CICLO  A

TIEMPO ORDINARIO

XII DOMINGO

 

Jesús en el Evangelio de hoy nos dice: “No tengáis miedo”. El cristiano debe vivir con la seguridad de que Dios nos quiere con un amor infinito. Que siempre está de nuestra parte. Que está al tanto de cada uno de nosotros y de lo que nos pase de bueno o de malo. El Evangelio nos dice que cada uno de los cabellos de nuestra cabeza los tiene contados nuestro Padre Dios.

 

“No tengáis miedo”, porque el miedo es lo más contrario a la fe. En medio de la tempestad la barca parecía desaparecer entre las olas. Cristo estaba dormido. Los discípulos “se acercaron y lo despertaron gritándole: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dice: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?” (Mt 8, 24-26).

 

Quien desconfía de Dios, quien no se siente seguro en las manos de Dios, no tiene verdadera fe, que no consiste solamente en saber cosas de Dios. Es, sobre todo,  poner nuestra confianza en Dios. Sentirnos seguros con Dios.

 

“No tengáis miedo”, porque el mal no viene de Dios. Dios no nos manda los males. Ni quiere nuestra muerte. Nos dice la segunda lectura que el mal (y la muerte) entró en el mundo por un hombre, Adán. Ni quiso la muerte de su Hijo en cruz, que murió como un hombre cualquiera, a gritos y con lágrimas. Por eso, lo resucitó lleno de vida y de gloria. En medio del tormento no le faltó a Jesús el amor de su Padre. Y así en Cristo nuestra muerte ha sido vencida: “muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida” (prefacio I de Pascua). Los que viven y mueren con Cristo y como Cristo vencerán también a la muerte.

 

“No tengáis miedo”, porque es verdad lo que se nos dice en la primera lectura: “El Señor está conmigo”. También y, sobre todo, en el dolor y el sufrimiento. Estamos seguros de que “mis enemigos no podrán conmigo”. Dios libra la vida del pobre, si nos encomendamos a Él, si le encomendamos nuestra causa, nuestros dolores, sufrimientos y problemas. “El que cree nunca está solo” (Benedicto XVI).

 

“No tengáis miedo”. Si dirigimos hacia Dios nuestra

oración: “que me Escuche tu gran bondad, Señor” (salmo responsorial). El Señor siempre nos responde con la bondad de su gracia. Es compasivo y misericordioso. Siempre escucha a los pobres.

 

“No tengáis miedo”, porque Cristo está de nuestra parte, si nos ponemos de su parte. “No tengáis miedo” -repetía con frecuencia Juan Pablo II- “abrid vuestras puertas a Cristo”. Y el Papa Benedicto XVI añadía: “No tengáis miedo, porque de Cristo no nos puede venir nada malo”. Todo lo contrario. Y este es el mensaje de la segunda lectura: “gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre nosotros”.

 

Cristo es nuestro modelo para vivir en las manos de Dios. Sin miedos de ninguna clase. Es para nosotros camino, verdad y vida. Caminando por la vida con Cristo y como Cristo tenemos la certeza de estar en la verdad. Viviendo y muriendo como Cristo vivió y murió tenemos asegurados el bien y la vida.

 

En algunas ocasiones nos sentimos dejados de la mano de Dios. Cuando el mal y las dificultades arrecian en nuestra vida, pensamos que Dios nos ha olvidado. Que no contamos para Él. Cuando nos sentimos encerrados en tantas necesidades y nos tienta el pensamiento de que Dios nos ha abandonado, nos está faltando la fe. En el fondo dudamos del amor fiel de Dios. Debemos tener muy presentes las palabras de San Pablo: “nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo, Señor nuestro” (Rm 8, 37-39).

 

Mariano Esteban Caro