DOMINGO III TIEMPO PASCUAL -  CICLO B

LA RESURRECCIÓN ES UN PROCESO DE FE.

Primero Pablo y luego Lucas comprendieron y enseñaron que la cruz y la resurrección eran inseparables en la experiencia de la fe como lo había sido en Jesús para que se cumpliera la Escritura “Esto es lo que les dije cuando estaba con ustedes que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito en la ley de Moisés, en los profetas y los salmos acerca de mí. Entonces les abrió el entendimiento para que entendieran las Escrituras”. Si no hubiera sido así la historia a lo mejor no habría dicho nada o hubiese contado sin mucho revuelo que el imperio romano había crucificado a un grupo de judíos en el que se encontraba uno de nombre Jesús. Jesús tampoco murió en un desastre invernal o en un secuestro con intenciones monetarias.

Lo novedoso y original de esta muerte fue que la resurrección dio sentido a la cruz y la cruz a su vez explicó la resurrección, convirtiendo la muerte y resurrección de Jesús en una revelación y las apariciones en otras tantas experiencias de revelaciones como le ocurrió a Pablo en damasco cuando contemplando al crucificado-resucitado cambió la manera de ver la muerte y resurrección de Jesús. También “los discípulos se quedaron atónitos de miedo pensando que estaban viendo un fantasma. Él les dijo: ¡porqué están tan asustados y dudan tanto en su interior! Miren mis manos y mis pies: ¡soy yo en persona! Tóquenme y verán; un fantasma no tiene carne ni huesos, como ven que tengo yo, y les mostró las manos y el costado” (evangelio).

COMO OCURRE LA RESURRECCIÓN EN NOSOTROS

La pascua es para enraizar en el corazón de los creyentes la misma certidumbre de Pablo: que el resucitado fue un crucificado. Esta certidumbre fundamentaba su vida como experiencia de fe; como un proceso por tratarse de un encuentro prolongado más que casual. “Se me apareció también a mi” no significa que esta experiencia cesó con la suya, sino que, probablemente fue la última experiencia de algunas ya ocurridas o por ocurrir con nosotros a quienes requerimos como experiencia fundante de la fe que nos encuentre el crucificado-resucitado para hacer de la fe un encuentro. En el tiempo pascual la pedagogía de la liturgia nos enseña a distinguir por medio de la palabra, predicación, y los sacramentos esta experiencia como un hecho prolongado y no solo un breve período de celebración litúrgica sino, un proceso vital porque es en la vida personal y de los demás donde y cuando debemos discernir para encontrarnos, quien es ese crucificado-resucitado. Es el tiempo que va “de los ojos cerrados por el desconcierto y el temor a los ojos abiertos “por la explicación de la Escrituras” que dejan en paz y alegría el corazón” (Lc 24,26.31). Fue desde la fe del crucificado-resucitado, revelación para su vida, cuando Pablo comprendió el antiguo testamento. “El día de la resurrección, primer día de la semana (domingo) estaban en casa los discípulos con las puertas trancadas por miedo a los judíos, cuando se les presentó Jesús y dijo la paz esté con vosotros y ellos se llenaron de alegría” No olvidemos que la paz y la alegría son el inicio de todo encuentro en la fe, el presupuesto para discernir donde está el Espíritu del Resucitado.

DE LA NEGACIÓN A LA IDENTIFICACIÓN.

Pedro quien había negado a Jesús por obvios temores de morir y cuidar su vida sin identidad, cincuenta días después, arrepentido, aprovecha la oportunidad para dar razón en una excelente síntesis de historia de salvación a favor de sus hermanos judíos y sus jefes “han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos… arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen sus pecados” (primera lectura). Todo en razón de la admiración del kerigma, el milagro de levantar un muerto para ponerlo a caminar en nombre del Resucitado. (primera lectura).

La misión de la comunidad cristiana es ser testigos de la obra del Resucitado en ella. El mejor signo es la transformación del grupo de los doce por obra del Espíritu Santo. Solo para esto valdría la pena formar comunidades que sean trasformadas por el Espíritu del Resucitado. Sin comunidades no es posible dar razón de la resurrección de Jesús; como no hubiera sido posible sin la comunidad de los Doce. La pastoral no puede suponer la parroquia como comunidad sin antes haber iniciado un proceso de conversión como el de Pedro, cabeza de los doce.

LOS RIESGOS Y POSIBILIDADES DE LA COMUNIDAD

Juan pone la comunidad cristiana, hijos mìos, en atención a lo que destruye la acción del Espiritu en la comunidad, el pecado. Pero si alguien peca, renunciando a “ser hijo de Dios” tiene un intercesor, el Espiritu Santo, quien se ofreció como “victima por nuestros pecados y los de todo el mundo”. El resucitado es don renovado para nuestra justicia perdida. “La forma cómo podemos estar seguros de que lo conocemos es guardar sus mandamientos. ”todo el que guarda su palabra, el Espíritu Santo, está perfectamente en El. En tanto uno ama a Dios, uno también ama al prójimo: “Si uno dice, yo amo a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a un hermano a quien ha visto no puede amar a Dios a quien no ha visto” (1 Juan 4:20). “Dios es amor, y todo el que se mantiene en el amor se mantiene en Dios, y Dios en él.”

Una lectura kerigmática de hoy nos permite hacer esta súplica: “Déjanos gozar de la luz de tu rostro resucitado. Escúchame cuando te invoco, Dios defensor mío: Tú que en el aprieto me diste holgura, ten piedad de mi y escucha mi oración. Déjanos gozar la luz de rostro resucitado. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tu solo, Señor, me haces vivir tranquilo. déjanos contemplar tu rostro, resucitado” (Sal. 4)