CICLO A
TIEMPO ORDINARIO
XXIX DOMINGO
“Fuera de mi no hay Dios, yo soy el Señor y
no hay otro”, escuchamos en la primera lectura de este domingo. “Creo en un
solo Dios” proclama nuestra fe en el Credo. Un único Dios que no es una
soledad, sino una eterna comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Esta verdad fundamental de
nuestra fe no se queda en el terreno de las ideas. Repercute también en nuestro
corazón y en nuestro existir.
Dios es el único infinito, eterno en
intensidad y en duración. El hombre está hecho de barro y su morada terrenal se va desmoronando. Este
imparable proceso de disolución va en la entraña de la vida misma. La precariedad
es nuestro estado permanente. La fe en un solo Dios nos lleva a aceptar la
debilidad y la fragilidad de nuestra existencia en lo físico y en lo moral (“el
que esté sin pecado…”, nos ha dicho el Señor).
No hay más que un solo Dios. Todo lo demás es
creado por él (son criaturas, no dioses). También el ser humano es finito, pero
llamado a la infinitud. No somos inmortales. Pero Dios, como Padre que es, nos
ha creado para la vida. La muerte, que a todo humano tiene que llegar, es por
tanto un paso –amargo paso- de vida a vida. El único Dios, que es amor
infinito, está siempre a nuestro lado en el camino hacia la vida que no
termina.
Con una actitud de amor confiado hemos de
vivir nuestra fe en el único Dios vivo y verdadero (oración colecta). Vivir y
morir con Cristo y como Cristo, que muriendo en las manos de Dios, ha vencido
al mal, al pecado y a la misma muerte: rompiendo las ataduras de la muerte,
resucitó lleno de gloria y de vida, Él y nosotros en él. Unidos Cristo, Nuestro Señor, Dios nuestro Padre
mantiene viva nuestra fe, fuerte nuestro amor y firme nuestra esperanza, ya en
esta vida mortal (segunda lectura).
No podemos postrarnos ante ningún ser humano
(salmo responsorial), porque no es Dios. Ninguna cosa es Dios: son apariencias,
en las que no podemos poner nuestra confianza ni nuestro corazón, aunque
reconozcamos la dignidad de las personas y el valor de las cosas, dando al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Evangelio). Nosotros
creemos en un único Dios vivo y verdadero, al que amamos sobre todas las cosas.
Mariano
Esteban Caro