IV
Domingo de Pascua, Ciclo B
El
Espléndido Buen Pastor
Con
la alegría de la pascua, tras haber contemplado en la Iglesia las apariciones
del Señor Resucitado en los domingos anteriores, ahora la Iglesia proclama con
diversas imágenes, tomadas de los Evangelios y de la Biblia, la grandeza del
misterio de Cristo.
Este
domingo pascual se centra en la imagen del Buen Pastor, del Evangelio de Juan,
y con este motivo la Iglesia Católica quiere dedicar una jornada a la oración
por las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal. De este modo se quiere
sensibilizar al pueblo de Dios de la gran importancia que en la marcha de la
Iglesia tienen las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en cuanto que
los que responden a ese tipo de vocación tienen una misión fundamental como
pastores del rebaño de Dios que siguen las huellas del único Pastor, que es
Jesucristo.
Jesucristo
en su camino hacia la cruz es el modelo de Pastor y su misión consistió
en dar la vida por amor para que todos los seres humanos pudieran obtener
la vida eterna, la cual se concibe no sólo como una vida que trasciende el
tiempo y las coordenadas históricas, sino como una nueva forma de vivir y de
comportarse, con la dignidad de los hijos e hijas de Dios, en la libertad, la
paz y el amor que el Resucitado comunica a todos los suyos.
En
el Evangelio de Juan se encuentra la alegoría dedicada a la imagen del
Pastor (Jn 10,1-30). Jesús se revela como el Buen Pastor que, a diferencia
del asalariado y de los dirigentes a los que éste representa, es el que da la
vida por las ovejas, el que las defiende, las guía y las acompaña. De este modo
el Señor Jesús aparece como modelo de Pastor frente a los dirigentes religiosos
y políticos del pueblo y muestra una rotunda contraposición a las funciones,
comportamientos y actitudes de todos ellos.
La
imagen del Pastor es una de las más frecuentes en la Biblia para referirse a
Dios en su relación con el pueblo. Pero Jesús introduce un aspecto inédito en
el Antiguo Testamento respecto a esa figura: El pastor bueno es el que da la
vida. Con esta alegoría Jesús muestra que el buen pastor, a diferencia del
asalariado, es el que defiende a las ovejas, las guía, las acompaña y da la
vida por ellas. Y es que no se puede comunicar vida si no es dando la propia
vida. Pero él ha amado a los suyos hasta el fin, exponiendo y entregando su
vida. Al entregarla libremente puede recuperarla porque muestra su amor al
Padre y por eso el Padre lo ama (Jn 10,17) y lo
resucita de entre los muertos (Hch 4,8-12). El Buen
Pastor es el Señor crucificado y resucitado que comunica su vida.
Pero
si nos concentramos en la alegoría podemos percibir que a Jesús como Pastor se
le podría denominar no sólo “bueno” sino “Espléndido” (Jn
10,11.14), recogiendo así los dos matices de “bueno” y “hermoso” que contiene
el término griego originario, kalos. De
esa forma el Señor Jesús aparece espléndido por su generosidad, bondad y
desprendimiento, y al mismo tiempo, espléndido por ser admirable en su
ejemplaridad como modelo de Pastor. Al autodenominarse así, Jesús reivindica la
propiedad de las ovejas (vv. 28-29), la
dedicación inaudita a ellas hasta exponer su vida y un conocimiento profundo de
cada una (vv. 11.14), así como la búsqueda y reconducción de las ovejas perdidas para formar un único rebaño con un solo Pastor (Jn 10,16; cf. 1P 5,4).
En
este evangelio destacan los elementos de la estrecha e íntima relación que el
Pastor espléndido del Padre establece con todos los miembros de su rebaño. En
esa relación hay una comunicación viva y profunda, pues hay una escucha
permanente de la voz del Señor por parte de las ovejas, se da también un
conocimiento mutuo entre las ovejas y su Pastor y por eso las ovejas siguen el
ritmo del Pastor. Así pues, la escucha, el conocimiento y el seguimiento
caracterizan la vida del discípulo en relación con su Pastor.
De
este modo el Señor Jesús aparece como modelo de Pastor frente a los dirigentes
religiosos y políticos del pueblo y manifiesta una rotunda contraposición a las
funciones, comportamientos y actitudes de todos ellos. En el trasfondo de la
crítica evangélica resuena la voz de los profetas del Antiguo Testamento que ya
habían utilizado la figura pastoril para denunciar a los dirigentes políticos
por ejercer su misión sembrando entre las gentes temor y angustia (Jr 23,1-6). Por eso se hacen merecedores del juicio
condenatorio de los profetas (Ez 34,2-5). Frente al mercenario y asalariado de Jn 10, 11-13, que busca una recompensa, el Pastor
espléndido, digno y bueno, ha de buscar sólo el amor al rebaño de Dios y la
dedicación entusiasta al mismo. El Pastor espléndido es también una alternativa
evidente de liderazgo social frente a todo ejercicio despótico, violento,
abusivo, interesado y arbitrario del poder, en cualquiera de sus múltiples
manifestaciones en todas las relaciones humanas.
Otra
de las imágenes del Nuevo Testamento para presentar a Cristo Resucitado es la
de la piedra angular. En los Hechos de los Apóstoles esta alusión al Salmo 117
sirve para anunciar el misterio pascual en su doble motivo de anuncio del
triunfo del Resucitado y de denuncia de los que asesinaron al Crucificado (Hch 4,8-12), tal como ocurría el domingo anterior, pero
esta vez ilustrado con la imagen de la piedra. De esta última
imagen el mejor desarrollo es el texto petrino (1Pe
2,4- 10), que es de una densidad teológica extraordinaria. Jesús, el Señor, la
piedra viviente,rechazada por
los arquitectos, se ha convertido en piedra angular y de
tropiezo. El rechazo de esta piedra se refiere a la pasión y muerte de
Jesús, los momentos históricos más concretos que culminan el rechazo de la
piedra por parte de los constructores. Los constructores son los dirigentes
religiosos del pueblo de Israel en la época de Jesús, cuya falsedad, hipocresía
y envidia pueden ser el exponente de una religiosidad sólo aparente, que
contrasta enormemente con la religiosidad auténtica que vive de la palabra. La
piedra angular es el fundamento de una nueva construcción, el nuevo templo de
Dios en el mundo, que no es otro que el de Cristo crucificado y Resucitado, por
medio del cual los creyentes, a través de la fe, y todos los sufrientes, a
través de la solidaridad de Cristo en el dolor, constituyen por amor de Dios a
la humanidad ese nuevo
templo.
Unidos
al Pastor espléndido, los creyentes, regenerados por el Espíritu del
Resucitado, deben ser una clave de la transformación social de nuestro mundo
para convertir esta tierra en un hogar de fraternidad para todos, pero
especialmente para los que viven en la marginación y en la pobreza, sin tierra
y sin pan, sin trabajo y sin reconocimiento de sus derechos humanos, sociales,
económicos y políticos. Para ello hacen falta personas espléndidas y buenas
que, como el Pastor espléndido, no sólo no quiten la vida, sino que den la vida
por la gente que se les encomienda apacentar, orientar y guiar. Por todas estas
personas, hombres y mujeres consagradas, ora hoy nuestra Iglesia Católica.
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura