DOMINGO
V DE CUARESMA - CICLO B
SOMOS GRIEGOS QUE BUSCAN A JESÚS.
El evangelista propone como un ejemplo
de la buena impresión que ha causado Jesús en los últimos días antes de la
pascua, a unos griegos que se encontraron con Felipe, de nombre “griego” y
nacido en Betsaida para decirle: “Queremos ver a
Jesús”; Posiblemente habían estado en la procesión de ramos pero, querían
encontrarse para conocerlo y hablar con él”. Ya sabemos que el griego era por
naturaleza inquisitivo, buscador y originador de ideas siempre nuevas para
conformar sus diferentes doctrinas. Felipe consideró mejor consultarle a Andrés
que era del grupo, el mejor consejero en las dificultades; basta con lo que le
insinuó: “preguntémosle al Señor”, quien respondió: “Ha llegado la hora de que
el Hijo del hombre sea glorificado, revelado como Dios” (Evangelio) No es la
gloria como prestigio y renombre sino como “presencia del Dios compasivo en la
historia y carne del hombre.
Nos basta para identificarnos como
griegos la fascinación que tenemos por las ideas. ¿Qué nos puede animar más que
una buena idea y un proyecto que nos haga soñar? Si pasamos este encanto a la
fe; leer, escuchar, asistir a conferencias o retiros con un buen expositor no
deja de ser una delicia y un signo de buen gusto religioso. No somos pocos los
que religiosamente buscamos a Jesús por
necesidad; aunque cuando de necesidades se trata dan mejor resultado la virgen
y los santos. Somos muchos los griegos modernos quienes requerimos de gente que
nos lleve a Jesús; y no menos los que necesitamos de catequistas que nos pasen
de la religiosidad natural al encuentro con
Jesús. La búsqueda explícita o anónima de quienes quieren ver a Jesús lo
llevó a expresar para los griegos y nosotros: “Ha llegado la hora de que sea
glorificado el Hijo del hombre” (La Hora es la
muerte de Jesús).
LA
HORA Y EL GRANO SON JESÚS.
El grano de trigo es Jesús quien debe
morir (La Hora-Cruz); para que todos los hombres sean recuperados, rescatados,
encontrados por Dios, como a Pablo en Damasco o
a los discípulos en Galilea.
Nos asustamos cuando se nos habla de
dar la vida porque de inmediato pensamos en la plata que iremos a perder, las
cosas que tendremos que abandonar, en los gustos que debemos sacrificar,
incluso en las personas que debemos dejar. Pero Jesús advierte una cosa que
debemos creer: Poner límite a entregar la vida, tener miedo en compartir,
apegarnos a las cosas, es llevar la vida al fracaso, encerrarnos en nosotros
mismos y con los nuestros, es perder lo más bello que tiene la vida en relación
con los demás: darla, compartirla, entregarla, en servicio, cariño, tiempo,
gratitud, tolerancia y respeto por su dignidad. “El grano que no muere queda
infecundo, solo porque no llega a ser espiga. De su muerte un hombre y un
pueblo nuevo van a nacer. “Pero si muere producirá mucho fruto” (evangelio). El
fruto supone una muerte, la entrega exige fe en la fecundidad, y la fecundidad
pasa por el amor en la entrega. La persona humana en su libertad puede dar la
vida; sin duda alguna que es mejor darla, compartirla en servicio; antes de
correr el riesgo que nos la arrebaten. Por eso es mejor que reconstruyamos las
cosas hablando de “don de sí mismo” para que otros no tengan que contar que en
tal fecha y en tal calle nos la arrebataron.
Cuando el hombre va dando su vida con
generosidad ésta se va acrecentando y a su vez va desapareciendo la mal llamada
cultura de la muerte. Cuando se aprende a dar la vida no hay muertes
prematuras, ni a nadie le sobran años o le falta tiempo. El creyente no cree
que la fe esté sometida a sustos o imposibles como tampoco le ocurrió a Jesús
quien pasó por experiencias bien negativas.
SALVADOR
POR OBEDIENCIA
Con gritos y con lágrimas presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su
piedad. A pesar que era “El HIJO
APRENDIÓ A OBEDECER PADECIENDO; Y LLEGADO A SU PERFECCIÓN SE CONVIRTIÓ EN LA CAUSA DE SALVACIÓN ETERNA
PARA TODOS LOS QUE LE OBEDECEN” Aprendió sufriendo a obedecer y se ha
convertido para todos los que obedecen en autor de salvación (Segunda lectura).
La alegría de la salvación quedó incorporada por Israel a la fiesta de la
pascua desde el domingo de ramos; así fue el evangelista Juan adelantando los
significados y consecuencias de la muerte y resurrección de Jesús, mientras que
los sumos sacerdotes respondían con signos de muerte.
El acto de levantar a Jesús es la
mejor prueba de sentencia contra el orden injusto porque no se trataba sólo de
morir sino, de salvar la vida de la muerte “Y Yo cuando sea levantado sobre la
tierra, atraeré a todos hacia mí” (evangelio).