SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ (19 DE MARZO)

 

 

Celebramos hoy la fiesta de San José, esposo de la Virgen María, padre de Jesús, hombre justo. José fue verdadero esposo de María de Nazaret. Dios lo llamó al matrimonio con María de una forma totalmente especial: es el suyo un verdadero matrimonio virginal. José y María recibieron la gracia de vivir juntos el don de la virginidad y la gracia del matrimonio. El Espíritu Santo los guió hacia una comunión esponsal vivida en la virginidad. Su matrimonio fue un verdadero matrimonio. No una apariencia, para guardar las formas.

Asimismo, excluida la generación física, José fue verdadero padre de Jesús. El Hijo eterno de Dios se hace hombre en el seno de María sin intervención de varón. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús…y María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti…” (Lc 1, 31- 35).

Dios Padre encomendó a San José la custodia y el cuidado de su Hijo eterno, el Verbo hecho carne. Educar es de alguna forma engendrar. La educación va encaminada hacia la madurez y el crecimiento integral del hijo: Jesús fue verdadero bebé, niño, adolescente, joven. “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). Sin haber engendrado a Jesús, San José fue su verdadero padre: en cuanto a la educación –incluso profesional- , la alimentación y los sacrificios que se hacen por los hijos, en todas las funciones de un padre.

Dios quiso hacerse hombre y que su Hijo naciera y creciera en el seno de una familia humana, bajo la fiel custodia del patriarca San José, que ejerció la autoridad familiar en una actitud de generoso servicio. El Carpintero de Nazaret tuvo que proveer a las necesidades familiares con el duro trabajo manual y con el sudor de su frente. Decía Juan Pablo II en su Exhortación apostólica sobre San José: “Junto con la asunción de la humanidad, en Cristo está también asumido todo lo que es humano, en particular la familia, como primera dimensión de la existencia en la tierra. En este contexto está también asumida la paternidad humana de José” (21).

El Evangelio define a San José como “hombre justo”. Esta palabra evoca moralidad intachable, sincero cumplimiento de la ley y fidelidad a la voluntad de Dios. Un hombre bueno. José siempre se dejó guiar por el Señor. Sin decir nada. Una vez recibida la misión divina, él la cumple en silencio.

Siempre dispuesto a realizar los planes de Dios. Hombre de fe como Abrahán. Sacrificado y fiel, creyó contra toda esperanza que María su mujer iba a ser madre por obra de la gracia de Dios. “Antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”. José su esposo decide repudiarla en secreto, pero el ángel del Señor le dijo: José “no temas acoger a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. Cuando se despertó, José “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer” (Mt 1, 18-25). Hombre del silencio, nunca pide explicaciones. En la sencillez de la vida diaria, mantuvo una fe sólida en la divina Providencia.

Hermosas palabras sobre San José pronunció el Papa Francisco en la homilía de inicio de su pontificado: “¿Como ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende…Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles…¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio”.

MARIANO ESTEBAN CARO