SANTIAGO APÓSTOL
SOLEMNIDAD
25 DE JULIO
Los apóstoles, con mucho valor,
daban testimonio de Cristo Resucitado (primera lectura). Desde la más remota
antigüedad se mantiene viva la persuasión de que Santiago, hijo de Zebedeo,
“predicó el Evangelio a las gentes de España y de los lugares occidentales”,
dice San Isidoro (560-636). Hacia el año 42 el rey Herodes mandó decapitar a
Santiago, hermano de Juan. A venerar su sepulcro en Compostela han acudido, a
lo largo de los siglos, innumerables peregrinos. También los Papas Juan Pablo
II y Benedicto XVI.
El apóstol Santiago es Patrono de
España por estar en los orígenes de su fe cristiana. “Con su guía y patrocinio
se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos y se dilata por toda la
tierra” (prefacio). Patrono también por su especial protección en la
reconquista de la independencia y la libertad religiosa de la Hispania
cristiana, librándola de la “cruel persecución” de la que, en su Documentum Martyriale, habla San
Eulogio de Córdoba (800-859), quien también fue decapitado.
Las oraciones de la misa de hoy
nos señalan el camino a seguir para mantenernos fieles a Cristo, alentándonos
en nuestro peregrinar por la vida hasta que lleguemos a la gloria de Dios, que
es nuestra meta.
Asimismo las lecturas de la
Palabra de Dios nos indican cómo ser fieles a las enseñanzas de los apóstoles
ante la “apostasía silenciosa” del siglo XXI: dando testimonio de la fe
cristiana sin miedos ni complejos. Nuestra fe ha de dar frutos de buenas obras
en todos los ámbitos de la vida: nuestros criterios y nuestras decisiones deben
ser siempre conformes con el Evangelio. Juan Pablo II en su homilía en Santiago
de Compostela en 1982, habló de la fe auténtica de la Iglesia, la fe en
Jesucristo, la fe que transmitió el apóstol Santiago, y que se traduce en “un
estilo de vida según el Evangelio, es decir, un estilo de vida que refleje las
bienaventuranzas, que se manifieste en el amor como clave de la existencia
humana y que potencie los valores de la persona, para comprometerla en la
solución de los problemas humanos de nuestro tiempo”.
No todo lo que es legal es, por
eso mismo, moral. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (primera
lectura). Hemos de verlo todo a la luz de la fe. Seguros de que lo que Dios
quiere de nosotros es lo mejor para nosotros: todo es para nuestro bien
(segunda lectura). Tenemos que seguir el ejemplo de Cristo, que ha venido a
servir y no a ser servido (Evangelio), convencidos de que “la mejor defensa de
Dios y del hombre consiste precisamente en el amor” (Benedicto XVI).
MARIANO ESTEBAN CARO