CUARESMA
– DOMINGO II B
(25-febrero-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
ambiente interior para escuchar la voz del Señor
ü Lecturas:
o Génesis
22, 1-2. 9-13. 15-18
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 31-34
o Marcos
9, 2-10
ü El
domingo anterior veíamos cómo la Cuaresma es un tiempo muy especial en el cual
nos preparamos para celebrar los grandes misterios de la salvación. Es como una
peregrinación interior. Pues bien, en este II domingo de Cuaresma, esta
peregrinación interior nos conduce a dos temas teológicos de gran profundidad:
Por una parte, está el mensaje del apóstol Pablo, en su Carta a los Romanos,
sobre la total confianza que debemos tener en el Señor resucitado; por otra
parte, está el contenido central del relato de la Transfiguración del Señor:
“Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
ü Los
invito, pues, a profundizar en estos dos textos. Empecemos con lo que nos
propone san Pablo en su Carta a los Romanos.
o En
el camino de la vida, encontramos todo tipo de obstáculos y luchas que van
dejando una marca en nosotros. Hay crisis de las que salimos fortalecidos;
otras nos dejan heridas muy hondas y la recuperación es lenta.
o Aunque
cada persona es diferente y asume las dificultades y crisis de acuerdo con su personalidad
y formación, encontramos algunos rasgos comunes que nos permiten trazar
tipologías. Hay quienes, ante la magnitud de los problemas, se derrumban y
renuncian a luchar. Hay otros que evaden la realidad y se refugian en grupos o movimientos
de muy diversa índole que hacen unas promesas imposibles de cumplir. Hay una tercera
categoría de personas que buscan herramientas de superación en la ciencia y la
tecnología, y son muy proactivos en la búsqueda de soluciones. Y hay un cuarto
grupo, constituido por los seguidores de Jesús, que trabajamos en dos
escenarios simultáneos: por una parte, usamos todos los medios humanos
disponibles para resolver los problemas (y en esto nos parecemos a los de la
tercera categoría), pero tenemos algo que nos diferencia radicalmente: una
confianza total en el Señor.
o A
propósito de la confianza, el argumento de san Pablo es contundente: “El que no
nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo?” Este argumento irrebatible
de san Pablo, le permite exclamar: “Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará
en contra nuestra?” Por eso la confianza del creyente no se basa en méritos
propios; se basa en el amor sin límites del Padre que nos ha dado a su Hijo.
ü El
segundo mensaje que nos ofrece la liturgia de este II domingo de Cuaresma lo encontramos
en el relato de la Transfiguración del Señor. El texto del evangelista Marcos
tiene unos detalles que vale la pena destacar:
o Jesús
selecciona a tres de sus discípulos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan. Ellos
tendrán un papel muy importante dentro del grupo de los Doce apóstoles, y serán
protagonistas destacados en el desarrollo de las primeras comunidades
cristianas.
o Jesús
y sus discípulos se dirigen a la cumbre de un monte. Para el Judaísmo, las
cumbres de los montes se asocian con experiencias espirituales particularmente intensas.
El silencio de las cumbres y los paisajes que se abren evocan la trascendencia.
o Lo
que sucede en esa montaña es una teofanía o manifestación del poder de Dios, experiencia
que encontramos en diversos libros del Antiguo Testamento: luz resplandeciente,
nube, voz que comunica un mensaje.
o La
presencia de Elías y Moisés, máximos representantes de la tradición profética y
de la Ley, muestra que Jesús es la realización de la promesa de Yahvé a su
pueblo, y el comienzo de una nueva etapa, la Alianza nueva y eterna.
ü Dijimos
al comienzo de esta meditación que el punto central del relato de la Transfiguración
son las palabras que se escuchan desde lo profundo de la nube: “Éste es mi Hijo
amado; escúchenlo”. Estas palabras confirman quién es Jesús y para qué ha
venido.
ü Recordemos
que, al asumir nuestra condición humana, el Hijo eterno del Padre se despojó de
los atributos de la divinidad. Por eso sus contemporáneos se hacían mil preguntas
acerca de su identidad. El hijo del carpintero hablaba como nadie lo había
hecho hasta entonces; con su palabra dominaba las fuerzas de la naturaleza,
sacaba demonios, curaba enfermedades y resucitaba a los muertos. En la Transfiguración,
esa divinidad escondida se manifiesta radiante ante un grupo muy reducido.
ü “Éste
es mi Hijo amado; escúchenlo”. Estas palabras no solo iban dirigidas a Pedro, Santiago
y Juan, sino a los seguidores de Jesús de todos los tiempos. ¿Qué significa
para nosotros, que estamos a 2.000 años de distancia de la experiencia de la
Transfiguración, escuchar a Jesús? Lo primero que tenemos que afirmar es que la
Palabra de Dios se nos comunica en el transcurrir cotidiano. No esperemos acontecimientos
extraordinarios. Lo más importante es crear un clima de oración y de silencio interior
que nos permita escuchar a ese Dios que no habla a través de tormentas o
terremotos sino en el susurro de la brisa…En el mundo contemporáneo, tan ruidoso
y tan intenso, no es fácil crear esos espacios de oración y silencio.
ü Dios
nos manifiesta sus designios de muchas maneras. En primer lugar, a través de
los textos sagrados, en particular el Nuevo Testamento; a través de las
orientaciones que nos da la Iglesia; a través de las necesidades de los hermanos
que sufren; a través de las interpelaciones del entorno social que nos convocan
trabajar por el bien común; a través de nuestras responsabilidades en el
cuidado de la casa común.
ü Cuando
el relato de la Transfiguración nos habla de escuchar al Señor, no pensemos que
estaremos frente a un discurso formal o que leeremos un documento con unas demandas
concretas. Escuchar al Señor es un proceso de fino discernimiento espiritual
para descubrir cuál es el camino que el Señor nos propone y el servicio que nos
pide.
ü Esta
Cuaresma es un tiempo propicio para el silencio y para la reflexión. Agucemos nuestros
sentidos internos para así identificar las sutiles mociones del Espíritu en nosotros.
En esta Cuaresma tenemos el reto de crear un micro-clima espiritual que nos permita
acoger el mensaje de este domingo: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.