5º Domingo de Pascua-B
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Padre Pedrojosé
Ynaraja
1.- Quizá os
extrañará, mis queridos jóvenes lectores, que os diga que en las celebraciones
eucarísticas que presido, no invito a los asistentes a darse la paz, rúbrica
que es voluntaria y que las normas litúrgicas no obligan. Tal vez lo entendáis
si os cuento que a medida que las personas van llegando, pocas, en verdad,
tristes realidades de los tiempos presentes, las saludo y comento cualquier,
cosa importante o no. Si se trata de una persona desconocida, también la
saludo, pero de inmediato le pregunto quién es, o de donde viene. En una sola
ocasión han sentido enfado y me han increpado, ya que en la iglesia no es
preciso identificarse, ni el sacerdote tiene poderes policíacos. En estos
casos, sin enojarme, les he explicado que nuestra reunión no es ningún
espectáculo al que uno acude sin implicar compromiso alguno, es un encuentro de
amigos, hermanos, hijos de Dios.
2.- En la
primera lectura de la misa de este domingo se nos cuenta que al llegar Pablo a
Jerusalén, al tratarse de un desconocido de la comunidad local, se sienten
incómodos y desconfían. Bernabé que lo conocía bien, se ofrece a presentarlo a
los apóstoles y contarles con detalle los avatares de vida, especialmente su
conversión. Los que siguen el camino, este es el nombre que recibían los
seguidores del Maestro, fueran apóstoles o no, lo acogen y él, dada su
procedencia de la cultura griega, es a estos judíos a quienes dedica
especialmente sus desvelos. El tiro salió por la culata, como se dice
vulgarmente. Los judíos griegos se enojan y deciden suprimirlo. Al enterarse
los de lengua hebrea acuden a protegerlo y lo trasladan primero a Cesarea, la capital del mar, se la podría llamar a esta
población por su importancia logística, y desde allí Tarso, donde nadie le
perseguirá.
3.- La Fe
supera las divisiones culturales, la Fe está por encima de la pertenencia a
partido político diferente al que uno milita o simpatiza, se expresará de
acuerdo con nuestras realidades actuales, pero sin dar a esta calificación
soberana. La no aceptación de las divisiones étnicas, de las diferencias de
procedencia o de lengua de expresión, marginando al que es diferente, sin llegar
a condenarlo o expulsarlo, eso sí, han hecho mucho daño a la realidad eclesial
y continúan haciéndolo.
4.- Otro
aspecto que no debéis olvidar, mis queridos jóvenes lectores, respecto a lo que
nos cuenta la narración de hoy. Pablo es un neófito, un recién bautizado
adulto, no se contenta con serlo, la Gracia le exige que sea apóstol y es fiel
a esta vocación. Entre nosotros, pese a que la mayoría hayamos sido bautizados
de pequeños, en nuestra vida, ha habido un momento determinante, una
circunstancia que nos ha hecho descubrir la grandeza de la Fe. Es preciso
entonces que seamos consecuentes con ello, que imitemos a Pablo. Se lamentan
muchos, y con razón, de la decadencia religiosa de nuestras comunidades
humanas. Atribuyen a la disminución de las vocaciones sacerdotales y se
inquietan por ello. No se lo recrimino. Ahora bien, la solución no es lograr
que se llenen los seminarios, como lo fueron en tiempos no lejanos. Misioneros
deben serlo todos los cristianos. Unos desde la facilidad que nos proporciona el
celibato y el sacramento del orden, los otros desde la seguridad y la ventaja
que supone la estabilidad de una familia y la oportunidad que les proporciona
una profesión que les relaciona con la sociedad, más la posibilidad de
frecuentar lugares y ambientes que difícilmente estarían abiertos a la
clerecía. Mártires no faltan, nos lo repiten los medios. De la ausencia de
misioneros seglares por estas tierras, nadie se queja. Nos dan ejemplar lección
iglesias de otros lugares que estimulan, cultivan y miman a los catequistas
gracias a los cuales la vida cristiana crece.
5.- Y no hay
que olvidar las enseñanzas que nos da Jesús y que nos llegan en el texto del
evangelio de hoy. El Maestro habla a la gente de su tiempo con imágenes muy
propias de ellos. Yo le entiendo perfectamente, sin que nadie me dé
explicaciones. Hoy mismo vuelvo de excursión y he pasado por tierras donde se
cultivan viñas. Nos extraña verlas tan podadas. Darán buena uva, me dicen, de
otro modo el vino sería de baja graduación, añaden. Creería uno que de tanto
cortar ramas se van a morir las cepas y no es así. Lo malo está en la parra que
crece a la derecha de la puerta de mi casa. Se empina por una pared unos ocho
metros. La miro admirando su altivez y su vejez, me han dicho que tiene más de
cien años. Pero yo no sé podarla y unos sarmientos se atrofian, otros se
desarrollan tanto que cuando llegue el momento darán uvas diminutas, piel y
hueso serán su todo. Algunas ramas las rompe el viento y al separarse del
tronco, no les llega savia y mueren.
Sin estar unido sobrenaturalmente, es decir, realmente, al Señor no hay vida cristiana. No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores. Que no se trata de simpatía, ni de conocimiento cerebral. No hay que estar pegados a Él. Hay que estar unidos por la Gracia.