III  DOMINGO DE PASCUA  (B) (Lucas, 24, 35-48)

  Una verdadera fe en la Resurrección..., ¡transforma nuestras vidas!

 

-  Jesús, después de resucitado, estuvo apareciéndose a los suyos durante 40 días. ¿Qué finalidad tenían estas repetidas y variadas apariciones del Señor? ¿Qué pretendía conseguir de sus discípulos?

-  Aunque durante los tres últimos años de su vida pública, Cristo había instruido a sus Apóstoles sobre la Iglesia que quería fundar, cuando verdaderamente se pone en marcha su Iglesia y se da “el pistoletazo de salida” fue, después de su Resurrección. Pero, para ello, era indispensable:

1º) Que sus discípulos tuvieran ya la plena persuasión de la realidad de su Resurrección. Hecho que, aunque tan anunciado por Jesús, ellos no terminaban de persuadirse. A conseguir esa persuasión estaban dirigidas todas esas reiteradas apariciones, como la de hoy. Era como decirles:¡Salid ya de vuestra incredulidad! ¡Aquí me tenéis resucitado, como os anuncié!

“Palpad y ved que un espíritu no tiene carne como veis que yo tengo”.

            2º) Hacía falta también, “sacarles del cuerpo” el miedo que les había producido asistir al escándalo de la cruz. Y, a los que estaban, “llenos de miedo por la sorpresa….”, el Señor trató de tranquilizarlos con su saludo:

            “Paz a vosotros , “No temáis. Yo he vencido al mundo” 

            3º) Y, finalmente, aquellos hombres necesitaban también que el Señor los iluminara con las luces sobrenaturales de la Palabra de Dios:

            “….les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”

 recordándoles que, todo lo que había sucedido estaba ya escrito en Moisés y los Profetas.

-  Y es, a partir de ese momento, cuando la Resurrección del Señor se convertiría para ellos en una verdad transformante. Transformación que se acrecentaría después, con la venida del Espíritu Santo. Y aquellos hombres:

   - De desesperanzados, se convierten en hombres llenos de Fe y Esperanza.

   - De temerosos, en hombres intrépidos y capaces de jugarse la vida.

   - Y de cobardes e incapaces de dar la cara por su Maestro, en verdaderos testigos de su Resurrección, incluso hasta el martirio.

 

- ¡Pidámosle al Señor que, también a nosotros, “nos abra el entendimiento”, para creer de verdad en su Resurrección y en la nuestra!  Sólo así, la maravillosa realidad de la Resurrección del Señor, se convertirá también para nosotros en una,  verdad transformante.

                                                                                                                          Guillermo Soto