CICLO A
TIEMPO ORDINARIO
XVII DOMINGO
También el Evangelio de hoy nos habla en
parábolas del Reino de los cielos. Es el Reino de Dios. El Reinado del
Dios-Amor en nosotros.
El Reino de Dios no es un territorio. Ni una
situación de poder y dominio. Es el Reinado de Dios en nosotros. Para abrirnos
a este Reinado de Dios en nosotros necesitamos convertirnos y creer en el
Evangelio. Hemos de romper todas las ataduras del mal, que nos paralizan. Creer
en el Evangelio es aceptar la Palabra de Cristo como norma de nuestra vida.
El Reino de los cielos en nosotros será real
si ponemos sobre todo la voluntad de Dios. Lo que Dios quiere de nosotros es lo
mejor para nosotros. Y lo que Dios quiere de nosotros es siempre nuestro bien.
La voluntad de Dios se nos pone de manifiesto en sus mandamientos. Sus preceptos
para el verdadero creyente valen más que miles de monedas de oro y plata. “A
los que aman a Dios todo les sirve para su bien” (segunda lectura).
Salomón pidió a Dios un “corazón
dócil”. En la Biblia se habla del “corazón” como el centro de la persona, donde
radican sus intenciones, sus juicios, sus sentimientos. Corazón dócil significa
la conciencia, “sensible a la voz de la verdad y, por eso, es capaz de
discernir el bien del mal” (Benedicto XVI).
Por encima de los mandamientos divinos no podemos
poner nada. Así hemos de entender el salmo responsorial: “yo amo tus mandatos,
más que el oro purísimo; por eso, aprecio tus decretos, y detesto el camino de
la mentira”.
La segunda lectura dice que Dios nos ha
llamado a cada uno de nosotros, nos ha elegido, nos ha predestinado a vivir
este Reinado de Dios en nosotros. Somos cristianos, hijos de Dios, porque nos
ha escogido. Su amor se nos ha adelantado: “Él nos amó primero” (1 Jn 4, 19). Es nuestra vocación.
A esta llamada de Dios hemos de responder
personalmente. Con fe, que es sentirnos seguros en las manos de Dios, que
siempre quiere nuestro bien. Respondemos a esta llamada de Dios si no ponemos s
nada ni a nadie por encima de la voluntad de Dios: vendiéndolo todo. Responder
a la elección de Dios con un corazón dócil.
Dispuestos a obedecer a Dios antes que a los
hombres. Conscientes de que la Palabra de Dios nos da inteligencia. Nos ayuda a
discernir el mal del bien. No todo da igual: el bien y el mal, la mentira y la
verdad, lo que está de acuerdo con la ley natural y lo que es contranatural.
El Reinado de Dios en nosotros nos
transforma. Nos hace ser imagen de Cristo, el Hijo único de Dios. Nos hace
hijos de Dios. Cristo es el primogénito de muchos hermanos. El Reinado de Dios
nos asemeja a Cristo. Si vivimos como Él vivió, Dios nos santificará y nos
glorificará. Participaremos de la gloria de su resurrección.
Mariano
Esteban Caro