IV DE PASCUA-B

Cariño

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Las palabras que a uno le dirige cualquier persona pueden engañarte. Pese al significado que tengan oficialmente, siempre es posible que no sean sinceras. Las caricias y galanteos, nadie puede estar seguro que no engañan. La actitud general y la mirada, difícilmente mienten.

Jesús se define como amigo en cierto momento. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. (Jn 15 13). Seguramente que cuando los apóstoles lo oyeron, se sentirían satisfechos.

2.- En ciertos momentos el amor del padre/madre y su ternura, nos consuela y reconforta. Ahora bien, ninguno de estos son suficientes, en según qué circunstancias. Los amigos, la familia, el enamorado/enamorada, no pueden sacarnos de ciertos apuros que nos envuelven en algunas ocasiones adversas. Precisamos alguien con poder para intervenir, amparar y solucionar, en aquella situación que nos desalienta. Buscamos y nos refugiamos en alguien que quiera protegernos y que pueda protegernos. Buscamos alguien influyente, capaz, voluntarioso. ¡cuantos se han salvado en un cierto momento al haber conseguido encontrar un protector!

3.- En el ambiente en que se desenvolvía Jesús con sus apóstoles, una figura emblemática era el pastor. Aún ahora cuando miramos por las extensiones del desierto de Judá y vemos un rebaño con su pastor en medio, nos complace la estampa. Delante van las ovejas y corderos. Comen lo que pueden. Detrás las cabras que arrancan y se zampan todo lo que pueda quedar, sin saber nadie cómo. Es una estampa bucólica, pero hay algo más, que solo estando cerca se observa. El pastor protege, pese a casi ni moverse y su rebaño lo sabe. A la menor señal de peligro, todo él se acerca. Y si algún animal se hace daño, se deja curar pacientemente por el pastor.

 4.- Lo que os he contado lo he visto muchas veces, cerca de Jericó, camino del sur, por el desierto del Neguev. También a los pies del monte Tabor. Pero en mi caso ya tenía experiencia de la delicada actitud del pastor para con sus reses, antes de ir a Tierra Santa. De pequeño, uno de mis tíos era labrador y al atardecer veía como llegaban a su casa todas sus reses y como yo era el sobrino de mi tío y venía de la ciudad, los pastores, cuando habían entrado en el corral, me enseñaban algunas ovejas y corderos. Para mí todos eran iguales, para ellos, no. Conocían una por una a las corderas y las cabras. Distinguían mucho mejor que yo los carneros y los machos cabríos. Ser pastor es una ocupación muy singular.

5.- Pese a que os he descrito recuerdos de infancia, mis queridos jóvenes lectores, sé que continúan siendo igual estas características, estas virtudes. Los medios nos lo notificaban hace pocos días. Por tierras de la Península, muchos ríos se han desbordado y se han destruido carreteras y caminos. Un pastor que le cogió la tempestad en descampado, quiso salvar a su rebaño, sin lograrlo, pero no lo abandonó, quiso protegerlo y en el empeño encontró la muerte. A los mataderos, los establecimientos donde se sacrifican las reses siguiendo un protocolo establecido, para el consumo humano, no acuden pastores a realizar tal faena. El hacerlo sería superior a sus fuerzas.

6.- Jesús se define como pastor bueno. Es una actitud muy significativa. Debéis saber, mis queridos jóvenes lectores, que, pese a lo que os he explicado, también existían y existen malos pastores que han llegado al oficio por veredas torcidas. Cada pastor se ocupa de su rebaño, sí, pero mira con amor a los otros rebaños. La mirada del pastor, su ensueño, siempre imagina con simpatía al ganado que quisiera tenerlo a su lado.

7.- Por un cierto tiempo, vivió en mi casa un pastor que había sufrido un grave accidente y que estuvo a punto de morir. En su larga convalecencia, siempre estaba cavilando con el rebaño que un día podría volver a pastorear. Cuando conmigo iba de viaje, se le iban los ojos a cualquier rebaño que pudiera distinguir por el paisaje. Podía sentirse deprimido, pero al ver ganado se le pasaban todos los males.

8.- Al Señor también al contemplarnos, al observar a tantos hombres que viven alejados le entran grandes deseos de agruparnos y protegernos. Nunca olvidemos el gran aprecio que nos tiene. Y si en aquel tiempo y aquel paisaje se definió como pastor en otra época y en sociedad distinta, dijo que tenía buen corazón, que amaba con ternura.

(Y si, por ventura o desventura, ninguna de estas imágenes simbólicas os gusta, recordad que también hablo de su gran misericordia. Lo que sería más lamentable es que pensaseis que no necesitáis ni necesitaréis nunca ninguna ayuda. Tamaño desatino os llevará a la ruina. La representación del Buen Pastor es muy propia del arte paleocristiano, escultórico o en decoración de murales. Contemporáneamente encontramos la pintura de la Divina Misericordia, el contenido es el mismo y el que no debemos nunca olvidar: Jesús nos ama con ternura, con cordialidad, con cariño)