita el respeto. Por eso queremos que sea admirado y reconocido por todo el mundo.

“Santificado sea tu nombre”: El nombre en la cultura semita era como designar a la persona. Queremos que Dios sea reconocido en el corazón de las personas y reconocido como Padre. Esto conlleva un compromiso en nosotros de realizar obras buenas, ya que ahí es donde Dios es glorificado. Con ello manifestamos su bondad.

“Llegue tu reinado”. Es algo parecido a lo anterior. Se pide la aceptación del mensaje de Jesús, el mensaje de las bienaventuranzas, creando una nueva sociedad.

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”: Que se realice en la tierra el designio que Dios tiene en el cielo. Esta voluntad de Dios se debe realizar en cada individuo y en el designio histórico sobre la humanidad. Para ello nosotros debemos tener una respuesta amorosa a esa voluntad de Dios, que es Amor.

Después el “padrenuestro” pasa a nuestras preocupaciones: “Danos nuestro pan”. Desde muy antiguo se añade “de cada día”. Está bien que se pida por las necesidades materiales de cada día. Hoy se dice que en el texto original más bien quiere decir “el pan del mañana”. Esto sería una alusión al banquete mesiánico, que Dios nos tiene preparado. Y sería pedir que el banquete de paz y felicidad preparado para la comunidad final, sea un hecho ya en la comunidad actual caminante en esta vida.

Y como no puede haber una comunidad de total paz, si no hay perdón, viene quizá la petición más incómoda, porque pedimos a Dios que nos perdone, pero de modo que ese perdón dependa de cómo nosotros perdonemos a otros. Se supone que quien ora ha perdonado para presentarse como hijo de Dios y hermano de los demás. Quien se cierra al amor de los otros, se cierra al amor de Dios. El evangelio emplea el término “deudas”, pues la oración la realiza también quien está sin pecados, por estar adherido a Cristo. Los “deudores” son también los enemigos y perseguidores.

“No nos dejes caer (o ceder) en la tentación”: Quizá el evangelista tenía presentes las tentaciones de Jesús. La comunidad, que sigue la misión de Jesús, puede experimentar las mismas tentaciones: el egoísmo o providencialismo o el poder y la gloria mundana. Pedimos que Dios Padre no permita que cedamos a los halagos mundanos. El Malo es la personificación del poder mundano, que excita a la ambición.

Jesús hace al final un comentario a la petición del perdón. Insiste en el perdón, no porque Dios no quiera perdonar, sino porque el hombre no perdonando se hace incapaz de recibir el amor y el perdón de Dios.