5ª semana de Cuaresma.
Martes: Jn 8, 21-30
Estas palabras forman parte
de las discusiones doctrinales que tenía Jesús con los judíos, jefes
espirituales de aquel pueblo, sobre el origen del Mesías y la validez de su
testimonio sobre sí mismo. Eran los tiempos de la fiesta de las chozas en que
solían proclamarse los textos sobre la presencia de Dios: “Yo soy”. Cuando Dios
le proclamó esta verdad a Moisés no pretendía proclamar a Dios tanto como algo
absoluto, sino la proximidad y presencia salvadora de Dios en medio de su
pueblo. Es lo que quiere enseñar Jesús, pero relacionado en su persona, que es
el enviado del Padre, con quien está íntimamente unido, especialmente por el
cumplimiento pleno de su voluntad. Es la respuesta a los judíos, que le
preguntan: “¿Tu quién eres?” Jesús nos quiere enseñar que Dios no está tanto en
el templo y en la ley cuanto en su persona y a través del cumplimiento de su
voluntad. Esta es la intención especial del evangelista que no está haciendo
una crónica sino una catequesis. Por lo tanto acentúa lo que más interesa.
Aquí como en todo el
evangelio quiere explicar quién es Jesús. El no dice que es el Mesías, porque
se prestaría a interpretaciones nacionalistas, sino que habla de su relación
íntima con el Padre Dios. Y lo hace porque busca la conversión: una conversión
casi imposible, porque Dios respeta la libertad y los interlocutores con Jesús
se han colocado tan a la contra, que Jesús tiene que decir que entre ellos hay
todo un abismo, ya que ellos son de abajo, del mundo, mientras que El está en
el ámbito o la esfera de lo divino. El es la luz del mundo, porque sólo hace lo
que le enseña el Padre. Este es el único sentido verdadero que puede tener
nuestra vida: orientarnos hacia Dios, para cumplir su voluntad, no por
servilismo, sino como un hijo busca agradar en todo a su padre. Es como un buen
alumno que quiere llevar a su casa buenas calificaciones,
no por los premios que vaya a ganar, sino porque con ello agrada a sus padres.
La voluntad de Dios se manifiesta en los compromisos cristianos, en el
cumplimiento del deber profesional o de familia y en la ayuda a los
necesitados.
Jesús pide fe. Es lo que
significa creer en Jesús. Aquellos judíos tienen el gran pecado de la
incredulidad. Por eso no pueden ir donde Él va. Y si no creen, les dice Jesús
que “morirán en sus pecados”. Esa falta de fe les impide llegar a la salvación,
a la vida eterna. Están demasiado metidos en el ambiente mundano. También entre
nosotros se dan muchas dudas sobre la misma presencia de Dios. Suele ocurrir
con motivo de muchas preocupaciones materiales, y a veces se culpa a Dios de
los males que nos rodean. La fe verdadera está unida al amor. Por eso debemos
buscar más la amistad con Jesús: en el trato con Él mediante la oración y una
presencia amorosa a través de todo el día y sobre todo cuando podemos estar
ante Él en
Sabemos que esta vida no es
el final. En el camino aparecerá la cruz, pero es un paso hacia la
resurrección. Jesús se refiere a este misterio cuando habla de ser conocido
“cuando sea levantado”. Los judíos sabían relacionarlo con lo que pasó en
tiempo de Moisés. Por el desierto los israelitas sufrían mordeduras de
serpientes venenosas. Creyeron que eran por causa de sus pecados. Entonces se
arrepintieron y, como símbolo de la presencia de Dios perdonador hicieron
construir aquella serpiente de bronce que tenía la virtud de que al mirarla,
quedaban curados. No era la serpiente de bronce, sino su arrepentimiento lo que
producía la curación. Es la 1ª lectura.
Hoy también nos debemos
preguntar: ¿Qué es Jesús para nosotros” O ¿Qué
representa Jesús en nuestra vida? Esta debe ser una parte de meditación para
esta Semana Santa. ¿Es verdaderamente nuestra luz y salvación, el signo de la
presencia de Dios en nuestra vida? La parte que hoy leemos termina con
optimismo, porque “muchos creyeron en Él”. Pero también nos hace pensar que, si
nos obstinamos en nuestros pecados, nos puede pasar como a aquellos jefes
judíos que, a pesar de estar oyendo a Jesús, se cerraron de tal modo en el mal
que decidieron matarle.