Sabado Santo

 

SÁBADO SANTO: DURANTE EL DÍA

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Debería ser esta jornada la más seria del año, hasta un día triste me atrevo a decir. El ánimo cristiano, como el de los testigos o enterados de lo que le había ocurrido al Señor en el Calvario, estarían desconcertados y silenciosos, incapaces de mirarse a los ojos unos a otros. Excepto Juan y las marías ¿Quién hubiera sido capaz de hablar con la Madre del Maestro, o mirarle a la cara o sonreír? Es el día del gran silencio, sigilo cósmico. Aburrimiento.

 

2.- En mis tiempos de bachillerato y en los del seminario, por una serie de degradaciones de las costumbres litúrgicas, al Sábado Santo, se le llamaba Sábado de Gloria. Se celebraba una liturgia a primeras horas de la mañana y, durante el día, se repartía agua bendita a los que acudían a las iglesias. El gran Papa Pio XII se atrevió a reinstaurar la Vigilia Pascual, sin que fuera obligatoria. Fue un gran paso, como tantos otros acertados que dio este pontífice.

 

3.- Por fin se instituyó y es la más solemne liturgia de todo el año. Larga parece ahora, muchísimo más lo fue en tiempos primitivos. No me atrevo a describiros los detalles que implicaba la vida cristiana desde el atardecer del jueves hasta la llegada de esta Noche Santa. El fiel se había abstenido de tantas cosas, no sólo de comida, que al llegar al amanecer y escuchar que Cristo había resucitado, saltaba de gozo. Perdonadme el inciso. Os sugiero que cuando asistáis a la Vigilia y escuchéis que se dice: no está aquí, ha resucitado, interrumpáis la proclamación prorrumpiendo en aplausos, como se merece lo que se nos ha dicho. Desde hace muchos años, los que conmigo celebran la Pascua lo hacen con gran entusiasmo y os confieso que, si soy yo el que lo proclama, no puedo contener la emoción y lloro de gozo. Es uno de los gestos que todos recuerdan siempre con ilusión y algunos nostalgia. Niños, jóvenes, adultos y ancianos. Podéis estar seguros.

 

4.- Pero si os decía que como celebración solemne y sabatina no existía en mis tiempos jóvenes, recuerdo haber aprendido en mi niñez uno de los “artículos de la Fe” que decía: “creer que bajó a los infiernos a salvar a los justos que estaban esperando su santo advenimiento”. Más tarde se nos explicaba el sentido de la palabra infierno, que nos decían existían tres y, en lenguaje arcaico, se advertía que estaban en el centro de la tierra (sic)

 

5.- Os recomiendo, mis queridos jóvenes lectores, que os procuréis un ejemplar del icono bizantino que se titula “bajada del Señor a los infiernos”. Dicho sea de paso, en la mayoría de estas Iglesias Orientales, no existe el icono de la Resurrección, propiamente dicho. El del Calvario, sí. El de que os estoy hablando también y el otro es el del sepulcro vacío, con los ángeles y las santas mujeres a su lado. Es idéntica la Fe, puesto el acento en diferentes aspectos. Ahora bien, este de la “bajada” es extraordinariamente bello. Os confieso que ahora que ahora mismo, cuando redactaba este mensaje que os dirijo, he consultado el “inefable google” para ver si os podría orientar a vosotros en la búsqueda. Pues bien, he visto primero unas cuantas imágenes y después que, como pasa siempre con este buscador, se indicaban una infinidad de lugares, muchos más de los que uno necesita. Así que allá vosotros, espabilaos. Yo ya tengo un icono de un tamaño un poco superior a DinA3 que no me canso de contemplarlo.

 

6.- Continúo. Ante este icono, mirado, estudiado y reflexionado, leed una y otra vez el precioso texto que ahora añado. Yo lo he hecho una y mil veces y nunca me canso de volverlo a hacer. Os lo adjunto con la referencia del lugar donde se encuentra el total de la homilía. Os advierto que está redactada en latín y que me parece que el trozo escogido es lo mejor. Por mi parte me propongo traducirlo y meditarlo todo. Se trata de un arduo trabajo, dada la falta de definición de la grafía.