LA VID VERDADERA
Domingo 5º de Pascua B
“Llegado Pablo a Jerusalén, trataba de
juntarse con los discípulos, porque todos le tenían miedo, pues no se fiaban de
que fuera discípulo” (Hech 9,26). Nos sorprende esta
anotación del libro de los Hechos de los Apóstoles. Ya imaginábamos que, tras
encontrar a Cristo, Saulo sería visto como un traidor por los sacerdotes, los
fariseos y los jefes del pueblo.
Pero también había de
tener dificultades para ser reconocido como un hermano por los discípulos de
Jesús. No sería fácil para ellos perdonar al que había perseguido a los que
seguían el camino de Jesús. Evidentemente, Saulo había de pasar por una
profunda purificación. Solo el testimonio de Bernabé ante los apóstoles,
llevaría a la comunidad a acogerlo.
Hay una frase que se
repite en el texto. En Damasco Saulo actúa valientemente en el nombre de Jesús.
Y, una vez reconocido por la comunidad,
en Jerusalén predica públicamente el nombre del Señor. No olvidemos que
en el nombre de Jesús, Simón Pedro y Juan habían curado al paralítico que pedía
limosna a la puerta del Templo.
DOS RELACIONES
En este quinto domingo de
Pascua la lectura evangélica nos recuerda la hermosa alegoría de la vid y los
sarmientos, que se pone en boca de Jesús en el
discurso que sigue a la última cena con sus discípulos (Jn 15,1-8). Como se
puede observar, en esta alegoría Jesús revela dos relaciones que resumen su
identidad y su misión.
• “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el
labrador”. Israel era la vid plantada con amor y cuidada con esmero. Sin
embargo, no había producido los frutos
esperados (Is 5,1-7). Pero Jesús es la vid verdadera.
Él mismo se revela como hijo del Padre. El Padre lo ha plantado y cuidado. Y él
ha dado los buenos frutos que el Padre esperaba.
• “Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos”. Por otra parte, Jesús está unido a sus discípulos.
Ellos son los sarmientos de esa vid. Curiosamente, ellos son necesarios para
que Jesús pueda entregar su fruto a la humanidad. Pero el fruto no nace de ellos,
sino de la vid a la que están unidos.
EL FRUTO
Tanto al referirse a la
relación con su Padre como al mencionar la relación con sus discípulos, Jesús
repite hasta siete veces el verbo “permanecer”. Nadie puede dar fruto si no
permanece en Jesús y no permite a Jesús que permanezca en él.
• “Sin mí no podéis hacer
nada”. Esa afirmación de Jesús era una
advertencia, tan oportuna como necesaria, para sus discípulos. Demasiadas veces se sintieron tentados por el ansia del
poder o de la eficacia.
• “Sin mí no podéis hacer
nada”. Esa afirmación de Jesús es un
aviso para todas las instituciones de la Iglesia. Todos los planes pastorales
serán ineficaces, si falta la unión con el Señor y la escucha de su palabra.
• “Sin mí no podéis hacer
nada”. Esa afirmación de Jesús nos recuerda
cada día a todos los cristianos la necesidad de mantenernos vigilantes y
disponibles para el encuentro con el Señor de la vida.
- Señor Jesús, sabemos
que tú eres la vid y nosotros los sarmientos. Tú has querido que seamos
necesarios para que se vean tus frutos en el mundo. Pero que ese privilegio no
nos haga olvidar que sin ti no daremos los frutos que la humidad espera. Amén
José-Román Flecha Andrés