COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén
Oscar Frassia
(Emitidas por radios de
Capital y Gran Buenos Aires)
Cuarto Domingo
de Cuaresma, Ciclo B
Evangelio según San Juan
3,14-21
Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó
en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del
hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida
eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo
el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a
su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que
cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz
vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus
obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por
temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la
verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han
sido hechas en Dios.
CUARESMA 3: ACEPTACION O
RECHAZO DE LA LUZ
Queridos
hermanos: el misterio de Dios, el misterio de Cristo, la cruz --que para
algunos es un lugar de derrota, o una tragedia sin sentido ni explicación, o un
fracaso rotundo-- es donde en verdad el Señor nos compra, nos redime, nos
salva. En Israel, antiguamente, la sangre del cordero era parte de un rito de
purificación, con la sangre que se rociaba el pueblo era purificado. Con la
Sangre del Cordero Inmaculado, de Cristo, con la Sangre Divina del Hijo de
Dios, Él nos vuelve a comprar. Por eso la palabra es redimir, que en latín
significa “volver a comprar”
Por
eso, mirar la cruz, mirar al Crucificado, es creer en Él y saber que el mérito
es suyo y no nuestro; que la salvación viene por la gracia de Dios, es un
regalo de Dios inmerecidamente y somos nosotros deudores insolventes del amor
de Dios. Por lo tanto la gracia nos viene solamente de parte de Jesucristo.
Esa
gracia, que viene a nosotros, también nos exige una participación, una
respuesta, aceptación de la luz o rechazo de la luz; aceptación de vivir en la
verdad o vivir en la mentira; aceptación de vivir en el amor o vivir en el
odio; aceptación de que realmente el Señor quiere inundarnos con el esplendor
de su gracia, con la intensidad de su luz. Podemos decirlo de esta forma: la
salvación objetiva es la de Cristo y la salvación subjetiva es nuestra
respuesta y nuestra participación.
Muchas
veces los hombres tardamos mucho en darnos cuenta, a veces pueden ser hasta
años; cuando uno pueda llegar a pegar un salto, a brincar, a tener una mayor
calidad de vida, de una cosa mezquina, egoísta, a una cosa profunda y real.
Que
en esta Cuaresma, mirando al Crucificado, podamos entender todas las cosas y
tener fuerzas para seguirlo e imitarlo. “Se lo sigue y se lo imita”, decía San
Agustín y que vivamos en la luz, no en las tinieblas.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén